Mohamed El Amrani, periodista y emprendedor catalán de 25 años, nacido en Marruecos y residente en Roses, ya tiene un avión de Vueling que lleva estampado con grandes letras su nombre. La emprendeduría no es un don reservado a los mejores o privilegiados, sino una capacidad que suma talento, audacia, humildad y sentido de la realidad. Cuando el economista Cantillon definió por primera vez el término entrepreneur, añadió como identificativo el concepto de riesgo. Quien emprende, se arriesga. Y quien no se aventura, no pasa la mar.

La gente que emprende se equivoca, pero también gana. Al emprendedor Mohamed lo oí hace pocos días recordando la necesidad de que los jóvenes tengan referentes. Gente —habitualmente mayor— a la que admiren, quizás no totalmente, pero sí en alguna dimensión especial. En su caso, un referente es su abuelo. Como experimento, El Amrani preguntó a sus amigos que le dejaran en una nota de voz en el teléfono cuáles son sus referentes. Las respuestas son demoledoras. Una chica admitía que no tiene ningún referente más que ella misma. Un chico hablaba de Robert Baden Powell, fundador del escultismo mundial. La mayoría hacían referencia al padre o a la madre, por la tenacidad, el ejemplo, la dedicación, la fuerza de voluntad... Alguno también evoca a aquel maestro o aquella profesora que les había cambiado la vida. Maestros. En la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa, las figuras del maestro y el novicio son determinantes. El maestro como voz no solo de la experiencia evidente, sino de la sabiduría. Las tradiciones religiosas dan mucha importancia a seguir a un superior que orienta y acompaña. Y el maestro también aprende y se forma con la espontaneidad de los noveles.

Guillermo de Baskerville es el maestro que Umberto Eco escoge en su relato. Su aprendiz es Adso de Melk, que lo tiene muy presente y le confía las dudas, secretos y anhelos. El maestro conoce muy bien al novicio, y cuando le explica algo, ya lo sabe. Para Adso, Guillermo es un referente. Estos días hemos visto testimonios de 109 claretianos que murieron perdonando. Morir perdonando. Como su maestro, un tal Jesús. Los referentes son puntos de luz, de una luz que suele ser mayor de la propia. Luz que calienta y no crema. Un maestro lo es en virtud del saber acumulado, de las actitudes vitales, de la coherencia con que encara la existencia. Un maestro es alguien a quien tenemos ganas de seguir. Hoy los llaman influencers. Un maestro no hace un lavado de cerebro: sugiere, indica pautas, pero no obliga. No es un amo, ni el seguidor es un esclavo. Su relación se establece en un marco de libertad. La libertad amarga para el maestro, también, cuando ve que el discípulo se aleja o se desvía. Es justamente esta la fuerza del magisterio, proponer sin imponer, acompañar y dejar partir.

Los claretianos hicieron una opción, siguieron a un fundador, san Antoni Maria Claret. Y esta vida religiosa ha tenido un precio, altísimo.

La desorientación que vive mucha gente es preocupante, y a menudo es fruto de una apatía. No hay referentes porque tampoco hay permeabilidad, no se da la posibilidad de dejarse impresionar por nada ni por nadie. El solipsismo de la humanidad posmoderna puede ser letal.

Mohamed El Amrani ve en su abuelo a una persona admirable: por su recorrido, por la determinación con que emprendió el camino. Aquel otro joven percibe en Powell un hombre innovador, que supo otorgar importancia a los jóvenes creando el movimiento de los scouts. Yo veía en aquella profesora de latín, la maravillosa Dolors Condom, una mujer culta, respetuosa, sabia. Los claretianos dan la vida por un Dios en quien creen firmemente, que los configura y les hace perdonar los verdugos que los fusilan. La falta de referentes puede ser una autopista al nihilismo, a la frustración y a la superficialidad. Sin admiración, no hay filosofía. Sin contemplación, no hay espiritualidad. Sin sentirse criatura, no hay divinidad. Los puntos de referencia son boyas dentro del océano caótico donde navegamos. Qué difícil encontrar referentes, y qué imprescindible es, cada vez más.