Escribir que Matusalén murió a los 969 años no es más inverosímil que muchas de las noticias que leemos diariamente en la prensa. El simbolismo de este personaje bíblico, icono imbatible de la longevidad, se utiliza todavía ahora para referirse a la vejez: "Es más viejo que Matusalén". La vejez ha sido alabada y percibida como un signo de bienquerencia del Dios bíblico, y también tiene cabida en otras tradiciones religiosas. Ser viejo es un plus. Ser viejo es un premio: podrías haber muerto y no ha sido así. La publicidad actual, en cambio, no parece que siga este patrón. Se alaba la juventud de una manera impune, como si la vejez fuera el reino de los descartados. ¡Qué gran error como sociedad cometemos con esta arrogancia! Celebrar la juventud —absolutamente necesario— no tiene que equivaler a despreciar a los viejos. Que han sido jóvenes, aunque sabemos que no todos los jóvenes llegarán a viejos. La vejez es un signo privilegiado de la vida, recuerda al teólogo Flecha Andrés. Y, a pesar de todo, la senectud es una etapa poco valorada.

Demencia senil es un concepto que la corrección política ha desterrado de nuestro vocabulario. Cuando yo era niña se hablaba de "perder la chaveta", que era un equivalente que se solía asociar a personas mayores que estaban desorientadas, desmemoriadas y que decían burradas. Y verdades.

El papa Francisco tiene algunas fijaciones, y una es repetir que "un pueblo que no cuide de sus mayores no tiene futuro". El día 26 de julio es la fiesta de los abuelos, en memoria de san Joaquín y santa Ana, los abuelos de Jesús. Puntualicemos: ser mayor, anciano, abuelo... no es sinónimo de ser una persona venerable automáticamente. Las personas mayores no siempre son un excelso modelo de grandes personas. Las hay mezquinas, egoístas, gruñonas. Las personas mayores, sin embargo, tienen el mérito de ser vida acumulada. La voz (¡y el silencio!) de la experiencia. Las personas mayores deberían estar siempre presentes, como las flores en una mesa. Constituyen una importante escuela de vida, capaz de transmitir valores y tradiciones, reza el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que Juan Pablo II citaba a menudo. La Biblia ofrece muchas versiones de una misma idea: el pelo negro es sinónimo de vanidad, las canas de sensatez, sentido, longevidad. "Levántate ante el anciano y honra su pelo blanco; así reverenciarás a tu Dios" (Lv 19, 32). El Eclesiastés tiene un tratado espléndido sobre la vejez que se tiene que releer con calma (Coh, 10). En el Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo Gaudium et spes, se hace referencia en concreto a "la soledad de la vejez" y a la relación necesaria entre generaciones. Pablo VI también había hecho referencia a la vejez, especialmente en sus alocuciones en Vida Creciente, un movimiento cristiano de personas mayores. Juan Pablo II, que se reconocía "anciano" él mismo, pedía no solo respeto, sino evitar ver a los viejos como "inútiles". Lo inútil es no entender que la vida tiene etapas, y que los viejos han tenido la suerte de vivirlas y pueden ser una señal de alarma que nos advierte de cuándo perdemos el norte.