Dentro de las expresiones que se pierden, recupero la que pregona "tener madera de líder". La madera es compacta, robusta, firme, resistente. No se dobla por un golpe de aire. San Ignacio de Loyola era un líder formador de líderes. F. Xabier Albistur, que ha sido alcalde de San Sebastián, ha estudiado como en una sociedad inestable como la nuestra, hay que revitalizar el concepto de líder. El liderazgo, explica, es una función social que se inicia siendo líder de sí mismo. Lead en inglés ya indica dirección, ir hacia algún sitio.

San Ignacio de Loyola, que de liderazgo sabía un rato, estableció las bases para una organización como comunidad cohesionada de personas y finalidades, dirigida por una autoridad que no solo tiene que cuidar del orden organizativo interno de los colaboradores, sino que tiene que llevar a la comunidad a poder cumplir su misión. Con éxito, supuestamente. Para liderar hay que identificar las cualidades y las potencialidades de la gente que colabora en una misión. A menudo nos quejamos de que nuestros líderes políticos actúan en solitario y se preocupan poco de formar cuadras dirigentes. Esta semana he estado en la Universidad de Navarra en Pamplona y en la Universidad de Comillas en Madrid, dos lugares que saben potenciar los equipos de gobierno. No en vano el Opus Dei y los jesuitas tienen escuelas de negocios como el IESE (Opus Dei) y Esade e Icade (los jesuitas). He visto y he participado en conversaciones sobre la identidad y la misión de la universidad, que pasa también por buenos equipos de gobierno y por liderazgos claros. El Papa insiste en la idea de que los líderes tienen que abrir procesos. Los jefes que he tenido y he admirado son los que con visión han sabido abrir procesos y facilitar espacios para que los otros también los abran y los compartan. Un gobernante que se cerrara en sí mismo, se agotaría y sería yermo.

Todas las cualidades que exigimos de los líderes no son nada sin el valor del servicio

Por eso cuando podemos hacer un acto tan revolucionario como ir a votar, es bueno que recordemos quién queremos que nos lidere, y no en vano podríamos evocar el retrato de esta persona: ¿Es innovadora? ¿Es emprendedora? ¿Es una maestra? ¿Enseña a enseñar? ¿Es una persona renovadora e inconformista? Renovar no quiere decir romper con el orden establecido, sino partir de este orden y utilizarlo, mejorarlo, impulsarlo para el bien común. Los líderes son personas que saben que esta vida, tal como expresó bien san Ignacio, nos ofrece "momentos sublimes" pero sobre todo muchos días –largos– de debilidades humanas diversas. Los buenos dirigentes no olvidan nunca que sus cualidades no son para su lucimiento personal, sino para empoderar a sus colaboradores. Cuando tenemos un jefe a quien la fama se le sube a la cabeza, es necesario que los colaboradores lo avisen, porque estas derivas lesionan las organizaciones. Los colaboradores tienen que saber que los líderes exigirán capacidad de superación e iniciativa, y que impulsarán siempre a "ser más", entre otras cosas porque ellos serán los líderes que garantizarán la continuidad de las acciones. Autoexigencia, conocimiento, gestión de conflictos, pasión por la función que ejercen, iniciativa... Todas las cualidades que exigimos de los líderes no son nada sin el valor del servicio. San Ignacio ha dejado una formula magnífica, un consejo vital: "Ante todo amar y servir". Sin espíritu de servicio, los líderes no son más que dirigentes ávidos de poder que no generan espacios de crecimiento ni de libertad. Estos líderes, no nos engañamos, se forman, y no todo el mundo tiene esta madera. El deber de los partidos políticos y de los cuadros dirigentes es buscarlos y formarlos, y ser honestos cuando no los tienen. Aparecen supuestos líderes que en realidad no lo son. Que no nos vendan gato por liebre. A un líder se lo reconoce porque no es un dirigente cualquiera. Crece él, pero hace crecer a los otros.