El primer día que entré en las Naciones Unidas de Nueva York fue para una sesión dedicada al Pacto Global sobre Refugiados. Nos invitó monseñor Bernardito Azua, diplomático filipino que acaba de ser nombrado nuncio apostólico en España y en Andorra. Después de participar en la sesión sobre refugiados donde la Santa Sede, como observadora que es ante la ONU, las dos personas que habíamos asistido a la sesión vimos cómo monseñor Bernardito nos conducía a una de las macrosalas que hay para tomar cafés en el imponente edificio en Manhattan. Bernardito Azua parecía no tener prisa, y yo sufría porque el tiempo del Observador Permanente ante la Santa Sede no es precisamente abundante. Escuchó y habló de la determinación de seguir con la agenda del Papa, aunque no guste a algunos poderosos del mundo. Pasamos delante de la bandera del Vaticano y nos hicimos una foto. Otra fotografía, con la bandera de España: quizás él ya sabía que después de 5 años en las Naciones Unidas venía de nuncio-embajador, mientras que yo imaginaba que el Papa no podía prescindir de un hombre tan inteligente, y seguro que lo llamaba para la Secretaría de Estado y se lo llevaba al Vaticano.

Finalmente ha sido escogido y tendrá la delicada misión de ser el enviado de Francisco en una España que no es una balsa de aceite, pero Bernardito Azua no es expulsado del paraíso como un angelito que desembarca en paracaídas. Las ha pasado canutas, desde su Filipinas natal hasta las emergencias en Haití, donde tuvo un papel destacado. Ha estado en el servicio diplomático en Madagascar, en Bulgaria, Albania y en la Santa Sede. Desde las Naciones Unidas en Nueva York ha centrado en los refugiados una de sus batallas más fuertes. Bernardito, con este nombre entrañable que acorta distancias, comprenderá rápido cómo está el panorama episcopal español. Reconocerá a los obispos pro-Francisco y detectará rápido los reticentes. Su sonrisa y bondad será una buena arma para acercarse a realidades que le irán planteando las fuerzas vivas de la Iglesia en España y Andorra. Ciertamente tiene una concepción por ejemplo de la familia que contrasta con la nuestra: grandes familias, compactas, unidas, con muchos hermanos. También proviene de un contexto donde la generosidad –y los medios– de los católicos es muy excelsa, y aquí se encontrará con una pizca más de escasez de recursos, pero también con vitalidad eclesial, pluralidad de maneras de entender el Evangelio y con una Iglesia católica que todavía corta, aunque se haya hecho pequeño, el bacalao.

Bernardito Cleopas Auza no viene a una zona tranquila donde no pasa nada. Habrá de lidiar con dosieres que quemarán, y leer despropósitos en los diarios de los mismos católicos que se tiran los trastos a la cabeza. No dejará de sonreír. Viene de la América de Trump y es hijo de uno de los países más católicos del mundo. Fijémonos en que el Papa con este nombramiento está diciendo que por ahora a los nuncios italianos los envía a otro lugar. Que quiere un alto diplomático asiático que plane por estas tierras. Y que es relativamente joven (60 años) y está con fuerzas. Su emblema episcopal es "Ut diligatis invincem". Amaos los unos a los otros. La etapa Auza en España puede ser decisiva y le hará falta estimación. A carretadas.