A veces la aceleración te puede hacer pasar de frenada. A Ciudadanos se les están indigestando los buenos augurios electorales. Sólo en una semana se les ha visto el plumero de una manera exagerada. En la vida no lo puedes despreciar todo y a todo el mundo. Porque al final eso te puede volver como un bumerán.

Empecemos por el principio. El Primero de Mayo la portavoz adjunta del partido naranja, Sonia Sierra, afirmó: "Mientras los sindicatos vayan de la mano de los separatistas, Cs no participará en el Primero de Mayo". Vamos por partes. Los sindicatos no van de la mano de nadie. Son organizaciones soberanas con una afiliación plural y transversal que toman sus decisiones de forma autónoma. Tan sólo alguien con una visión utilitarista y patrimonial del sindicalismo podría hacer esta afirmación. Pero, además, los de Albert Rivera han intentado que el Parlament reprobara la decisión de CCOO y UGT de participar en la convocatoria del Espacio Democracia y Convivencia el pasado 15 de abril. Ningún gobierno ni partido del mundo lleva a sede parlamentaria las decisiones de organizaciones privadas. Pues bien, en su descontrol lo han intentado, contraviniendo incluso principios sagrados aprobados por el Convenio del OIT número 87, y ratificado por el Estado español, en el que se establece claramente que la libertad sindical incluye la libertad de la actividad sindical y que esta está especialmente protegida de las organizaciones empresariales, empresas y poderes públicos. Esta protección también se encuentra reforzada por la misma Constitución y diferentes sentencias del Tribunal Constitucional. ¿A qué se debe esta rabia contra las organizaciones sindicales? Pues a la visión de "estás conmigo o contra mí", sin matices. Y sobre todo, a la concepción que la sociedad civil —sí, porque los sindicatos son sociedad civil— nos gusta siempre que se esté de acuerdo con nosotros. Al final, lo que ha hecho Ciudadanos esta semana es sólo una prueba para controlar la disidencia. Sentarla y juzgarla bajo criterios únicamente y exclusivamente propios. Afortunadamente, todo el resto del arco parlamentario, sin fisuras, no han entrado en su juego y les han dejado solos. Un poco de demagogia barata no es suficiente para cargárselo todo. Y, sobre todo, lo que tienen que entender en el partido de Inés Arrimadas es que el Parlament no sirve ni para fiscalizar ni para coaccionar las decisiones de otros, y que a organizaciones centenarias no se las puede tratar de menores de edad.

Malos presagios. Se acercan nubes negras para la libertad y la democracia

Pero continuemos con la semana de gloria de Ciudadanos. Sin escrúpulos, Albert Rivera fue capaz de difundir en las redes sociales la noticia de El Mundo sobre los maestros del instituto El Palau. Hay veces que películas te quedan grabadas a sangre y fuego en la memoria. En mi caso, recuerdo La lengua de las mariposas, fantástico filme de José Luis Cuerda sobre una novela de Manolo Rivas, que narra la vida en la preguerra civil de un poblado de Galicia. El protagonista es un maestro, el señor Gregorio, que enseñará a los alumnos basándose en el entorno en el que se encuentran. La escuela que vive en el medio, que educa y explica el entorno. Y como es normal, los centros tuvieron que explicar lo que pasó el 1 de octubre. Porque era su obligación. Pero más allá de esta realidad, hay que proteger a los maestros. Su función y su intimidad. El derecho a preservar lo más sagrado de los oficios. Y como bien ha dicho el presidente del Consejo Escolar, no podemos permitir el linchamiento público de los maestros. Porque si no, al final, como le pasa al señor Gregorio, te acaban haciendo una purga. Y, sobre todo, hay que dejar claro que nuestros profesores no adoctrinan. Sencillamente intentan hacer su función de la mejor manera que pueden en sociedades cada día más complejas y que cambian en cuestión de horas. Y también hace falta poner de relieve que estas acusaciones pueden tener una finalidad intimidatoria y disuasiva del ejercicio de la libertad de expresión y de cátedra, lo cual resulta preocupante. Parece como si señalando a los profesores y profesoras de El Palau se quisiera alertar al resto de comunidad educativa haciendo que su trabajo esté continuamente puesto en duda. Y eso no lo podemos permitir. Hay que responder como sociedad. Sin fisuras. La escuela no se toca, y todavía menos a nuestros profesores y profesoras.

Señalas a los sindicalistas desobedientes. Dices en público nombres y apellidos de profesores y profesoras y así facilitas que la diana sea más fácil. Sitúas bandos entre los buenos y malos. Intentas controlar la sociedad civil y la educación. Malos presagios. Se acercan nubes negras para la libertad y la democracia. O hacemos un frente común en defensa de la convivencia o el diluvio se aproxima. Hagamos que la semana de gloria se convierta en su peor pesadilla. Desenmascarémoslos y digamos las cosas por su nombre.