El big bang de la política catalana, la reorganización del sistema de partidos y estrategias políticas desatado por el proceso independentista, ha superado este sábado una nueva pantalla con la elección en primarias de la dirección del nuevo Partit Demòcrata Català (PDC). Las bases, la militancia de Convergència reconvertida mayormente en asociados al nuevo proyecto, han mantenido el control del proceso de demolición/fundación hasta el último minuto. Si CDC era una monarquía, el PDC ha irrumpido en la arena con los usos y costumbres y maneras de una verdadera república: hoy por hoy, quien manda o más manda en aquella casa es el pueblo "asociado" al proyecto.

La única votación a la búlgara, al viejo estilo, que se han permitido los miembros del PDC ha sido la del tándem presidencial pero no ejecutivo Mas-Munté, y a pesar del amplísimo apoyo al tándem Pascal-Bonvehí, si Vila no hubiera hecho el gesto en favor de Conesa, la ganadora, se habría producido la inédita situación de una segunda vuelta en unas primarias de partido recién estrenadas para elegir la presidencia del consejo nacional. De hecho las habrá entre las dos aspirantes al cargo de Defensor(a) de l'associat(ada).

El frame resultante es el del fin de los hiperliderazgos en lo que fue el mundo de CDC, aunque Mas, en una precisión muy significativa, aclaraba que su papel y el de Munté, intercambiables, no es "ejecutivo" pero tampoco "decorativo". Mas vuelve a ser presidente (de partido), después que aquella extraña noche del viernes del congreso fundacional celebrado en el Fòrum, añadiera a la de expresidente de la Generalitat por obra de la CUP la condición de expresidente de CDC por decisión propia.

¿En qué medida la dinámica fundacional, es decir, razonablemente asamblearia, seguirá definiendo las relaciones de poder en el PDC?

Ciertamente, el partido resultante se parece un poco más a la sociedad catalana, y europea, y, por descontado, global-tuitera: en la segunda década del siglo XXI todo el mundo tiene opinión, todo el mundo tiene canales para expresarla, y más todavía cuando se la piden, y, además de poder opinar, decide y vota. Ergo la primera pregunta quema ya en la punta de los dedos: ¿en qué medida la dinámica fundacional, es decir, razonablemente assamblearia, seguirá definiendo las relaciones de poder en el PDC?

Dicho lisa y llanamente: ¿quién mandará a partir de ahora, ahora que las bases ya han dicho la suya, en el día a día del PDC? ¿Hasta qué punto Mas –y Munté– se limitarán a ejercer funciones no ejecutivas? ¿Pascal y Bonvehí, los responsables de la dirección operativa, son realmente una sola mujer/un solo hombre, o cada uno de ellos es de un padre y una madre? ¿Conesa, referente del sector socialdemócrata, se limitará a presidir el consejo nacional, o será el verdadero contrapoder interno a la cúpula de jóvenes valores de talante social-liberal que estrenan sede, inmaculada, en la calle Provença?

Habrá que tener a punto el móvil para no perder de vista las evoluciones de los pokémons que ya se han colado en la sede del PDC

La foto final no deja lugar a dudas: al menos hay cinco, que mandan, lo que constituye toda una novedad en el panorama político y en el final de cualquier congreso de partido... pero falta Puigdemont. El presidente de la Generalitat actual, posible candidato del PDC a la Generalitat (¿puede optar por otro camino?) se podría acabar convirtiendo en el líder social/electoral del nuevo partido. ¿Pero cuál será su relación con el aparato de la postconvergencia? La nueva formación conserva, de su antecesora, la vocación de catch-all-party, de convertirse en un imán electoral capaz de seducir desde el centro-derecha al centro-izquierda, y se declara nítidamente independentista aunque proclama una y otra vez que el Estado catalán no es la finalidad sino el instrumento. Pero tendrá que operar en un contexto de máxima bipolarización en torno a la cuestión nacional, o de ambigüedad cero –independencia sí, independencia no, como ya sucedió el 27S–, y, se quiera o no, de altísima reideologización en el eje izquierda-derecha claramente a favor del primer factor del binomio. Cuando lo nuevo no produce nada, acostumbra a suceder que vuelve lo viejo. Aunque sea como los pokémons, en formato realidad aumentada.

Si a finales de septiembre Puigdemont supera la cuestión de confianza habrá reforzado su posición. Dependerá, una vez más, de la CUP, que, de entrada, ya le ha vuelto a negar el apoyo a los presupuestos. ¿Alterará el futuro secretariado nacional de la organización anticapitalista, pilotado por el tándem Arrufat-(Lluc)Salellas, la hoja de ruta de Gabriel-Endavant? Si Puigdemont supera la prueba del Parlament habrá líder. Pero si no sale adelante, todo estará (todavía más) abierto, de nuevo, en la política catalana y en la república del PDC. Ergo habrá que tener a punto el móvil para no perder de vista las evoluciones de los pokémons que ya se han colado en la sede del PDC.