La pandemia está causando estragos de todo tipo, pero también algunos cambios de mentalidad, auténticas mutaciones de diversas ortodoxias que parecían dogmas inmutables y que ahora abren nuevas esperanzas sobre el futuro de la humanidad. Por ejemplo, ante el estallido de egoísmos nacionales desaforados, se ha hecho evidente que mientras las diferentes cepas de Covid circulen por el planeta, nadie estará seguro. Y conviene a la sociedad acomodada de Seattle o de Barcelona que los pobres de Bombay o de Bamako (Mali) también estén inmunizados. Así que los ricos tendrán el incentivo de pagar las vacunas de los pobres aunque sólo sea porque no les exporten la enfermedad. Y ante la posibilidad de nuevas pandemias, la inversión en salud ya no se denominará gasto sanitario y se convertirá en una prioridad de los gobiernos, por encima de otros conceptos de seguridad nacional. No hay más seguridad nacional que la salud de la ciudadanía. Así que si alguna ortodoxia ha desmontado la pandemia de la Covid, ha sido el dogma de la austeridad.

Un ejemplo paradigmático es el "New Deal" que promueve ahora el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que puede suponer una auténtica revolución. Ha elaborado un plan de choque para hacer frente a la pandemia y sus secuelas que supone una inversión de 1,9 billones de dólares y esto lo pretende hacer no aumentando los impuestos a los asalariados como suelen hacer los gobiernos de por aquí para llenarse la boca de progresismo papanatas, sino a base de recaudar 2,5 billones de dólares subiendo el impuesto de sociedades. Biden ha puesto en evidencia la inmoralidad que supone que 91 de las 500 corporaciones más grandes de Estados Unidos pagaron cero impuestos en 2019.

La convicción de que las secuelas de la pandemia se han afrontar con inversión pública y con una redistribución más sensata de los recursos llega incluso a las instituciones que han ejercido como guardianes de la ortodoxia. El Fondo Monetario Internacional, que cuando la crisis de 2008 se erigió en referente doctrinario de la austeridad y los recortes, "gracias a la Covid", ha bajado del burro y ahora propone, aunque tímidamente, un "impuesto temporal de solidaridad" a las grandes fortunas y a las multinacionales. No es que de repente se hayan vuelto generosos, es que se han dado cuenta de que las desigualdades han llegado a un punto que si no espabilan, se producirán inexorablemente convulsiones sociales de consecuencias imprevisibles pero inexorablemente nefastas.

Ante la posibilidad de nuevas pandemias, la inversión en salud ya no se denominará gasto sanitario y se convertirá en una prioridad de los gobiernos, por encima de otros conceptos de seguridad nacional. No hay más seguridad nacional que la salud de la ciudadanía. Así que si alguna ortodoxia ha desmontado la pandemia de la Covid ha sido el dogma de la austeridad

Lo explicó muy bien Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos. Ha venido a decir que no se trata de que los gobiernos se enfrenten a las empresas para castigarlas, sino de aplicar políticas socialmente estabilizadoras que benefician mutuamente a todos. Es tan evidente que incluso algunos milmillonarios como Jeff Bezos, fundador de Amazon y el hombre más rico del mundo según Forbes, no tardó ni 24 horas en apoyar la reforma fiscal que propone el presidente Biden, después de que este le reprochara las prácticas de ingeniería financiera y tributaria que le permitían no aportar nada a la renta federal.

Así como las políticas de Donald Trump irradiaron y ensuciaron el resto del planeta, es de esperar que ahora el "New Deal" americano contagie al resto. Los datos ayudan. Estados Unidos salió antes de la crisis del 2008 de Europa porque la Administración Obama tuvo claro que debía inyectar recursos públicos para dinamizar la economía. Y ahora ha vuelto a pasar lo mismo. Ya al final del mandato de Trump y con el inicio de la presidencia Biden. Mis colegas españoles que ejercen de corresponsales en Washington DC, han recibido por dos veces un cheque personal de 1.400 dólares para que se lo gasten en lo que quieran y por supuesto llevan días vacunados. En Europa, el liderazgo alemán impone una exasperante lentitud y en España la burocracia frena irresponsablemente la distribución de recursos entre los sectores más vulnerables.

Ya dejó claro Karl Popper que las teorías (y los dogmas) nunca son eternas. Sólo duran hasta que son refutadas. Durante mucho tiempo se ha fomentado la circulación del dinero pero sólo entre los sectores ricos y acomodados, y ahora, con un nuevo giro keynesiano, resulta que poner dinero directamente al alcance de la gente, especialmente la gente más pobre, tiene efectos aún más positivos desde el punto de vista del interés general. Y aquí surgen iniciativas como la renta básica universal (RBU). Ya no es tan cierto como pensábamos que enseñar a pescar es mejor que facilitar directamente el pescado o, mejor aún, hacer llegar el dinero a la gente para que compre libremente pescado o carne. Es, dicho de una manera burda, lo que sostienen Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer, premios Nobel de Economía en 2019, por su diseño de políticas de lucha contra la pobreza que han dado resultados extraordinarios en 100.000 escuelas de la India beneficiando a cinco millones de alumnos. En su libro Good economics for hard times, Banerjee y Duflo, demuestran con datos que la ayuda económica directa a una familia vulnerable se convierte en un incentivo para cambiar su situación. "No hay pruebas de que las transferencias incondicionales de dinero fomenten una vida disoluta —sostienen Banerjee y Duflo— y en los países subdesarrollados, donde mucha gente corre el riesgo de encontrarse desahuciada, el valor de tener asegurada una opción como la renta básica universal puede ser enorme, tanto para enfrentarse a la mala suerte como para hacer más fácil intentar algo nuevo".

Seguramente son demasiado prematuros los eslóganes del tipo "saldremos de ésta” y "todo irá bien", pero se están moviendo unas placas tectónicas en el pensamiento universal que permiten vislumbrar la posibilidad de que una vez vacunados y superada la presente pandemia, habrá suficiente masa crítica en el planeta dispuesta a "intentar algo nuevo".