Wall Street ha sido el primero en reaccionar. "Estamos volando a ciegas en una tormenta de crédito", clamaron. Los operadores de la Bolsa de Nueva York comentaban las quejas que oían de los bancos vecinos. "No tenemos ni idea de quién es solvente y quién no", reconocían. Hay aplazamientos generalizados y entidades financieras que se han retirado de los préstamos a los consumidores. 20 millones de trabajadores están en el paro, advertía la Reserva Federal. Pero otros tantos están atrasados en el pago de sus deudas, agregaban.

En 2008, la quiebra del sistema bancario creó un hundimiento del crédito y provocó un riesgo de deflación (intensa caída de la producción y los precios) mundial. Doce años después, los países desarrollados se encuentran obligados a comprometer el 20% de su riqueza bajo la forma de deuda pública. Los bancos esta vez se han hecho cargo de ese ingrato trabajo para que la economía familiar y el consumo aguanten, así como las empresas (cuya inversión ha retrocedido un 40%) limiten sus daños.

Pero ahora los bancos se enfrentan con las dos olas de quiebras de empresas esperadas en otoño de 2020 y comienzos de 2021, así como el riesgo del no pago de los préstamos garantizados por el Estado, de los que el 10%, como mínimo, habrán de soportar pérdidas.

Los bancos están en problemas, mientras Wall Street confía en que si la epidemia y los bloqueos continúan, el Sistema de Reserva Federal y otros bancos centrales aplicarán el "seguro" especial para que las bolsas no caigan, ya sea la compra de bonos corporativos o incluso "bonos basura". La estabilidad y la confianza global están en juego. 

Los bancos centrales, cuyo papel es el de "prestamista de último recurso", han cruzado líneas rojas que se consideraban impensables, como financiar directamente los déficits del Estado. Es ahora, con el calor, que deben regresar a la ortodoxia y a la virtud

El caso es que el asunto es complejo. El reloj de la deuda pública global de Economist marca una cota de 59 billones de dólares y el PIB mundial, según el FMI, es de 76 billones. Pero los planes de recuperación exigirán aún más recursos, porque, de momento, la invisibilidad de la inversión es casi total. En la Europa de los 27, el alcance del plan de relanzamiento asciende a 750.000 millones de euros, con lo que se ha convertido en el emblema de la renovación europea. Los resultados de las últimas elecciones municipales en Francia han agregado un componente ecológico que queda por definir. Es un cúmulo de proyectos aspiracionales que se agrega para el día después.

Al mismo tiempo, la Covid-19 ha embarullado las cartas de manera que, para evitar el riesgo del virus, los europeos cada vez pagan menos en dinero corriente y moliente, con lo que se constata que, según el experto francés Jean-Pierre Robin, si bien en los últimos cuatro meses los billetes en circulación han aumentado en 91.000 millones de euros, tales billetes no son utilizados como medios de pago, sino que son guardados en cofres o debajo de los colchones. ¿Qué significa eso? Hay quien prefiere callar para evitar ser calificado de catastrofista, si bien otros se burlan comentando que también se atesora papel de váter. 

Y en estas llegó julio. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, que en mayo instó a la Casa Blanca y al Congreso de los EE.UU. a gastar más dinero, "ante la evidencia de que la recuperación llevará más tiempo de lo que se pensaba", rectificó esta semana. "Hemos entrado en una fase importante. Y lo hemos hecho antes de lo esperado". El jueves datos del mercado laboral mostraron que el empleo había mejorado en 4,8 millones de puestos de trabajo, y la tasa de paro bajó al 11,1%, cuando no hace mucho se creía que llegaría al 20%.

En Europa, Jean Pisani-Ferry, del instituto Bruegel y exasesor de Macron, indicó que "la pandemia ha retrocedido", aun cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía que "lo peor de la epidemia está por llegar", tras las cuentas del coronavirus indicaron que los casos habían llegado a 10 millones y el número de muertos a 500.000.

A pesar de las contradicciones, el caso era que había que cambiar el planteamiento de políticas aplicadas. El Banco de Pagos Internacionales (el "banco de los bancos centrales") indicó que es tiempo de pensar en la salida de esta fase de intervenciones excepcionales. El Banco apeló a los actores políticos y económicos a prepararse para evitar un escenario negro de "sobreendeudamiento incontrolado" que podría implicar —agregó— "la pérdida de la credibilidad de la moneda". 

El Banco de España señaló en su informe anual mostrado a primero de mes que si no se tomaban medidas sobre las deudas públicas, el ratio deuda/PIB a final de 2030 se situaría por encima del 100%, convirtiéndose en "crónico", lo cual podría llegar a afectar negativamente al crecimiento a largo plazo. El aumento de algunos impuestos fue agregado a la recomendación general. 

En Francia, el Tribunal de Cuentas advertía a su vez que "la sostenibilidad de la deuda constituía más que nunca un envite, aún más, se trata del reto esencial para las finanzas públicas".

Los bancos centrales, cuyo papel es el de "prestamista de último recurso", han cruzado líneas rojas que se consideraban impensables, como financiar directamente los déficits del Estado. Es ahora, con el calor, que deben regresar a la ortodoxia y a la virtud. Realmente, vivimos un escenario económico atípico y sin igual.