La reciente presencia del president José Montilla en el Parlament de Catalunya tuvo bastantes momentos cómicos e, incluso, trágicos. Como si fuera un ser incomunicado con su entorno, lo que coloquialmente se conoce como autismo, el exministro y exsenador Montilla insistió en su estrechísimo y particular punto de vista. Un punto de vista poco brillante que es el que le conviene. Porque interpreta literalmente las leyes en vigor y, en buena ley, sí, claro que sí, le permiten mantener el despacho de expresident de la Generalitat y al mismo tiempo convertirse también en asalariado de Enagás. La sesión parlamentaria dejó de manifiesto la notable intolerancia a cualquier cambio interpretativo o a la frustración del personaje Montilla, inamovible y sordo. El distanciamiento con los demás políticos recuerda uno de los grandes momentos de El Mercader de Venecia, cuando el no integrado en la sociedad, cuando el judío Shylock, examina los detalles del contrato y reclama a la justicia de la ciudad de los duxs una libra de carne del pecho de Antonio. En vano le ofrecen dinero e intentan tentarlo con todo tipo de beneficios para salvar la vida del veneciano que no ha podido devolverle su deuda a tiempo. Shylock no cede, en ningún momento, ni quiere llegar a ninguna concordia con los cristianos, movido por el resentimiento hacia sus adversarios religiosos, incitado por la venganza más pura. De modo que, como último intento de acuerdo, le piden al judío si ha traído a algún médico para que vende las heridas de Antonio y no muera desangrado. A lo que replica Shylock: “¿El documento lo dice?”. Y luego añade: “Si no lo dice el documento, no me parece necesario.”

La interpretación radicalmente subjetiva de las leyes, en la obra de Shakespeare y en la comedia que se representó en el Parlament hace dos días, se ha convertido en la absoluta protagonista. Si los jueces españoles han demostrado que pueden interpretar el Código Penal de manera abusiva, ¿por qué José Montilla no puede imponer la interpretación de las leyes que más le convenga para seguir llenándose el bolsillo? El texto no es lo importante, lo importante es la interpretación que se hace del mismo. Recordemos que el president Montilla siempre ha sido partidario de hacer comparaciones abusivas, de hacer ciertos comentarios dadaístas, a veces bastante inaceptables para la mayoría de las personas que le escuchan. Como cuando comparó el referéndum del Primero de Octubre con los referéndums de Franco. Unas comparaciones que exhiben un fuerte componente de venganza personal, de constante reivindicación de su persona frente al resto de la clase política catalana. El president Montilla se ve a sí mismo con gran sentimentalismo y ternura, con enorme pena por haber nacido en una familia humilde. Se ve a sí mismo como un desheredado, como un paria de la tierra que ha tenido la astucia de llegar a cargos muy importantes. Se ve a sí mismo siempre como una víctima. Y como es una víctima auténtica se considera con derecho a todo. A ver si aquí sólo podrán enriquecerse Jordi Pujol o Narcís Serra por los apellidos que llevan en el carnet de identidad. La lógica de Montilla puede llegar a ser despiadada, inhumana, muy arbitraria. Como cuando estableció un agravio comparativo entre las críticas que él ha recibido al ocupar un cargo de senador como expresident de la Generalitat y Carles Puigdemont. “Se ha criticado que yo fuera senador, pero no el cargo de eurodiputado de Carles Puigdemont”. Como si ambos fueran dos expresidents comparables. Y es que prefiere pensar que a él le critican injustamente porque se llama José Montilla. Es el victimismo del que va a lo suyo y que sólo está dispuesto a escuchar lo que le conviene.