44 años después, los restos del dictador se han trasladado, pero el franquismo pervive. La vigencia de los juicios sumarísimos o la imposibilidad de juzgar a Franco por crímenes contra la humanidad demuestra que lo que realmente amnistió la ley de 1977 fueron los crímenes del franquismo. En vez de dignificar la memoria de las víctimas de la dictadura y recuperar sus cuerpos de las cunetas, muchos de los privilegios del régimen se mantienen inalterables y las estructuras franquistas están presentes en muchos poderes del Estado. Sin ir más lejos, en el corazón de Barcelona encontramos la comisaría de la Via Laietana, símbolo de la tortura franquista que se mantiene hoy como icono de la brutalidad policial.

Es este contexto, con los neofranquistas utilizando electoralmente la acusación popular en el Tribunal Supremo o en el TSJC, lo que explica la crecida de la extrema derecha en las instituciones y la impunidad de la violencia fascista en las calles. Por lo tanto, es una enorme irresponsabilidad acusar al independentismo de avivar el fascismo, cuando es precisamente con la exigencia colectiva de una profundización democrática que aflora el discurso latente del odio, el populismo de la extrema derecha, tanto en el estado español como por todo el mundo. Como decía Rosa Luxemburg, "quien no se mueve no siente las cadenas". Vivimos una espiral autoritaria con presos políticos y exiliados. Y por si no bastaba con la ley mordaza, ahora quieren cerrar webs sin orden judicial.

Defender el legítimo derecho a la autodeterminación de todos los catalanes también quiere decir derribar rémoras dictatoriales y construir un futuro más digno para todos los ciudadanos del Estado

Ayer mismo, Amnistía Internacional denunciaba la criminalización de los derechos y las libertades por los cuales el antifranquismo luchó tanto, como las conquistas democráticas de la libertad de expresión y el derecho a la protesta pacífica. Y la única respuesta del Estado a las exigencias de las organizaciones pro derechos humanos y de otras voces internacionales es la indiferencia o el menosprecio, como hacen Turquía o Rusia. Un posicionamiento avalado por la monarquía, la cual de hecho refleja la continuidad franquista y es la punta de una pirámide donde la división de poderes ha saltado por los aires en favor de la sagrada unidad de España; por eso es la institución menos valorada en Catalunya.

Sin embargo, la oleada autoritaria de hoy no podrá esquivar una salida democrática al conflicto político. Defender el legítimo derecho a la autodeterminación de todos los catalanes también quiere decir derribar rémoras dictatoriales y construir un futuro más digno para todos los ciudadanos del Estado. Y como nos enseñaron los luchadores antifranquistas, desde la huelga de los tranvías hasta la Marxa de la Llibertat, pasando por los insumisos, el poder de las convicciones democráticas puede tener éxito. El inmovilismo del estado español no hace más que perpetuar la intolerancia contra los que piensan diferente, la violencia institucional que atenta contra la convivencia. La historia también nos enseña que el Estado no podrá menospreciar sistemáticamente la fuerza no violenta de la ciudadanía organizada y sin miedo.

Hoy, con el compromiso de más de 180.000 socios, desde Òmnium Cultural tenemos la responsabilidad histórica de construir un futuro más digno, un presente que haga justicia a los hombres y mujeres que nos precedieron en circunstancias mucho más adversas. Por eso, seguiremos fortaleciendo las libertades fundamentales, con el enorme privilegio de proyectar la cultura como instrumento de cohesión social, unidos en la diversidad. Como decía Montserrat Roig, "nuestra tarea es aclarar las zonas oscuras de la memoria colectiva".

 

Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural

Prisión de Lledoners, 19 de noviembre del 2019