De la misma manera que los grupos independentistas intentan convencer a los catalanes de que la independencia mejoraría sus condiciones de vida, lo más lógico sería que los contrarios a la independencia hicieran lo mismo para ganar partidarios a su causa. Sin embargo, hasta ahora el discurso dominante contra la independencia ha sido la represión del Estado, mientras que el establishment autóctono se ha limitado a insistir en el hecho de que no tiene sentido seguir planteando batallas que no se pueden ganar. Y es difícil convencer a alguien con el discurso del miedo y la resignación. Haría falta algún incentivo más tangible.

Ahora, sin embargo, que empieza una nueva legislatura, que Pedro Sánchez ha anunciado el más ambicioso plan de modernización de España, que se negociarán inversiones y presupuestos en Catalunya y en Madrid, los contrarios a la independencia tienen la gran oportunidad de demostrar que son capaces, más capaces que los independentistas, de resolver los enormes déficits que sufre el país y quizás de esta manera algunos ciudadanos encontrarán que les sale más a cuenta seguir siendo españoles. No sólo me refiero a los grupos políticos unionistas, sino, sobre todo, a las entidades de la llamada sociedad civil que se han decantado a favor del mantenimiento del statu quo y que tienen más margen de influencia en las instituciones del Estado por su poder y porque no serán considerados enemigos como lo será la Generalitat republicana separatista.

Ahora que Pedro Sánchez ha anunciado el gran proyecto modernizador de España, el establishment catalán está en mejores condiciones que nadie de superar la "impotencia coercitiva" de los independentistas y demostrar que colaborando por las buenas con el Estado se pueden resolver los déficits del país en infraestructuras

Desde la patronal Foment del Treball hasta el Círculo de Economía, desde la Pimec a los sindicatos mayoritarios, desde La Caixa hasta La Vanguardia es evidente que también les interesa que el país funcione y funcione bien y están en mejores condiciones que nadie de superar la "impotencia coercitiva" de los independentistas y demostrar que actuando por las buenas con el Estado da mejores resultados y más rápidamente. Porque, al fin y al cabo, los déficits sociales, económicos y financieros los sufren tanto los independentistas como los que no lo son, y muy especialmente los emprendedores que necesitan un país competitivo con sus infraestructuras.

El Estatuto de Autonomía que neutralizó el Tribunal Constitucional ha quedado en poca cosa, pero es que la poca cosa que queda no la reivindica nadie, por descontado los independentistas, pero no se ha oído ninguna voz del establishment reclamando, sin ir más lejos, el cumplimiento de la disposición adicional que tenía que compensar el déficit de inversiones del Estado.

Hay mucho trabajo a hacer. La pandemia ha puesto en evidencia que el sistema catalán de salud está infrafinanciado. Un grupo técnico de expertos no independentistas han calculado que la sanidad catalana necesita una inversión de 5.000 millones de euros para poder cumplir su misión y estamos hablando de cifras de antes de la pandemia. Todo el mundo entiende que la inversión en salud se ha vuelto ineludible, porque los virus y las enfermedades no discriminan según el pensamiento de cada uno.

El desastre de Rodalies, especialmente el desdoblamiento pendiente de la línea R3, que funciona peor ahora de lo que hace cien años porque antes era nueva y ahora está envejecida, requiere una intervención inmediata que se había calculado en 4.000 millones y, al cabo del año, hacen uso del sistema ferroviario millones de personas que sufren cotidianamente averías y retrasos. El puerto de Barcelona tiene la asignatura pendiente de resolver los accesos con una inversión de 700 millones. El corredor mediterráneo parece ya una cantinela y el puerto de Tarragona necesita conectarse con esta infraestructura. Todo por no hablar de las carreteras y los puentes que se caen, de la inexistente política de vivienda siempre pendiente del Plan estatal de vivienda, de la política ambiental...

Todos estos déficits sirven de argumento y bandera a los independentistas para convencer a los ciudadanos de que el Estado español es hostil con los catalanes, con todos los catalanes. Los sectores no independentistas que también sufran el perjuicio tienen ahora la ocasión de demostrar que colaborando con el Estado se pueden conseguir resultados tangibles que dejarían en evidencia la ineficacia de la estrategia independentista. Lo tienen que hacer, porque si no lo hacen, si no luchan por sus intereses por no significarse ante las instituciones del Estado, la conclusión será que con independentistas impotentes y unionistas resignados este país no tiene solución.