Fin de semana de congresos, del Partit Demòcrata y del Partido Popular. Como estaba previsto el PDeCAT incorpora en cuerpo y alma al movimiento de la Crida Nacional per la República que lidera el president Puigdemont y que plantea un cambio definitivo del paradigma político catalán. La renuncia de Marta Pascal equivale en la práctica a la disolución del PDeCAT y, en términos históricos, supone la definitiva desaparición del pujolismo como un referente en el escenario político catalán. Asistimos a una auténtica revuelta soberanista contra el posibilismo. Y es una revuelta de clase media media. Ahora sí que el pujolismo ha muerto definitivamente. Lo dejó claro la propia Marta Pascal durante su despedida y la referencia a los 40 años de lucha. No diferenció entre el PDeCAT y Convergència Democràtica, evidenciando que lo que vendrá ahora ya será otra cosa.

Puigdemont lidera la revuelta soberanista contra el posibilismo

Carles Puigdemont liderará pues un movimiento político que pretende aglutinar todas las sensibilidades del independentismo catalán. No es un invento extraño. Fenómenos similares se están viviendo en Europa y en América. La última crisis, combinada con cambios tecnológicos y variaciones demográficas, ha dado lugar a movimientos políticos diferentes de los convencionales, que han tenido éxito electoral allí donde un líder ha sido capaz de vehicular las aspiraciones de gente diversa. Pasó en los Estados Unidos con Bernie Sanders por la izquierda y Donald Trump por la derecha. Ha pasado en Italia, donde el Movimiento 5 Estrellas ha sido el partido más votado porque aglutinaba el voto de mucha gente insatisfecha incluso por motivos opuestos. También lo ha hecho Emmanuel Macron con La República en Marcha, que ha dinamitado el sistema francés de partidos.

Con respecto a Catalunya, todo el mundo sabe que existen más de dos millones de catalanes que quieren una república catalana, cuyo grado de movilización es elevadísimo. Y algunos datos señalan una cierta desconfianza con la gestión que están haciendo de la situación los partidos y sus dirigentes. Las bases de Esquerra Republicana forzaron cambios sustanciales en las partes fundamentales de la ponencia estratégica que se aprobó en la última convención. Han sido las bases exconvergentes las que están forzando la autodisolución del partido. Y junto con todo eso, en Òmnium Cultural no para de aumentar el número de socios que pagan religiosamente la cuota. La Assemblea Nacional Catalana y los CDR continúan muy activos y las recaudaciones de fondos de solidaridad para las cajas de resistencia siguen funcionando a buen ritmo. En Catalunya hay un espacio político mayoritario en fase de reorganización que, en buena parte, rechaza el pragmatismo y el posibilismo. Es gente que lo quiere todo y no se conforma con menos. Habrá elecciones primarias abiertas por todas partes que pueden tener los mismos efectos que un terremoto. Porque habrá política y antipolítica, nuevos líderes populares y también algunos populistas. Todo está por hacer y todo es posible, pero la utopía será omnipresente.

La extrema derecha siempre pierde las elecciones

Como suele pasar en todas las elecciones primarias de cualquier partido, las bases eligen al candidato más nuevo y más ideologizado, el que marca el retorno a las esencias. Así pasó en el PSOE cuando Borrell se impuso a Almunia, cuando Zapatero se impuso a Bono y cuando Pedro Sánchez se enfrentó al establishment del partido que daba apoyo a Susana Díaz. Las primarias suelen convocarse para resolver situaciones de derrota política, con lo cual el candidato del cambio siempre parece más atractivo. Es lo que ha pasado en el PP. Pablo Casado es más joven, más nuevo y se enfrentaba a una Soraya Másdelomismo que, ejerciendo como vicepresidenta del PP, tenía un saldo de cadáveres que multiplicaba sus antipatías.

La campaña de los candidatos a liderar el partido de la derecha española ha consistido básicamente en un campeonato en ver quién la decía más gorda contra el soberanismo catalán. Casado ha elevado el tono agresivo de su retórica anticatalana, de odio, incluso hasta llegar a prometer "hacer realidad Tabàrnia", que debe querer decir descuartizar el territorio catalán, mientras Sáenz de Santamaría no ha tenido vergüenza en atribuirse los méritos de las barbaridades que han cometido bajo su mandato la Fiscalía y el Tribunal Supremo, que han encarcelado a gente inocente por delitos que no han cometido, según ha dictado un tribunal alemán independiente.

Casado plantea un cambio de la ley electoral porque sabe que con el actual no le salen los números

La victoria de Pablo Casado se ha interpretado como un giro a la derecha porque en el currículum de este chico, además de títulos ganados sin esfuerzo, figuran algunas connivencias con VOX y otros grupúsculos ultras con el padrinazgo de José María Aznar; pero girar más a la derecha el PP es un ejercicio imposible, teniendo en cuenta que la única cosa que le faltaba por hacer era sacar los tanques a la calle y, según reconoció en su día la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, ya los tenía preparados para intervenir en Catalunya.

El PP ya se había instalado en la extrema derecha y en los últimos tiempos había radicalizado sus posiciones para competir con Ciudadanos, pero si observamos las estadísticas este movimiento lo aleja más de lo que lo acerca al poder. Estando en la oposición, el PP solo ha ganado las elecciones por incomparecencia del rival. Es decir, no por méritos propios, sino por deméritos del PSOE. Ahogado por la corrupción y los escándalos de la guerra sucia, el PSOE cedió casi voluntariamente el poder en 1996, y lo mismo pasó en 2011, cuando la crisis hizo caer todos los gobiernos europeos y Zapatero se vio obligado a traicionar a su clientela. Y el PP ha perdido siempre que se ha radicalizado. Fraga Iribarne nunca tuvo opciones; Rajoy perdió en 2004 después de que a Aznar se le subiera el ardor guerrero a la cabeza, y ahora Rajoy ha caído no solo por la corrupción, sino porque con su autoritarismo ha llevado al país a la peor crisis de los últimos 40 años. Si a eso añadimos que el PP tiene ahora un competidor por la derecha como Ciudadanos, nada hace prever que el PP pueda gobernar España pronto... siempre que el PSOE no vuelva a cederle el paso. Obsérvese que la primera propuesta de Pablo Casado es modificar la ley electoral. Sabe que, hoy por hoy, los números no le salen.