Quand la Chine s'éveillera… le monde tremblera”, escribió hace casi medio siglo Alain Peyrefitte, en el sentido que el gigante asiático acabaría dominando el mundo, y que sólo era cuestión de tiempo que alcanzara la capacidad tecnológica suficiente para imponerse. Si las dos primeras guerras mundiales tuvieron su origen en la rivalidad de las potencias imperiales dominantes, la pandemia del coronavirus está poniendo de manifiesto una nueva disputa por el liderazgo planetario. Sin embargo, con una diferencia importante. En las dos primeras guerras mundiales, Estados Unidos asumió el liderazgo moral, además de ostentar la supremacía militar, y ahora Donald Trump ha renunciado a lo primero y no está en condiciones de asegurar lo segundo.

Estados Unidos ya es el país con un mayor número de infectados, según las cifras oficiales, que todo el mundo sabe que están muy por debajo de la realidad, y eso que la pandemia ha tardado más en llegar al continente americano. Sin embargo, la actitud errática del presidente Trump, rectificando de posición cada semana, no le ha generado ningún desgaste. Al contrario, el anuncio de una inversión de 2,2 billones de dólares para rescatar la economía le ha supuesto un aumento de su popularidad. Un 3,5% de los ciudadanos que hace quince días desaprobaban su gestión como presidente ahora la aprueban. Está por ver qué pasará cuando, según varias previsiones, el paro se disparare hasta el 25% y los muertos por la pandemia se cuenten por cientos de miles. De momento, la desazón por la pandemia ha generado en Estados Unidos un nuevo aumento en la venta de armas de fuego.

Con unos Estados Unidos de espaldas al mundo, un Reino Unido encerrado en sí mismo y una Europa deshilachada, y, además, con un imperio chino tan "generoso", sólo se vislumbra el derrumbe de Occidente

En cualquier caso, que Donald Trump continúe rigiendo los destinos de la hasta ahora primera potencia mundial es un factor que alimenta la tesis de la caída del imperio americano. Su política proteccionista, aislacionista e incluso insolidaria con sus aliados naturales descarta a Estados Unidos como principal motor para la reactivación y la reconstrucción cuando la comunidad científica haya sometido al virus. A diferencia de lo que ocurrió en 1918 y en 1945, el actual gobierno de los Estados Unidos no abandera la defensa de los valores universales de la libertad y la democracia, y a diferencia de lo que ocurrió en 1918 y 1945, Estados Unidos no está ni se le espera como salvador de Europa, primero porque el Trump de la America first no quiere, y segundo porque tampoco puede. En la carrera para conseguir la vacuna contra el Covid-19, los científicos estadounidenses no van por delante de los chinos ni de los europeos. Y ahora mismo Europa, América, Asia y Oceanía dependen de China en cuanto al suministro de kits de detección rápida del virus, mascarillas, gel hidroalcohólico y todos los materiales de protección contra el contagio. No importa Japón como Filipinas, Irak como Irán, Perú o Argentina y, por supuesto, Italia, España, Serbia, Francia o la propia Alemania.

Cito Serbia porque su presidente, Aleksandar Vucic, ha dicho lo que sabe todo el mundo: “El único país que nos puede ayudar es China. La solidaridad europea no existe. Esto era un cuento de hadas”. Incluso la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, no ha tenido más remedio que agradecer y reconocer el papel de China. “Estamos agradecidos y necesitamos el apoyo mutuo en momentos de necesidad”.

Un apoyo mutuo que, como se ha visto esta semana, no existe en el seno de la Unión Europea. Alemania (y Holanda) han dejado claro que la UE sólo les interesa cuando les conviene y si mandan ellos, por lo tanto, si en un momento tan crítico la Unión no sirve para compartir la deuda (ni siquiera para compartir los pedidos de mascarillas a China), no servirá nunca. Así que la Unión Europea está muerta. Y en esta ocasión es obvio que el Tío Sam no vendrá a sacarnos las castañas del fuego como hizo en el pasado. Así que con unos Estados Unidos de espaldas al mundo, un Reino Unido encerrado en sí mismo y una Unión Europea deshilachada y, además, con un imperio chino tan "generoso", lo único que se vislumbra es el derrumbe de Occidente.

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