Este mediodía, un comando de seis personas ha lanzado unas decenas de globos con un líquido rojo que parecía ser pintura contra la fachada del Palau de la Generalitat. En L'Informatiu de TVE Sant Cugat han pasado un vídeo donde se ve perfectamente cómo ha sido el ataque, como ha quedado la fachada y, sobre todo, la estética de los asaltantes:

Como que los agresores han dicho que lo hacían en nombre de los restauradores, que continúan con sus negocios cerrados y en una situación cada vez más complicada, enseguida ha salido el gremio diciendo que ellos no tenían nada que ver con esta situación de vandalismo descontrolado. Ahora bien, si se vuelve a mirar el vídeo comprobará un detalle muy sorprendente. Detrás de las vallas situadas justo delante de la puerta del Palau, que está abierta de par en par, no hay ningún Mosso. Y durante todo el rato que dura la acción, no sale nadie. Ni tampoco sale ningún miembro de la seguridad que tiene el ayuntamiento de BCN en la puerta situada justo en el otro lado de la plaza, a espaldas de los atacantes. Este hecho ha provocado que mucha gente se pregunte qué ha pasado aquí. Servidor también.

De seguridad y de dispositivos tampoco sé nada y seguro que hay una explicación al hecho de que un soleado domingo de noviembre un grupo de personas pinte de rojo la fachada del Palau de la Generalitat con toda la calma y nadie los pare. Y como que debe haber una explicación, quien la tenga que dar ya lo hará. Esperemos que sea pronto.

Pero viendo estas imágenes de hoy, me ha venido en la cabeza la situación vivida el 12 de febrero del 2019 en otra fachada, la del Tribunal Supremo. Aquel día, todavía no se sabe quien, proyectó imágenes del 1-O. Y si se mira el vídeo que hay en este enlace, observará que, a pesar de ser de noche y no haber nadie lanzando nada, ni nadie en general en la zona -aparte de gente paseando el perro-, se abren las puertas del edificio y salen dos policías para comprobar qué sucede. En el vídeo no se ve, pero posteriormente salieron más y se activó la seguridad del perímetro de aquella plaza donde, aparte del Supremo, también está la Audiencia Nacional y hay varias garitas desde donde se controlan las cámaras de seguridad que protegen el recinto.

Me abstendré de especular sobre quien hay detrás del ataque de hoy al edificio que representa la institución y el objetivo pretendido. Ni tampoco me pondré una gorra a cuadros, cogeré una lupa, me encenderé una pipa y empezaré a hacer deducciones para acabar diciendo aquello de "blanco y en botella, a ver si será horchata, Watson". Pero estaremos de acuerdo en que esta es la segunda vez que con la excusa del cierre de bares y restaurantes hay actos violentos que no sabemos exactamente quién los provoca y, en cambio, sí sabemos quién no los provoca: los propietarios y trabajadores de bares y restaurantes, que son los que están realmente afectados por la situación. Ni tampoco lo causa la gente del teatro, de los cines o los músicos, también muy encendidos. Sobre todo después de ver aquello de ayer en la Sagrada Familia. Aquel inmenso error que, sí, tenía todos los permisos, disponía de un aforo ajustado a ley y toda la mandanga, pero al igual que la famosa cena de Pedro J con los ministros y el poder político y económico queda mostrado que todavía ahora hay quien no tiene ni idea de la situación que vivimos. Oiga, con la que está cayendo, ¿hay que hacer justamente ahora una beatificación? ¿De verdad que no puede esperar? ¿El santo tiene prisa? ¿Aquí nadie piensa?

Aunque fuera sólo para no dar más motivos a los comandos que pretenden sacar un rédito del más que justificado malestar creciente de mucha gente.