Y cuando levanté la vista, Él estaba allí. Exactamente allí. No un poquito más a la derecha. Ni tampoco un poquito más a la izquierda. No, no, A-LLÁ. Y tras de sí la misma imagen que vimos durante meses. Exactamente aquella. Aquella pared tan barrocamente anodina que, sí, nos ha quedado fijada en el subconsciente, pero que es imposible describirla usando la memoria. Nuestra retina la tiene tan inmortalizada que cuando la vemos nos dice: "¡Es esa!". Y si le cambiaran un mínimo detalle, por pequeño que fuera, detectaría cuál es y dónde se produce. Pero cuando buscamos la imagen por los rincones del cerebro somos incapaces de verbalizarla porque tiene la transparencia de la invisibilidad de las cosas prescindibles.

Y también está la mesa. Aquella mesa larga situada perpendicularmente a la visión del espectador. Larga y vetusta. Impregnada de una solemnidad de Mesón que giras la cabeza y te parece ver que por la puerta entran una sopa castellana, un lechazo y Ruy Pérez de Viedma.

Y la silla, claro. Aquella misma silla. O una tan similar que podría ser de la marca Hermanos Brothers (o Hermanas Sisters). La observas y no puedes evitar pensar en una armadura, una espada toledana y un morrión de los que los Tercios llevaban en la cabeza a manera de casco. Y tampoco puedes evitar pensar en la fuerza que se precisa menester para poder arrastrar aquel conjunto de madera maciza, terciopelo y todo lo que debe transportar aquel terciopelo.

Y donde se sentaban ellos y ellas, ahora se sientan los otros ellos. Los suyos. Y alguna otra ella. Pocas. Porque el poder de verdad, naturalmente, es masculino. Aquí y en la China Popular. Y cuando los ves ocupando el mismo espacio, no puedes evitar pensar en qué deben pensar ellos. Y la alguna ella. Qué debe pensar quién tiene el Poder de poder. Concretamente de poder arruinarte la vida, que es un poder en minúscula porque es una acción. No como el Poder, que también es una acción pero en mayúscula porque consiste en mandar, dominar, decidir o influir en los otros. El Poder con mayúscula les permite decir que la ley es como ellos (o ellas) dicen que es. Y tú a callar, que ahora no está nada de moda no estar de acuerdo con quien dice que la ley es como él dice que es y no como es realmente. Y si no estás de acuerdo, haber tenido el Poder. Que al final se trata de eso, de tenerlo y no dejarlo escapar.

Total, que hoy Él se ha sentado exactamente en el mismo lugar. En la misma silla y protegido por la misma mesa. Y la imagen es una metáfora SEN-SA-CI-O-NAL de la realidad. Los días pasarán, pero la foto quedará. Y servirá para explicarlo todo.