Lo siento, pero me he perdido. Hay tantas listas nuevas, tantos cambios de personas que iban en unas listas y que ahora van en otras que no tienen nada que ver con la lista en la que iban hasta ahora y, sobre todo, ha habido tantos fichajes mediáticos, que ya no sé quién va con quién ni para hacer qué. Voy tirando miguitas por la actualidad a ver si consigo saber cuál es el camino por dónde van. Y por dónde voy.

A cualquier ciudadano que haya salido un poquito por TV haciendo cualquier cosa pueden ofrecerle ir en una lista para las elecciones generales. Y lo más apasionante es que muchos aceptan. Sin ninguna manía. ¡Viva la gente que cree en sus posibilidades, aunque sus posibilidades sean las mismas que tengo yo de ganar una loto de 50 millones de euros!

Y si resulta que el mediático sabe que de la unión de la P con la A sale PA, puede llegar a ser cabeza de lista. O ministro. Y no me haga decir nombres, que soy muy buena persona. Tanto da que no hayan hecho política en su vida, ni que ni tan solo hayan vivido en la circunscripción a la que tienen que representar ni tengan ninguna relación con ella. ¿Pa qué? Estamos cambiando la manera de hacer política por encima de nuestras posibilidades.

Miro algunas listas para el Congreso y tengo la misma sensación que si mirara la lista de los participantes en una edición de Supervivientes. Gente que es famosa porque sale en la TV y que sale en la TV porque es famosa. Ah, y sobre todo, sin profesión conocida. Bien, aparte de salir por TV, que ciertamente es un empleo al que le tienes que dedicar tiempo. Y si te vas tres meses a una isla a gritar, pelearte, adelgazar y ponerte moreno selvático, todavía más.

Y mire, que algunos diputados que calentarán escaño no tengan ni idea de nada, no es ningún problema. Para eso están los asesores, los asistentes y los expertos de los partidos, para hacer que todo funcione. Y tenemos suerte ahora mismo de que sean estas personas quienes hagan funcionar el sistema. El problema (grave) empieza a verse en las ciudades y en los pueblos. Y en estas municipales es cuando se está notando más.

Faltan dos meses para las elecciones locales y en muchos pueblos todavía no están claros ni los candidatos ni cuáles serán los partidos y las coaliciones definitivas. Se suponía que en la administración que está más cerca de la gente las cosas eran diferentes y se ve que no. Se suponía que la gente votaba a las personas, al vecino que conoces de toda la vida y que hace tiempo que tiene en la cabeza cómo se tienen que hacer las cosas, y esto empieza a cambiar.

En BCN, efectivamente, la cosa ha derivado en un casting de telerrealidad mezclado con la mujer barbuda y el hombre que lo tenía todo doble. Pero la ciudad lo aguanta todo. Hay una administración lo bastante potente como para que mande una rueda de tractor y aquello no acabe como el rosario de la aurora.

La situación que pone los pelos de punta la vemos en ciudades medianas y pueblos. ¿Con qué proyecto se puede presentar alguien que a día de hoy todavía no sabe si será candidato o no? ¿Es posible en solo dos meses asumir que eres el candidato, pensar un modelo de ciudad que sea coherente y posible, redactarlo y hacer campaña para explicarlo? ¿Sí? ¿Seguro?

Pues sí, seguramente debe de ser posible porque sucederá. Y veremos como en los plenos de muchos ayuntamientos se acabarán sentando unos personajes que la gente no sabrá quiénes son y ellos tampoco sabrán quién es la gente y a duras penas sabrán el nombre del pueblo. ¡Espectacular!