El jueves pasado, durante la reunión de la Junta de Portavoces, la mayoría indepe del Parlament eliminó del orden del día el punto en que se pedía constituir una comisión de investigación para aclarar si el Govern de la Generalitat espió o no a periodistas y políticos. Error. Gran error. Porque si pasó, si hubo espionaje, tenemos derecho a saberlo. Y tenemos derecho a saber por qué fueron espiados políticos y periodistas. Y quien lo hizo tiene la obligación de dar explicaciones. Y si no pasó, si no se espió a nadie, tenemos derecho a aclarar quién ha difundido el bulo y con qué intención.

Y si tú no aceptas una comisión de investigación sobre un tema, parece que tengas algo que esconder sobre este tema. Y si tienes algo que esconder, entonces es cuando es más necesaria la comisión de investigación.

También el jueves sabíamos que Javier Negre, autor de la famosa pieza "Los nueve maestros catalanes de la infamia", publicada el fin de semana pasado en El Mundo, iba a una comisaría de Madrid para presentar una denuncia por calumnias, odio y violación de la intimidad de su familia.

Y lo sabíamos porque iba con las cámaras del programa de TV donde colabora. Y lo sabíamos porque el programa conectaba en directo con la puerta de la comisaría. Y lo sabíamos porque Negre nos explicaba que él, que había señalado a unos profesores, ahora se veía señalado. Por lo tanto, de alguna manera nos estaba diciendo que "Los nueve maestros catalanes de la infamia" también podrían presentar una denuncia contra él por calumnias, odio y violación de la intimidad.

No hay que ser muy espabilado para darse cuenta de que aquello era un teatrillo. Negre tenía unas cuantas opciones por afrontar la situación. Básicamente tres: 1/ presentar la denuncia sin decir nada públicamente, 2/ aprovechar el programa por anunciar la denuncia, pero desde el plató, o 3/ aprovechar el programa para ir a la puerta de la comisaría y convertir la denuncia en un espectáculo. Y escogió la tercera. Nada que decir. Pero cuando un periodista decide convertirse él en la noticia, es que este periodista busca alguna cosa más que informar.

¿Estoy defendiendo que los periodistas sean "señalados"? No. Si entendemos por "señalados" que alguien haga correr fotos de tu familia o informaciones relacionadas con tu vida privada. Si "señalados" quiere decir denunciar que lo que publica un periodista es infame, entonces no tengo dedos suficientes. Y eso que incluyo los de los pies. Sí, claro, porque entonces entramos en el campo de la crítica.

Lo que estoy intentando decir es que hay periodistas que publican cosas con un determinado objetivo, formando parte de una determinada estrategia que no tiene nada que ver con el periodismo, sino con la guerra sucia y en que el periodista solo es una correa de transmisión. Cosas, por cierto, que no necesariamente tienen que ser del todo ciertas. Y, a veces, este objetivo no tiene nada que ver con la información, sino con la intoxicación. Y quizás este es el caso. Mirémonoslo.

He tomado dos momentos de la pieza que ha generado la situación que nos ocupa. El primero es el collage con las fotos de todos los profesores:

El segundo es un fragmento de uno de los retratos que hace Negre. He escogido este como podría haber escogido cualquiera de los otros, porque explica con pelos y señales momentos de todos los profesores.

¿Visto? Muy bien. Ahora hagámonos algunas preguntas. ¿Qué aportan las fotografías de los profesores a la noticia? ¿Ayudan a tener más información? ¿O ayudan a que si van por la calle algún chalado (o chalada) haga alguna cosa extraña? Y si las fotos no aportaran nada, ¿por qué se publican? ¿Para coaccionar a los profesores, que ahora pueden ser identificados por personas de dentro y de fuera de la escuela? No afirmo, pregunto.

Que la profesora de la fotografía individual organice encuentros de salsa, ¿es importante en el caso que nos ocupa o es un dato para que alguien con ganas y tiempo pueda saber dónde los organiza e ir a hacerle una visita? ¿Es importante saber dónde estudió? ¿Y si es madre o no? Una niña de 12 años que, presuntamente, explica lo que pasa en un patio, ¿recuerda la hora exacta de los hechos? ¿Y recuerda tan exactamente las frases presuntamente expresadas como para que un periodista las ponga entre comillas?

En la pieza se dan como ciertos unos hechos que no han estado ni probados, ni juzgados. Son unos hechos denunciados por una de las partes que en la pieza no han sido contrastados con la otra parte. ¿Y si al final se demostrara (es una hipótesis, no afirmo) que todo fuera una invención de uno de los padres, miembro de la Guardia Civil, y animada por sus mandos y por un partido político? Entonces, ¿qué? ¿Quién resarcirá a los profesores del daño sufrido? ¿Irá Negre con las cámaras de su programa a enseñarnos en directo cómo presenta una denuncia contra sí mismo?

Y al respecto de señalar familias, cosa que no me gusta y que condeno rotundamente, pregunto: ¿existen familias y familias? Es decir, ¿unas sí pueden ser señaladas y las otras no? ¿Tenemos que dejar en paz a las familias de todo el mundo o solo a las de algunos? Lo digo por este interesante momento protagonizado por el señor Negre, usando su habitual simpatía y jocosidad al servicio del rigor más extremo:

 
Y una última pregunta: ¿alguien pedirá una comisión de investigación sobre este tema?