Esta semana en el Parlament ha sucedido una cosa que considero muy grave. Un miembro de la mesa, concretamente el vicepresidente segundo, ha perdido el respeto a la institución y, por lo tanto, a todos los ciudadanos que allí estamos representados. Pensemos lo que pensemos. Incluso si no pensamos nada.

Y en el caso que nos ocupa, la situación me sabe muy mal porque tengo una buena relación personal con el señor Espejo-Saavedra y creo que no se merece la imagen pública que dio de sí mismo.

¿Qué pasó? Pues está resumido en este enlace. Y si enlazo precisamente esta pieza y no ninguna otra es porque al final de todo el texto se puede ver entero el vídeo del momento en cuestión, sin ningún editaje intencionado que pueda cambiar el desarrollo de los que se dijo y como se dijo. Y ahora, si me permite, le explico por qué creo que estamos ante un hecho muy grave.

En el Parlament, como su propio nombre indica, se va a hablar. De todo. Aunque a algunos, haya temas que no les gusten. El Parlament se rige por unas reglas del juego que se llaman reglamento. Y el reglamento, como todo en la vida, es interpretable. Y si usted, diputado, no está de acuerdo en cómo el President de la cámara interpreta el reglamento, usted protesta. Y si cree que tiene razón mucho, protesta mucho. Pero hay una línea que no se debe cruzar nunca: la falta de respeto. Y mucho menos todavía al presidente de la Cámara.

Seguramente el señor Espejo-Saavedra considera que el jueves por la tarde el President Torrent fue quien faltó al respeto a la cámara no accediendo a hacer lo que él le pedía. Perfecto, es su opinión. Pero estamos ante una cuestión de criterio y el President tiene su criterio. Y lo aplica. En base al reglamento. Y los diputados, incluidos los vicepresidentes segundos, pueden presentar una queja, pueden pedir un informe de los letrados o pueden optar por cualquier otro mecanismo que consideren oportuno. Y si quieren, se pueden ir del hemiciclo. Ningún problema.

Ahora bien, lo que no es admisible es comportarse como se comportó el señor Espejo-Saavedra. Las formas no se tienen que perder nunca. ¡Nunca! Y si se pierden, hay una cosa que se denominan excusas. Y se piden. Y tema resuelto. Por lo tanto, como ciudadano que se siente representado por todo el Parlament como institución, considero que el señor Espejo-Saavedra debe pedir disculpas por el tono y las formas del jueves.

El Parlament no es una taberna donde sólo entra gente que ha vulnerado todos los artículos del código penal. El Parlament no es un bar donde el alcohol de garrafa está tan barato que la gente lo vomita por los rincones. El Parlament no es el punto de encuentro del lumpen de la ciudad. El Parlament no es un antro con el inodoro atascado desde el 2004. El Parlament no es un bar de carretera donde rascas la pared y te sucede el mismo fenómeno que con los troncos cortados de los árboles y los años, pero en este caso con las capas de grasa que se ha ido adhiriendo anualmente.

El señor Espejo-Saavedra tiene todo el derecho a estar indignado y a creer que sus derechos han sido vulnerados, pero no se puede comportar en público de esta manera. No es presentable.

Bien, a no ser que este comportamiento sea fruto de un sentimiento personal de menosprecio y minusvaloración que el señor Espejo-Saavedra siente por la Cámara y por lo que esta representa, cosa que dudo, porque si fuera así tendría que presentar su renuncia como diputado este lunes por la mañana a primera hora.