En un supermercado. Jordi Cuixart ha anunciado que no renovaba como presidente de Òmnium Cultural en can Basté (RAC1) el día que el programa se hacía en un supermercado. Eso sí que es un cambio de paradigma comunicativo y no Ibai Llanos haciendo las campanadas en la Puerta del Sol con Ramón García.

Catalunya es un pequeño país donde hemos pasado de liderazgos que empezaban con el abuelo y acababan con el nieto (Pujol, Maragall, Núñez) a quemar etapas como quien quema leña en una chimenea del Pirineo en plena ola de frío. ¿Cuántas generaciones nos hemos enviado a la papelera los últimos 10 años? Servidor de usted ha perdido la cuenta. Tenemos más políticos jubilados en vida que empleados de banca. Y, oiga, como la realidad ha demostrado aquí y en la China Popular, ni todo el mundo puede ser líder ni un líder se hace en cuatro días. Por muchos spindoctors que estén en un laboratorio probando formulas mágicas. O precisamente por eso, porque hay demasiado spindoctor que vio The west wing, que es una cosa que nos ha hecho mucho daño.

Cuixart ha planteado la renovación de liderazgos como una de las causas de su marcha, pero me temo que las críticas por el saludo a Miquel Iceta y por su actitud cuando Ada Colau fue silbada en el pregón de las fiestas del barrio de Gracia de BCN no han restado argumentos a la decisión. Y lo confirma que justo hacer el anuncio, unos cuantos ya han aprovechado para lanzárselo por la cabeza con el argumento aquel de "ves, ha dicho que de vaya tu líder", "no, no, ha dicho que el tuyo". Aquello tan nuestro que se encuentran dos catalanes y montan tres asociaciones y sus correspondientes escisiones.

La marcha de Cuixart es la confirmación que todos y todas los que estuvieron en la prisión han pagado un doble precio muy alto: el personal —suyo y de sus familias— de estar cerca de cuatro años encerrados, y el político del ostracismo. No, las masas no les aclaman enfervorecidas. Pero es que, después de dos años de pandemia, las masas ya no aclaman a nada ni a nadie. Vivimos en una somnolencia permanente.

Pero hablemos de los nuevos liderazgos. ¿Para hacer qué? Gente nueva, perfecto, ¿pero con qué proyecto? ¿Hay un proyecto posible? ¿Recordamos por qué en octubre del 17 llegamos donde llegamos? ¿Recordamos que todo vino de un Estatut que fue un pacto PO-LÍ-TI-CO entre el Parlament de Catalunya y el Congreso de los Diputados, ratificado por los ciudadanos vía referéndum y sancionado por el Rey? Un pacto que fue violentado burdamente por un Tribunal Constitucional con unas competencias que fueron cambiadas a mitad de partido y que se otorgó unas atribuciones que en el mundo no las tiene ninguna otra institución equiparable. ¿Y recordamos que el 1 de octubre fue una negociación llevada al límite para intentar desencallar aquella situación empantanada? Y que después entendimos que el Estado, el poder de verdad no los gobiernos circunstanciales, ya había puesto en marcha la Operación Catalunya el año 2013, con Soraya Sáenz de Santamaría preparando el "a por ellos" judicial cesando al Fiscal Jefe de Catalunya, Martín Rodríguez Sol, y al resto de fiscales y poniendo en su lugar una tienda de alfombras. Y que eso sucedía con personas que esta semana han sido usadas por Torrentarejo para tirar mierda —aunque después recogió cable— (y que también son Estado) aconsejandoles que había que sentarse a hablar.

Si entonces aquel Estado que ahora forma la base intelectual de VOX nunca quiso negociar nada, por qué debería querer hacerlo ahora después de triturarnos y convertirnos en una gestoría con sofás de escai en la entrada. ¿Los nuevos liderazgos, qué pueden hacer? ¿Presionar? ¿A quién? ¿Cómo? ¿Con qué? Sí, sí, ya sé que existe la vía unilateral, sí. Aquella que no fue ni factible cuando el independentismo iba unido, pues imagíneselo ahora. Y los unos y los otros lo saben. Y sabemos que nosotros lo sabemos.

¿Fuego nuevo? Perfecto, ¿pero qué muebles ponemos en el lugar de los que quemamos si ahora mismo no tenemos ni idea de qué forma tiene una silla? Ah, y por no decir que mientras aquí lo quemamos todo "allí", como dijo aquel "impasible el alemán".