Tres pequeños momentos cotidianos que demuestran el nivel de cretinismo que sufrimos. Un nivel que va hacia abajo, sin frenos y derecho a una piscina llena de pirañas y cocodrilos hambrientos. Estamos hablando de cretinismo social y cretinismo fruto de un comportamiento gregario no consecuente.

Empezamos por el social. Playa. Pasa un hecho que ligo con otro de vivido hace un tiempo. Entonces era una señora con la radio a toda hostia. Cuando se le dijo que, por favor, la bajara, la respuesta fue "no me da la gana porque la playa es de todos". Y, además, el marido se ofendió mucho y se permitió el lujo de gritar e insultar a la persona que, educadamente, había pedido respeto para la mayoría. Interesante este concepto "de todos", que quiere decir realmente "mío". Como que "es de todos" yo tengo derecho a molestar a todo el mundo, a todos.

Añadamos ahora una nueva aportación. Chica escuchando música, usando unos auriculares a manera de altavoces. Mismo proceso. Se le dice que la música molesta y la respuesta es: "aquí no hay ningún cartel que diga que no se puede escuchar música". Efectivamente. Ni tampoco hay ningún cartel que diga que no se pueden descuartizar gente que realmente son trozos de carne con ojos, pero el sentido común indicaría que ni una cosa ni la otra son muy correctas. Sobre todo en el caso de quien es descuartizado, que posiblemente no estaría muy de acuerdo con el hecho, aunque sería descuartizado en un lugar que es de todos, Y con música.

O sea, yo molesto y, en vez de reconocer que quizás no tengo derecho a invadir el espacio vital de la gente que me rodea y que, por lo tanto, lo más apropiado es dejar de molestar y pedir perdón, el concepto es justamente el contrario: tengo todo el derecho a hacer lo que quiera porque 1/ es de todos y "todos" soy yo y 2/ en ningún lugar dice que no puedo hacer lo que estoy haciendo.

Vamos ahora al cretinismo gregario. Se ha puesto de moda (mucho) servir zumos de frutas y zumos "verdes" en tarros de cristal con asa. Se veía venir que el siguiente paso nos llevaría al desastre. Y, sí, ahora también sirven cervezas y "claras" con estos tarros de cristal. Es decir, la humanidad ha estado siglos pensando que una copa con una forma determinada era la mejor manera de servir una cerveza fresca con su punto de espuma y ahora una moda cuqui nos hace retroceder unos cuantos siglos para hacernos beber una cerveza en un recipiente absurdamente antinatural. Y si preguntaras a quién te lo trae: "¿oiga por qué lo hace?", la respuesta seguramente sería: "oh, es moda". Ya, ¿y cuando sea moda servirlo en un orinal usado, también lo haremos? Sí, claro...

Y por cierto con la cuestión "siglos pensando..." dos breves epílogos: el "brick" y las latas, básicamente del tipo atún. Hemos enviado naves más allá del sistema solar y un médico situado en Palau de Plegamans puede operar a un paciente que está en Tristán de Acuña, un archipiélago en medio del Atlántico Sur, a 3.360 km de Sudamérica, 2.816 de Sudáfrica y con el territorio habitado más próximo situado a 2.161 km al norte. Hemos hecho esto (y más) pero es imposible que el primer chorro de líquido de un brick recién abierto (leche, zumo, caldo) no acabe fuera del recipiente que pretendíamos usar. De la misma manera que las latas siguen siendo unas hachas cortamanos y cortadedos. Y lo son tanto en la modalidad "abre fácil", concepto que se refiere a la facilidad para acabar abriendo el botiquín para pillar alcohol, vendas y alguna cosa para tapar hemorragias, como en la variante "abrir con el abrelatas de toda la vida". Aquí te enfrentas a tapas de un cierto grosor, con lo cual no se pueden doblar fácilmente, y además tienen emboscados decenas de dientes afilados.

No me estañaría, por lo tanto, que las dos señoras de la radio a todo volumen sean las diseñadoras del brick y del sistema de apertura de las latas y que lo celebren bebiendo cerveza en un tarro de cristal...