Hubo una época, años 70 por poner una fecha, en que el feminismo era de izquierdas, muy de izquierdas, y tenía una carga de lucha política demasiado extrema para muchas mujeres y por eso se alejaban de él.

Pero las sociedades evolucionan. Y los movimientos sociales también. Y en este caso ayudó mucho que llegó un día en que fue muy difícil cerrar los ojos a una realidad que afectaba a la mitad de la sociedad. La mitad de la sociedad que estaba por debajo de la otra mitad en condiciones laborales y para quien era mucho más difícil conciliar vida laboral y personal, llegar a cargos directivos y que cobraba menos para hacer el mismo trabajo.

Pero, sobre todo, era la mitad de la sociedad que sufría un tipo de violencia de la que no se hablaba hasta no hace mucho y que no sale en las estadísticas de asesinatos y de agresiones porque no se ve, a pesar de afectar prácticamente al 100% de esta mitad de la sociedad. Es una violencia que sólo ellas pueden explicarla y describirla porque quien no es mujer, no sabe de qué va. Y no lo sabe porque, a pesar de estar tan extendida, si no la sufres no la ves. O la ves, pero consideras que no hay para tanto, que es peor que no verla.

Es aquel ir en un transporte público y que se te acerque un hombre y te toque más o menos disimuladamente. Son aquellas miradas que le incomodan porque no son de un deseo compartido sino hechas desde el dominio, el poder y la superioridad. Son aquellas actitudes prepotentes y de desprecio de quien se cree superior sólo porque tiene testículos. Es aquel estar en un local público de ocio y tener que soportar comentarios y actitudes de acoso porque "esta ha venido aquí a buscar rollo". Es aquel miedo de ir sola por según qué calles a según qué horas, con cualquier sombra haciéndote saltar el corazón. Son aquellos comentarios hechos a una compañera de trabajo, a una vecina o la inquilina de tu piso del tipo "¿Se te ha estropeado la caldera? Pues si quieres ven a casa y nos duchamos juntos para ahorrar agua". Y son un montón de situaciones que si usted es mujer y ahora está leyendo esto, podría añadir a la lista porque seguro que le han sucedido de todos los colores.

Y como esta situación afecta a la mitad de la sociedad, el feminismo se ha hecho transversal y ha desbordado las fronteras de los partidos y las organizaciones que intentaban monopolizarlo. Y así ha sido como hemos visto cosas que nunca habríamos imaginado.

Cosas como unos partidos de derechas que se han impregnado de un feminismo healthy lleno de salud, deporte y nutrición, un feminismo liberal donde la imagen son los líderes (hombres) luciendo un lazo lila muy bonito y charlando de mujeres con unas cuantas mujeres puestas a su espalda como aquello de ir al África a hacerse fotos con "niños negritos que siempre sonríen porque a su manera son felices, pobrecitos".

Cosas como una izquierda que, a falta de otras causas, ha intentado quedarse en exclusiva con esta y mezcla cosas que no tienen nada que ver con la situación de las mujeres. Y unos partidos ultras ahora blanqueados que hacen bandera del machismo más casposo, con la colaboración de mujeres que ponen por delante su ideología neofascista, consciente o no, a lo que sufren como mujeres.

Este sería el feminismo usado como negocio político. Después está el feminismo como negocio económico. Aquello del "mujer, ven con nosotros a ser mujer kuki y te llenaremos de productos sexistas".

Y desde hoy tenemos el Black Friday del feminismo. Una empresa que vende productos relacionados con el ciclismo ha enviado a todos sus clientes una oferta "especial día de la mujer" con descuentos de un 10% para las mujeres "en su día". O sea, para celebrar una jornada de denuncia de la situación de las mujeres, nada mejor que mezclar machismo y consumo. ¡ME-MO-RA-BLE!