Este viernes ha entrado en vigor la ley de la eutanasia aprobada el marzo pasado en el Congreso de los Diputados. Y también hoy han reaparecido las voces de ultratumba que apostatan de este derecho de manera individual, pero, sobre todo, lo niegan a los demás. De manera radical. Porque ellos (y ellas) son unos radicales que se han otorgado el derecho de decidir por los demás. Porque ellas (y ellos) tienen unas creencias que quieren imponer al resto. Porque ellos (y ellas), que se llenan siempre la boca con la palabra libertad, se la aplican cuando le va bien a su dogmatismo intransigente y la censuran cuándo afecta a los otros. Porque ellas (y ellos) no tienen suficiente con hacer su vida sino que no quieren que los otros hagan la suya. Es el integrismo por aspersión. Es el totalitarismo total. Es el "usted tiene que vivir como yo le diga y tiene que hacer lo que a mí me parezca bien". Pero lo más interesante de esta posición es que se sustenta en la prostitución más descarada de la palabra libertad.

La eutanasia, y también el divorcio o el aborto, sería como ir a comprar una lubina. ¿A usted le gusta la lubina? ¿Sí? Pues va a la pescadería, se compra una y se la come como mejor le parezca. Y listos. Pero resulta que a ellos la lubina no les gusta nada. Y no sólo eso sino que, basándose en su moral individual, consideran que la tienen que prohibir a toda la sociedad. Porque creen que es pecado. Y exigen que desaparezca de las tiendas. Y que nadie coma lubina.

- Pero oiga, ¿a usted alguien le obliga a comer lubina?

- No.

- ¿Entonces, qué problema hay? No come y aquí se ha acabado la historia. Pero deje que los demás disfruten de ella.

- No, no, pero es que yo, yo, yo, y yo, hemos decidido que si yo considero que la lubina es una aberración marina, aquí se ha acabado la lubina para todo el mundo y todos los que la comen son unos asesinos de peces.

-  Ah muy bien, pues todo lo que a mí me moleste de las cosas que usted hace en nombre de su libertad, ¿también las tenemos que prohibir, no?

- ¿Qué quiere decir?

- Por ejemplo, los de su ideología han impuesto en Murcia el llamado pin parental. Es aquello que los centros educativos tienen que informar a los padres (y a las madres) sobre cualquier actividad realizada en la escuela que incluya contenidos relacionados con la identidad de género, el feminismo o la diversidad LGTBI.

- Sí claro, porque los adoctrinan con guarradas y desviaciones.

- ¿Usted exige decidir cómo la sociedad tiene que educar a sus hijos (e hijas) y yo no tengo derecho a escoger como quiero morir cuando mi cuerpo sólo me puede provocar un sufrimiento innecesario? ¿Qué concepto más extraño de la libertad es este? Usted en su casa eduque a sus chiquillos como quiera, pero cuando van a la escuela y forman parte del conjunto de la sociedad, es la sociedad la que, a través de los planes educativos, decide el plan de estudios. Usted, cuándo cierra la puerta de su domicilio, le puede explicar a sus hijos (o hijas) que la Tierra es plana, allá usted, pero en la escuela les tienen que explicar que la Tierra no es plana. ¿Y sabe por qué? Porque la sociedad tiene que velar por el conjunto de sus ciudadanos. Y si en el caso que nos ocupa no lo hace, el día de mañana sus hijos (o hijas), y por culpa de su integrismo de usted, serán unos ignorantes que irán por el mundo haciendo el ridículo. No sé si me ha visto venir y no sé si le ha quedado lo bastante claro, paladín de la libertad a conveniencia, que no es más que un intransigente que intenta imponer supercherías.