Subo la persiana. Está nublado. Pero dicen que no son nubes sino niebla. Pero yo veo que las nubes no vienen del mar. Y, de hecho, por la tarde caen unas gotas. Y no, no son fruto de la niebla. Es lluvia. Yo, si quiere que le diga la verdad, hace tiempo que me he perdido. En general y en particular. Con las nubes que dicen que no lo son y, desde hoy, con los guantes que nos teníamos que poner para no infectarnos.

Una experta en infecciones del Clínic ha aparecido en el TN Migdia diciendo que nada de guantes. Llevarlos tiene más riesgo de contagio que ir sin. Porque no los sabemos usar, no los sabemos desinfectar y no nos los sabemos quitar. Y por si no me había quedado claro, por la tarde lo ha dicho una enfermera de Sant Pau de BCN al Tot es Mou (TV3). Total, que haciendo caso de la famosa frase hecha que dice "te lo puedes meter por donde te quepa", he cogido la caja de 100 guantes que compré la semana pasada y he empezado a probar a ver qué. Y ya se lo explicaré.

Por cierto, me olvidaba. Resulta que en la parte interior de estos guantes que le comento, hay talco. Lo descubrí después de ir dejándolo todo lleno de una especie de polvo blanco que hacía que cada vez me preguntara: "¿Y, por qué caray debe estar quedando todo lleno de este polvo blanco?. O me he arrambado en lugares muy sucios o he estado en los camerinos de un programa de reality de una conocida cadena de TV privada". Y no, era el talco que hacía que todo lo que tocara quedara como La Molina en plena temporada.

Por cierto, hablando del Tot es mou... Este programa de TV3 que acoge a gente extraña como un servidor ha abandonado aquel plató donde entrabas dando una vuelta por unos pasillos tan solitarios que sólo podías encontrarte asesinos en serie con una sierra eléctrica, espíritus de muertos de la Primera Guerra Mundial, o a la niña de El exorcista. Y ha vuelto a su plató habitual. Eso ha significado el retorno del gran Quim Jaumà y que ya entran invitados. Cada  vez que se incorporan a la mesa y después se van, Pili entra en el plató y desinfecta el espacio. Le explico eso porque es una manera de constatar que vamos dejando atrás los momentos más inquietantes y porque el desplazamiento me ha servido para constatar un considerable aumento del tráfico. Acostumbrado a ir completamente solo por autopistas y rondas, hoy ya se veían circulando otros coches. Y eso incluso hace como una gracia.

El resto del día nos hemos entretenido mucho con lo del estado de alarma. Mañana sabremos si el Congreso de los Diputados le ha acabado renovando o no la solicitud a Pedro Sánchez y lo comentaremos. Hoy, antes de saber qué, hay dos cosas que decir: 1/ Si vas por el mundo diciendo que no existe un plan B, pones entre España y la pared a una oposición que estás ignorando repetidamente y le ofreces la revuelta en bandeja. A no ser que todo sea una maniobra (una más) para acabar acercando definitivamente a Ciudadanos a la causa y poder deshacerte de los molestos y apestados indepes y 2/ Y esta va por todos en general. Es impresentable tirarse a los muertos a la cabeza. Y también lo es usar los ERTE para hacer política barata. Hay demasiada gente que lo está pasando mal y que lo pasará todavía peor y hay demasiadas personas yendo a los comedores sociales como para que algunos hagan el capullo con este tema.

Esto justamente el día que han publicado las cifras oficiales de parados de abril. En todo el Estado son 282.891 personas. Y ya le digo ahora que esta cifra me la creo yo como me creo que Neymar se va a dormir cada día a las 10 de la noche después de comerse un platillo de judia tierna y patata hervidita y de rezar al niño Jesús. Nuevamente contabilidad creativa. Pero claro, si lo hicieron con los muertos por coronavirus, ¿qué no harán con los parados? Si entonces sólo contaban a quien se moría en un hospital y había sido previamente diagnosticado, olvidando a los no diagnosticados y a los que morían en residencias y en casa, ahora dejan fuera a los autónomos, a los dueños de pequeños negocios y a los afectados por los ERTES. Claro, y si quitan a los calvos, a las que tienen colesterol, a las runners y a los que salen a aplaudir a los balcones, al final todavía acabará saliendo que se han creado 3 millones de puestos de trabajo.

El día 14 de marzo, todos teníamos organizada más o menos una vida. Y preparábamos una calçotada para aquel domingo, organizábamos Semana Santa e incluso hacíamos planes para el verano. Y convocábamos comidas de trabajo y cenas con amigos. E íbamos al bar a tomar un café, a jugar a fútbol o al cine. Y teníamos proyectos. De un día para otro, usted y yo nos tuvimos que quedar en casa sin saber si podíamos salir o no a comprar el pan y como teníamos que hacerlo para no morir en el intento. Pero es que de un día para otro, el productor de calçots se tuvo que comer la cosecha, como los productores de flores se comieron las rosas de Sant Jordi. Quien se ganaba la vida gracias a los ingresos de un restaurante, tuvo que comerse todo lo que tenía las neveras y echar a sus trabajadores. De un día para otro, quien tenía una pequeña agencia de viajes se quedó sin futuro y quien servía comidas a las escuelas se empezó a preguntar cuándo podrá volver a hacerlo. Y de un día para otro, quien tenía una tienda de ropa vio cómo posiblemente no podrá a abrir nunca más su negocio porque a su negocio le ha sucedido lo mismo que en su momento le sucedió a las tiendas de sombreros o a los vídeoclubs. De un día para otro.

Esta gente, que ya veremos cómo sale adelante, tiene que poder ser, cuando menos, un número. Tiene que poder formar parte de la cifra total de la realidad. Esta gente tiene derecho a ser contada. Porque si encima que no tienes futuro, no existes, entonces sí que no habrá bastantes psicólogos para atender lo que nos vendrá. Suponiendo que muchos de los que no tienen ni derecho a ser una cifra tengan dinero para pagarse un psicólogo.