Definitivamente Manuel Valls se nos va. Alguien se preguntará si había venido. Y otros dirán que para que hoy se haya podido marchar ha tenido que venir expresamente a hacerlo, ya que hacía meses que no estaba. Si es que algún día llegó a estar. Y es que hay gente muy mala diciendo cosas muy malas.

En el momento del triste adiós, toca repasar la huella que nos deja. Muy positiva. Sin duda. Durante este tiempo en que ha sido uno de los protagonistas principales y primordiales de la política catalana -o más- ha hecho tantas cosas... ¡Pero tantas! Demostró su gran cosmopolitismo con aquella foto en la chocolatería de la calle Petritxol. Una estampa tan barcelonesa... Concretamente de la BCN AGP (Antes del Guirismo Prepandémico). O sea, la de hace unos treinta años. La que se hizo suyo el espacio comprendido entre las calles Rosellón, Marina y Urgell y el mar. Aquel espacio de ciudad perfecto para quedar con tus amantes porque era imposible encontrarte a nadie conocido. Bien, ni con nadie del país. De hecho, la mejor manera de sentirte como si te hubieras ido al extranjero era pasearte por esta zona.

Después de aquella bonita estampa chocolatera, y para demostrar cómo estaba conectado con la ciudad en la cual se presentaba para ser el alcalde, sólo le va hubiera faltado ir al Sears de la Avenida Generalísimo, allí al lado de Calvo Sotelo y junto a la avenida Infanta Carlota, y comprarse una americana con hombreras para ir a tomar un Gin Fizz al Bocaccio. Pero al final no lo hizo, una pena. En cambio no fue menos simpático aquel vídeo en el Paseo de Gracia donde aparecía diciendo "buen domingo" vestido con "fachaleco" y bermudas delante de una típica farola de aquella avenida. ¿Qué barcelonés del primer cuarto del siglo XXI no tiene una colección de instantáneas con una farola del paseo de Gracia detrás suyo? Y con Copito de Nieve. Y con Cobi. Y la Moños.

Total, que Manuel Valls se va definitivamente, aunque hace tres meses ya le habíamos dicho au revoir porque ya se iba. El problema es que algunas despedidas se alargan, como ha sucedido con esta, que ya empezó a producirse antes de venir. Y a la hora del balance, todo el mundo coincide en que es muy positivo porque ha hecho el trabajo para el cual fue contratado. Todavía no sabemos por quien ni por qué partido acabó presentándose exactamente, pero ha cumplido con su misión. Le dijeron: "¿Por 20 mil euros limpios al mes, impedirías que el independentismo gobernara la capital catalana?". Y él respondió: "¿Lo dudan?". Que, oiga, tampoco es tanto dinero. Sin ir muy lejos, Umtití y Pjanić cobran mil veces más que él y no están haciendo, ni de lejos, un trabajo tan importante por España (¡Viva!). A ver, están arruinando al Barça, sí, pero entonces el ayuntamiento de BCN era más importante.

Manuel Valls lo ha dicho hoy mismo en su despiedida en twitter: "Orgulloso de haber frenado al independentismo". No ha dicho que estaba orgulloso por alguna idea, por algún proyecto, por alguna propuesta, por alguna intervención en algún pleno al que haya asistido, cosa que en algún momento habría sido complicada porque, por ejemplo, durante el primer semestre del mandato sólo pudo asistir a dos de las dieciocho comisiones convocadas (porque frenar el independentismo agota mucho y después necesitas unos meses de reposo). No, él vino para frenar los indepes y lo consiguió. Era un elemento más de la ofensiva por tierra, mar y aire y lo logró. Misión cumplida. ¡Felicidades, monsieur!