Primero lo conocimos como “el hombre del sombrero”. Nos enseñaron una foto suya empujando un carro de maletas en el aeropuerto de Bruselas y nos dijeron que era uno de los terroristas que había hecho estallar las bombas.

Después ya nos explicaron que se llamaba Fayçal Cheffou, un “periodista freelance” que había sido identificado por un taxista y que, por suerte, ya estaba detenido.

Para afianzar la acusación, nos explicaron algunas de sus actividades. Por ejemplo que era “un activista mediático”. Y en la lista de actividades activistas del activo mediático aparecía en primer lugar que el 21 de julio del 2014 colgó en youtube un vídeo-reportaje donde denunciaba los presuntos maltratos que sufrían los inmigrados musulmanes sin papeles detenidos en un centro cerca de Bruselas. Y nos remarcaron mucho que en el reportaje, el periodista denunciaba que aquello era una violación de los derechos humanos.

También nos dijeron que había sido acusado “varias veces” de encubrimiento, asociación para delinquir e “incluso” de homicidio. Después nos aclaraban que el tema homicidio fue ir a declarar por un caso del 2003. Resulta que él estaba en una casa en la que una persona apuntó a otra en la cabeza con una pistola que creía descargada y que resultó que no lo estaba.

Por lo tanto, si analizamos el gran historial “delictivo” de Cheffou que fue filtrado a los medios de comunicación como para demostrar a la opinión pública que era un tipo peligroso, hombre, pues no mucho, ¿verdad? Ojo, y que no tener mucho currículum no exculpa de nada, pero preocuparse de mostrarnos a un vulnerador profesional de la ley tampoco lo demuestra.

Y al cabo de dos días, y sin mucho ruido, supimos que lo habían dejado libre. Por falta de pruebas.

Como puede imaginar, no tengo ni idea de si Cheffou es culpable o inocente y no tengo ningún interés en defenderlo... pero tampoco en acusarlo de una cosa que él no es. Aquí, aparte de constatar que unos chalados asesinaron una cifra indeterminada de personas (que esta es la otra: las fantásticas autoridades belgas van cambiando la cifra de muertos. Dicen que contaron dos veces algunos cadáveres “porque eran de varias nacionalidades”. Unos cracs). Pues eso, que, a parte de que hubo un atentado, está claro que se detuvo al señor Cheffou, que fue mostrada su imagen, que la vio todo el planeta, que dijeron que este señor era un terrorista y que ahora está en la calle.

¿Y ahora este señor, qué? ¿Existe la posibilidad de que alguien que lo vio por TV y que piense que es el terrorista confeso del aeropuerto y del metro se lo encuentre en la cola del pan y haga alguna cosa, no? ¿Y si en el supermercado se cruza con un familiar de uno de los muertos? ¿O con un grupo de extrema derecha? ¿Quién garantiza la seguridad de un señor que, formalmente, es inocente, pero que nos ha sido mostrado como culpable de un terrible asesinato en massa?

La diferencia entre la civilización y los bárbaros es que nosotros tenemos (o tendríamos que tener) una justicia que garantizara los derechos de los ciudadanos. De todos. Y sí, ya sé que a veces la civilización actúa como un bárbaro y bombardea zonas donde hay gente como usted y como yo y se lo lleva todo por delante, pero este debate, si quiere, lo hacemos otro día.

Ahora el tema es que un señor que nos presentaron como un monstruo, resulta que no sabemos a ciencia cierta si lo es y que este señor ha quedado marcado para siempre como un terrorista. Y que si queremos tener la razón moral, eso no puede pasar. Porque si pasa, quedamos a la altura de los bárbaros de los que nos queremos proteger porque no queremos que nos impongan su totalitarismo. Porque, como escribí ayer, se supone que los buenos somos nosotros.