Nunca entendí las cosas “sacrosantas”. No me han dado buen rollo las maldiciones eternas ni todo lo que suene a “para siempre” ni a “porque sí”. 

Decía una canción que el amor es eterno mientras dura. Y qué bonito que sea así: esa sensación, esa intensidad. Y mientras dure, porque vaya bien, que sea eterno. Pero si se rompe, se rompió, y estirar las cosas que duelen, por el simple hecho de que han de ser eternas me parece un poco “masoca”. 

Creo que puede haber amistad que dure una vida. Y relaciones de pareja. O eso, en mi primer tercio de vida, quiero creer. He visto ya que puede existir. Pero a mi entender, esto se da cuando ambas partes saben respetarse a sí mismas y al otro. Sin esta premisa fundamental, puede intentar mantenerse una relación por la fuerza, por interés, por sometimiento, pero entonces ya no estaríamos hablando de amistad o pareja, sino de puro interés. 

Hay un amor eterno, el amor a los hijos. Ese no se altera, no empequeñece. Crece y crece. Es cuestión natural. Supongo que la naturaleza nos puso ese “chip” para preservar la especie. Y de ahí, se desarrolla un árbol que nos permite conocer el mundo desde otra perspectiva. 

No tengo más dioses que mis padres y mis hijos. Creo en el amor que nos une. 

He visto demonios y no viven en lugares imaginarios, sino entre nosotros. Y, por desgracia, toman decisiones que nos afectan. 

Conozco “ángeles”, personas que aman todo lo que hacen. Que cuidan de todo lo que les rodea, de las personas (por dentro y por fuera), de la naturaleza y el medio ambiente, de los animales... gentes llenas de paz que transmiten solamente ganas de ser como ellas. 

He conocido “jodecosas”: los que viven para fastidiar. Fundamentalmente basan su existencia en impedir que los “ángeles” puedan ser libres. Y funcionan como una especie de “plaga”, porque ser un “jodecosas” puede resultar más sencillo que ser un “ángel”. Son los que rompen, mienten, persiguen, agreden, y en definitiva, los que van dejando un reguero de “mal rollo” por donde pasan. 

Los ángeles y los jodecosas son incompatibles. Los dioses y los demonios también. Mientras unos tratan de avanzar, los otros tratan de frenarles, encerrarles, silenciarles. 

Ahora podemos desarrollar todo esto de mil maneras, con mil nombres, y podremos obtener tantas religiones como sea necesario. Habrá códigos de conducta para que los jodecosas aprendan a convivir. Habrá mensajes de ánimo a los “ángeles” para que no sucumban. Y se llamarán de mil maneras y tendrán distintos dioses, demonios y profetas. 

El caso es que en mi opinión, todos ellos están, estamos, aquí, pisando la tierra. En cualquier rincón del mundo. Y nos pasamos la vida tratando de entendernos, a nosotros mismos, a los demás, tomando partido en esta suerte de “batalla”. Y pasa en el ámbito individual, entre grupos, colectivos...

Y de pronto aparecen y tú preguntas: “¿por qué?”

Y responden: “Porque sí”. “Porque esto es así y punto.” “No se toca. No se pregunta. No se imagina. No se actúa”. “Es sacrosanto”. 

Durante siglos hay “cosas” que no se han tocado, no se han replanteado y casi no han podido cuestionarse. Cada vez que se ha intentado, su respuesta ha sido la persecución, la represión, la muerte, la prisión...  Quien se salga de su relato será señalado y, en la medida de lo posible, aniquilado. 

La Santa Inquisición fue un referente. Y su escuela continúa, adaptándose (por aquello de que el diablo se disfrazará y tiene mil caras). Pero siguen siendo los mismos, actuando en esencia de la misma manera. 

La tierra no era redonda. Hoguera. 

Brujas. Hoguera.

Herejes. Hoguera.

Curanderos. Hoguera.

Científicos. Hoguera.

Filósofos. Hoguera. 

Mientras, ellos robaban, violaban y hacían más o menos lo que les venía en gana. Creaban sus leyes, sus códigos y sus tribunales, con sus pruebas diabólicas, en las que había que demostrar que uno era inocente, en lugar de su culpabilidad. ¿Te suena?

Hoy la unidad de España es sacrosanta. Nadie sabe explicarme por qué...