Ya es casualidad que el juicio contra los independentistas catalanes empiece justamente el 12 de febrero, fecha señalada por los que tenemos una edad, que nos traslada a aquel 12 de febrero en que un presidente del gobierno español, después de la muerte de Franco, el mismo que apareció en Televisión Española compungido y llorando al anunciar el "españoles, Franco ha muerto", ofreciera una apertura del régimen franquista, un 12 de febrero de 1976. Una apertura que pretendía, lisa y llanamente, la perpetuación del franquismo, con algunas mínimas concesiones de participación política. Era Carlos Arias Navarro, alias "el carnicero de Málaga", por  sus gestas de la Guerra Civil.

El franquismo sigue vivo en España, porque nunca se fue. Está entroncado en los centros neurálgicos de poder de Madrid. Hay, sí, una Constitución y les gusta decir que España es un estado democrático, por más que sepamos que no es lo mismo un estado de derecho que un estado con leyes. Es precisamente por eso por lo que han tenido que armar una campaña, deprisa y corriendo y gastando todo el dinero que haga falta, para insistir en los medios de la Unión Europea en eso de "This is the real Spain", para vender la idea de que España es un estado democrático.

Volvemos al juicio. Nos quieren hacer creer que este juicio no es una farsa, aunque todo aquel que ha querido, ha podido ver y constatar lo que pasó en Catalunya, cuando a pesar de las manifestaciones escrupulosamente democráticas y pacíficas, a pesar de todo un documental como 20 de Septiembre que demuestra sobradamente la falsedad de los supuestos de la instrucción del Supremo, aunque la instrucción del juez Llarena tomara como base informes policiales y de la Guardia Civil y recortes de diarios llenos de falsedades, y un largo etcétera de irregularidades, se nos quiere hacer creer que estamos ante un proceso judicial normal y justo.

Los jueces autodenominados y transmutados en encarnizados defensores del estado español son el reflejo de la España que quiere aplicar el miedo y el escarmiento ejemplar al independentismo

Algunos podemos ser testigos de que esta justicia llevada a cabo por la casta judicial española no es eso que llaman justa, y podemos hablar en primera persona. Yo fui condenado por el juez Marchena, juez que, en un inaudito gesto de prepotencia y chulería, nos condenó como miembros de la Mesa del Parlamento Vasco después de un recurso de Manos Limpias (ahora tiene de escudero a Vox) contra la absolución por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, haciendo caso omiso de la llamada "doctrina Botín" y sin ni siquiera dejarnos ejercer nuestra defensa en la sala de juicio. Eso fue el 2008. Y ganamos al Reino de España en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en 2017. No ganamos antes porque el Tribunal Constitucional tardó 5 años, del 2008 en el 2013, en denegarnos el recurso de amparo. Os suena, ¿verdad que sí?

No, no será un juicio normal y justo. Lo será todo, menos normal y justo. Los jueces autodenominados y transmutados en encarnizados defensores del estado español son el reflejo de la España que quiere aplicar el miedo y el escarmiento ejemplar al independentismo. Y no se han conformado sólo con eso; las medidas que han estado aplicando antes del juicio han evidenciado que esta casta judicial trata a nuestros líderes sociales y representantes políticos legítimos derrocados por el 155 del triunvirato de la vergüenza ―PP, Ciudadanos y PSOE― como si fueran vulgares y peligrosos criminales. Es algo que no olvidaremos nunca.

Pero creo, y lo creo de verdad, que el estado español no ha calculado bien dónde se mete, en esta deriva antidemocrática y con el atropello sistemático de derechos civiles y políticos. Podrán extender el miedo entre sectores de la población catalana, pero estoy plenamente convencido de que la ciega codicia de jueces que han vestido la camiseta de ejército de salvación de España lo pagarán caro.