Según el libro del Génesis, después del diluvio universal, los descendientes de Noé se asentaron en varias zonas de Asia Central, hablaban una única lengua y decidieron construir un templo que llegara hasta el cielo para ser famosos y evitar ser dispersados. Dios, viendo la soberbia humana, decidió confundirlos para que desistieran de esta construcción, y así, generó las diversas lenguas del mundo, para que los humanos no se pudieran entender entre ellos. Aquella torre inconclusa fue denominada Torre de Babel. Si Babel existió, tenía que estar en la antigua Babilonia, y hay historiadores que creen que la historia bíblica se basó en un zigurat dedicado al dios Marduk, la torre Etemenanki, que probablemente ya existía antes del reinado de Hammurabi (aproximadamente 1800 años antes de la nuestra era). En todo caso, lo que sí sabemos es que mucho antes de esta época ya existían muchas y diferentes lenguas, habladas por las diversas poblaciones humanas.

Hoy día podemos hablar de la familia de lenguas indoeuropeas (a la cual pertenece el latín y, por lo tanto, todas las lenguas románicas), las lenguas sinotibetanas (como el chino y otras lenguas similares) o las lenguas transeuroasiáticas (como el japonés, el coreano, el turco, el mogol...), pero ¿sabemos su origen? Pues uniendo diferentes disciplinas, en un enfoque realmente multidisciplinar, podemos trazar el origen de las grandes familias de lenguas y llegar a comprender dónde se generaron las lenguas iniciales (o protolenguas) y cómo se extendieron geográficamente, hasta generar nuevas variantes. Un artículo recién publicado esta semana justamente explica cómo, "triangulando" datos lingüísticos, arqueológicos y genéticos, se ha determinado que el origen de las lenguas transeuroasiáticas tuvo lugar en una población de granjeros neolíticos que cultivaban mijo y legumbres, criaban cerdos y sabían tejer, en el valle del río Liao, en el norte de China, hace unos 9000 años. Allí está donde se hablaba la protolengua que ha dado pie a lenguas tan diversas como el turco, el mongol, el coreano o el japonés, entre las aproximadamente 80 lenguas transeuroasiáticas que se hablan a lo largo de 8000 kilómetros de que cruzan toda Asia e, incluso, se habla en zonas de la tundra subártica de Siberia. Es evidente que los humanos que originariamente hablaban estas lenguas transeuroasiáticas viajaron mucho y hasta tierras muy lejanas, pero ha habido mucha discusión sobre si la lengua original era la de pastores nómadas que cuidan de caballos, vacas y ovejas (como hacían históricamente las tribus mongoles) y la extendieron a medida que migraban por diferentes territorios o si, en cambio, los primeros hablantes eran pobladores campesinos y ganaderos, asentados en la tierra que cultivaban, y después, mientras ocupaban nuevos territorios, para adaptarse a las nuevas circunstancias, cambiaron las costumbres y se hicieron ganaderos nómadas. Y este trabajo responde a estas dudas y da apoyo al hecho de que la protolengua es mucho más antigua de lo que se creía.

Los lingüistas históricos buscan relaciones comparativas de proximidad entre las diferentes lenguas. Buscan palabras que tienen un significado similar y comparten la misma raíz lingüística, infiriendo que derivan de un lenguaje común ancestral. Evidentemente, cada lengua evoluciona de forma diferente, adquiriendo sonidos fonéticos diferentes, declinando, añadiendo y fusionando otras palabras. Las migraciones humanas han enriquecido las lenguas, ya que permiten incorporar elementos de unas a las otras, pero a veces, el enriquecimiento con palabras de lenguas de diferentes orígenes puede enmascarar las raíces ancestrales. Haciendo este tipo de análisis se pueden establecer relaciones de proximidad entre las lenguas. Una vez establecida esta proximidad, los autores analizaron los restos arqueológicos de diferentes asentamientos y yacimientos arqueológicos del neolítico, la edad del Bronce y del Hierro, cubriendo más de 6000 años (desde hace 8.000 hasta 2000 años) y finalmente, analizan los restos genéticos de esqueletos muy antiguos que se han recuperado del periodo Neolítico en el nordeste de China, demostrando que el origen genético de estos humanos prehistóricos es relativamente homogéneo y procede de las poblaciones del río Amur (río que separa los territorios actuales de China y Rusia), poblaciones que también ocuparon el valle del río Liao. Desde las tierras de este último valle, y en sucesivas migraciones de parte de la población, se extendió la lengua hasta Corea y Japón, por un lado; y de la otra, hacia Mongolia y el interior de Asia, hasta llegar mucho después hasta Anatolia (la actual Turquía). De esta manera determinan que todas estas lenguas derivan de un tronco común, una protolengua de pequeños granjeros/ganaderos mucho más antigua de lo que se pensaba, aportando datos científicos para discutir la teoría que estas lenguas podían tener diferentes orígenes, ya que situaba la protolengua en Mongolia, hace unos 5000 años, entre ganaderos nómadas y dejaba descolgados de este tronco común el coreano y el japonés.

Un estudio similar de hace pocos años, estable que el origen de las lenguas sinotibetanas (que, en conjunto, hablan cerca de 2000 millones de personas), también se produjo en un valle de un río de la actual China, en poblaciones del valle del río Amarillo. En este caso, la diversificación en diferentes ramas principales y las diferentes lenguas que se hablan hoy día se inició hace unos 6000 años, en una cultura que también fundaba asentamientos fijos, que criaba animales, elaboraba cerámica, y sabía hilar y tejer seda. Con diferencia, la familia que agrupa las lenguas que actualmente son habladas por más gente en el mundo, es la de las lenguas indoeuropeas (con tres grandes ramas: las lenguas románicas, las eslavas y las germanas). En este caso, también los estudios lingüísticos, arqueológicos y genéticos muestran que la protolengua común procede de las estepas del centro de Asia y sus hablantes (como los Yamnaya) migraron y transmitieron su lengua en diferentes olas en la edad de Bronce, hace aproximadamente unos 4000-5000 años, cambiando sustancialmente la sociedad y la cultura de aquellas poblaciones receptoras originales. En este caso, la transmisión lingüística y ocupación territorial fue acompañada por una sustitución genética, ya que aunque hubo mezcla genética con el DNA de las poblaciones de cazadores-recolectores que ocupaban las tierras de la actual Europa, quedan pocos vestigios –y limitados a ciertas poblaciones– del DNA de los pobladores originales en los humanos europeos actuales.

Aunque la historia de las lenguas esté olvidada dentro de la niebla del tiempo y nos falte una memoria histórica que nos la explique, podemos encontrar suficientes datos complementarios en otras disciplinas que nos permiten llenar los huecos y obtener una imagen bastante ajustada de cómo surgieron las lenguas que hablamos, cómo se extendieron, cómo algunas se han extinguido y otras han triunfado. La historia de nuestras lenguas es nuestra historia.