A los humanos nos gusta vivir rodeados de seres vivos, es lo que se denomina biofilia. No me refiero sólo a gatos y perros, sino que nos gusta tener peceras y jaulas de pájaros cantores, y no conozco a nadie que no haya tenido nunca una planta en casa. De hecho, no hay terraza sin plantas y hay casas que son verdaderos jardines. Se considera que llenar la casa de "verde", además de gustarnos, también es un plus a nuestro bienestar, ya que las plantas verdes cuando hacen la fotosíntesis, captan dióxido de carbono y liberan oxígeno, ayudando a refrescar el ambiente de casa. Sin embargo, ¿podemos imaginar un futuro en que las plantas sean algo más que piezas decorativas y se conviertan en elementos imprescindibles del hogar? Se acaba de publicar un artículo en Science que plantea usar las plantas como biosensores. Mediante ingeniería genética ya se han generado plantas de tabaco que reaccionan ante ciertos estímulos, como la presencia de hongos, produciendo una proteína fluorescente naranja. ¿Y cómo puede ser eso? Pues resulta que si hay hongos en el medio, sueltan ciertos productos químicos en el ambiente y estas plantas de tabaco transgénicas son capaces de captar estos productos químicos y estimular la producción de este pigmento que las hace brillar con luz naranja si se iluminan bajo una luz suavemente ultravioleta. Cuanto más brillante el naranja, más hongos hay. De manera equivalente, también se han hecho plantas que responden a la presencia de patógenos produciendo pigmentos o luz (en este caso, son transgénicas para un gen de la luciérnaga).

En este contexto, no es muy difícil imaginar que con conocimientos de biología sintética, podríamos diseñar nuevas plantas que además de producir una proteína naranja, o verde, o azul, a causa de la presencia de hongos, lo hagan si detectan gases tóxicos, o en presencia de Legionella o del virus de la gripe, patógenos que suponen un problema de salud a los humanos. La tecnología existe, sólo haría falta conocer un poco mejor el genoma de las plantas ornamentales y generar por biotecnología estas nuevas variedades. En lugar de complejos sensores químicos, todas las casas podrían tener un jardín vertical, que podría ser una pared de casa cerca del aire acondicionado, en el comedor, al lado de la puerta, con diferentes plantas que actúen como sensores y que puedan volver de diferentes colores las flores según la presencia de varios compuestos o agentes reactivos. Imaginad las casas de muchos de nosotros que tenemos alergia a los ácaros, o de niños que tienen asma, o personas mayores con problemas bronquiales y respiratorios. Podríamos medirlo visualmente, o incluso, Siri, Alexa o cualquiera de estos artilugios "inteligentes" que pronto nos invadirán las casas, podrían iluminar puntualmente las plantas con LEDs y convertir la señal del color que emitieran estas plantas, verdaderos fitosensores, en un mensaje de voz: "Buenos días, señora Norma, el aire de su casa tiene unos niveles de partículas de polvo superiores a los normales, quizás mejor que encienda el nebulizador de forma preventiva...".

extracto de Stewart y col. Science 361

Extracto de Stewart y col. Science 361: 229-230 (en abierto)

Quizás no hemos prestado atención, pero la ecología de los espacios construidos por los humanos –las casas y edificios– es cada vez más relevante. Pensemos que la extensión de los espacios construidos y urbanos es hoy día del 0,5% y el 1,3% de toda la superficie del mundo que no está cubierta por hielo, del mismo orden que la de todos los bosques de coníferas de las zonas tropicales y subtropicales, o que de todas las zonas de manglares, sabanas y marismas inundadas del mundo. Cada vez hay más investigadores que estudian la elevada variedad de organismos que viven en nuestra casa, lo que se denomina "indoor biome", el bioma bajo techo, vaya, los organismos que viven dentro de nuestra casa. Seguro que os vienen a la cabeza los pececillos de plata, las cucarachas y las hormigas, pero muchos tipos que no se ven, como hongos macro y microscópicos y bacterias, son muy diferentes los de fuera que los de dentro de casa, y evolucionan y cambian, tanto con las personas que las habitamos, como con los cambios que hacemos en casa. Sólo porque os hagáis una idea, en un estudio hecho en 50 casas de Carolina del Norte (en los EE.UU.) se encontraron más 750 especies diferentes de artrópodos (escarabajos, insectos, arañas...) y 8.000 tipos de bacterias que viven en techos, suelos, cocinas, baños, fregaderos y cañerías, añadid también los tiestos, jardines y si tenéis piscina...

Pero no sólo tenemos que pensar en este mundo biológico diferente e inesperado que nos rodea, sino también en el ambiente químico que hemos ayudado a crear en las grandes ciudades por culpa de los líquidos y productos de limpieza que utilizamos en casa. Aunque parezca mentira, en ciudades tan grandes como Los Ángeles, una parte nada despreciable de la contaminación del aire procede de los compuestos volátiles derivados de los productos de limpieza personal y de casa, como desodorantes, líquidos limpiacristales o multiuso, perfumes o acetona para quitar la pintura de uñas, que se suman a los contaminantes que salen de los tubos de escape de coches, motos y camiones, y de las chimeneas de empresas del extrarradio... Todos estos productos contienen reactivos que pasan directamente al aire, que salen fuera de casa y que, una vez en la atmósfera, tardan un buen tiempo en desaparecer. Los autores de este estudio sobre la polución del aire en nuestro mundo urbano concluyen que un día cualquiera de trabajo contaminamos tanto o más con los productos de limpieza personales que con los humos del coche que cogemos para ir al trabajo.