Muchas veces pensamos que los grandes retos de la ciencia implican descubrir grandes cosas, usar técnicas deslumbrantes o inventar ingenios prodigiosos, y creemos que toda la ciencia del mundo que nos rodea está ya estudiada y descubierta. Nos llama más la atención que se intente demostrar la "sexta" dimensión, o que un robot pueda reconocer las caras y, en cambio, se nos escapa la ciencia más cotidiana, la ciencia de las pequeñas cosas. Por casualidad, han caído a mis manos dos de estos ejemplos, publicados en artículos de este año sobre física de fluidos, que quizás porque lo observamos sin aspavientos, nos pueden parecer obvios, pero que si los miramos con atención, espero que os interesen tanto como a mí.

Seguramente todos recordáis aquellas esferas de cristal que en su interior tienen representada una imagen de una ciudad o una montaña nevada, y que hay pequeños copos blancos (las bolas un poco más kitsch tienen purpurina plateada o dorada) que, al mover la bola, hace el efecto que está nevando. Una escena típica navideña del siglo pasado. Pues bien, es muy probable que hayáis visto la versión moderna de la bola de cristal con nieve, en un vídeo corto que se hizo viral este invierno para felicitarnos la Navidad, en que se formaban unos cristales de hielo increíbles sobre una pompa de jabón.

Si no habéis visto cómo se pueden congelar pompas de jabón, os recomiendo que visualicéis estos vídeos, vídeo 1 y vídeo 2). ¡No me digáis que estos cristales de hielo creciendo y dando vueltas sobre la superficie de la burbuja, no son mucho más sugerentes que los copos de nieve cayendo dentro de bolas de cristal! Cierto es que las burbujas también son más efímeras y todas acaban explotando, pero mientras vuelan, reflejan la luz con mil colores irisados, son parte de nuestro imaginario. La congelación sobre una pompa de jabón es un pequeño experimento que se puede hacer fácilmente si tenéis nieve o hielo y una solución de jabón con baja tensión superficial y, justamente este experimento, después de ver los vídeos en Youtube, se convirtió en el objeto de estudio de físicos que querían averiguar cómo crece el hielo y cómo se comporta en distintas situaciones de temperatura exterior. Muchos se exclaman cuando lo ven, pero nadie lo ha estudiado en detalle, porque la dinámica de formación de cristales de hielo no es trivial y para interpretar lo que sucede se necesita una visión matemática de una realidad cotidiana. No es lo mismo si hablamos de congelar y hacer crecer cristales de hielo sobre una superficie plana que sobre una burbuja, donde la transferencia de temperatura es difícil. Los cristales no crecen igual si la temperatura exterior es de 20 grados centígrados, en los que solo se congela la mitad de la burbuja, o está bajo cero, en el que los cristales crecen, generan corrientes y se mueven cubriendo la superficie y creando estos efectos tan vistosos. Para los muy curiosos, en la sección suplementaria justo al final del artículo, en abierto, podéis encontrar varios vídeos donde lo demuestran. Y, para los más atrevidos o con espíritu crítico, el artículo explica la composición del líquido de hacer burbujas, que contiene 79% de agua, 20% de glicerina y 1% de un jabón de una marca comercial. O sea que este invierno, cuando vea nieve en la terraza, intentaré congelar mis propias pompas de jabón, a ver si puedo enviar mis vídeos caseros de Navidad.

El otro experimento científico al que me refiero quizás todavía os parezca más obvio. Hablamos de cocinar el crep perfecto. Me podéis preguntar: ¿Pero los físicos se preguntan sobre estas cuestiones tan pequeñas? Y lo que os puedo responder es que seguro que sí, porque existe la deformación profesional y todas las personas miramos el mundo que nos rodea con los ojos de nuestra experiencia. El problema os puede parecer trivial, pero no lo es tanto si en lugar de hablar de un crepe en que la masa pastelera tiene que quedar bien repartida por toda la sartén antes de que se vuelva consistente por el calor, os hablo de cómo repartir de manera homogénea una masa viscosa que solidifica por una superficie circular de forma que esta quede totalmente cubierta uniformemente. Pues bien, el abordaje matemático ha permitido simular varias alternativas para encontrar la manera menos costosa y más eficiente de hacerlo. Ahora os podría preguntar cómo lo hacéis vosotros para repartir el cucharón de la masa del crep para cubrir todo el fondo de la sartén, y así podremos comprobar si centenares de simulaciones y algoritmos matemáticos permiten optimizarlo diferentemente. Venga, gente... ¿Sois de los que ponéis el cucharón con la masa justo en medio de la sartén y la repartís haciendo una masa fina, inclinando la sartén a ambos lados? ¿O sois de los que ponéis la masa muy junta a un lado, y hacéis dos o tres movimientos concéntricos con la muñeca para repartirla?

La respuesta matemática dice que, cuando una masa viscosa solidifica al poco de contactar con la superficie circular que tiene que cubrir, esta última opción, la de poner toda la masa desviada del centro y hacer unos movimientos concéntricos para repartirla es, claramente, la menos costosa y la más eficiente. ¿Y sabéis qué?, es la manera como lo hacen los chefs de cocina y, probablemente, muchos de vosotros si hacéis crepes a menudo –tanto da si los hacéis de mantequilla y azúcar o los rellenáis de crema de chocolate y avellanas– y que no sepáis mucho o nada de física de fluidos. Al final, todo se reparte con unos golpes de muñeca bien dados. Los humanos actuamos en nuestra vida diaria escogiendo los caminos más cortos porque probamos diferentes opciones y aprendemos de la experiencia. Es gratificante que la física de las pequeñas cosas, la que nos enseña a comprender lo que nos rodea, a racionalizar esfuerzos y optimizar recursos, también da, muy a menudo, la razón a la voz de la experiencia.