Al parecer, los literatos catalanes han vuelto de Guadalajara con una noción compartida. He leído todas las crónicas sobre la FIL que han llegado a mis manos, y todas me han parecido un poco lo mismo: un intento de excusarse y redimirse. El argumento es que la chapuza socialista con la beca para escritores latinoamericanos en Barcelona ha ensombrecido el trabajo de autores, editores y organizadores que dedicaron la semana a hacer brillar el catalán en México. La intención ha sido la de explicar este trabajo separándolo del marco de españolización cultural que promueven los socialistas, pero el momento lingüístico y político es tan crudo, que este tipo de argumentos nacen carentes de toda posibilidad de credibilidad, ya que la crudeza hace obvio que literatura y política no son separables a base de trabajo bien hecho y buena voluntad.

La FIL que ha llegado a Catalunya es la que valdrá para que los estudiantes mexicanos interesados en Verdaguer o en Adrià Tarda en nuestro país no tienen nada que hacer. Las interacciones con extranjeros que parecen entender que un catalán no es un español van muy bien para darse una palmadita en la espalda, pero el procés ya nos enseñó que "el mundo nos mira" no es una buena lógica desde donde entender los engranajes del poder. Da la sensación de que esta feria ha servido para ofrecer un espejismo que permita a los literatos catalanes ir tirando, con la esperanza de que su trabajo no es en vano. Y no lo es. Pero mientras la dominación española se cierna sobre sus —y nuestras— cabezas, la españolización cultural podrá doblegar la literatura catalana a favor de sus intereses siempre que le convenga. Y podrá doblegarla, sobre todo, si la gente del mundo de la literatura finge sorpresa o simula que solo pasaba por allí cada vez que esto ocurra.

Las crónicas de la FIL no parecen otra cosa que el romanticismo de una excursión de catalanes bien recibidos en México hecha pasar por realidad política en Catalunya

El mundo de la literatura catalana es una red de amigos, conocidos y saludados que se alimentan los unos a los otros. Esto alimenta una especie de conversación literaria en la que nadie acaba de decir del todo la verdad sobre la obra del otro, porque entiende que puede perjudicarlo personalmente, que le puede quitar espacios y altavoces, que le puede costar una crítica que se traduzca en malos números en el mejor de los casos, y en una autoestima herida que le impida seguir escribiendo con desenvoltura en el peor de los casos. Los eventos como la FIL generan una ficción sobre el estado de salud y la robustez de la lengua porque sirven de lubricante social a la red literaria catalana, fortaleciendo la fantasía de que es un grupo de apoyo mutuo más o menos homogéneo y entregado a la misma causa. Y que, juntos, podrán matar al dragón.

Es imposible que su experiencia personal de Guadalajara —entre el team building regado con mezcal y las stories jurándose amor eterno— no sea vista desde Catalunya como una alucinación naíf y de autoconsumo hábil, sobre todo, para seguir haciéndose la pelota los unos a los otros. Y para sentirse menos solos los días en los que escribir les resulta una lucha precaria consigo mismos que les resulta difícil de ganar. Ateniéndonos a la situación que atraviesa el país en todos los frentes, las crónicas que nos han llegado, leídas desde fuera de esta dinámica, no parecen otra cosa que el romanticismo de una excursión de catalanes bien recibidos en México hecha pasar por realidad política en Catalunya; una anestesia hecha pasar por antídoto con el objetivo de desligarse del manoseo españolista que no pudieron o quisieron prever. Pero la apisonadora españolista es la cotidianidad de la vida cultural catalana desde hace muchos años, y cobrar de ella o prestarse a ella para después hacerse el despistado cuando las cosas se revelan como son, ya no sirve de atenuante. La FIL que ha llegado a Catalunya es la imagen justa, porque se lee sin subterfugios, sin equilibrios, y sin la distorsión moral de que trabajando mucho podemos dejar de preguntarnos para quién realmente trabajamos.