A veces, la mejor manera de entender rápidamente de qué estamos hablando es recurrir a un sinónimo. Una palabra menos habitual en un contexto que sea capaz de crearnos, de inmediato, una imagen en el cerebro. Podrida es sinónimo de corrupta. Lo es en un contexto moral o ético, y lo es también en un contexto físico o material. No está tan claro que lo sea en un contexto político o institucional, donde algunos sinónimos serían clientelista, manipulada, prevaricadora, fraudulenta, desleal, malversadora... Volvemos a toparnos con palabras que no nos ayudan a formar una imagen clara en la mente. Como el ámbito moral o ético incluye —sin ninguna duda— a las personas, las conductas y las instituciones, me mantengo en la expresión: la España podrida.

El último presidente del Gobierno de España cayó por corrupción. Todo parece indicar que el actual presidente del Gobierno de España caerá también por corrupción. Y, pese a pertenecer a partidos totalmente opuestos, ambos han dicho lo mismo cuando se ha hablado de corrupción: que no sabían nada. Y donde uno dijo "todo es mentira salvo alguna cosa", el otro ha dicho "sobre algunas verdades se han dicho muchas mentiras". Contra Rajoy la moción de censura sumaba, y cesó. Contra Sánchez no suma y, de momento, no cesa.

Sánchez ha intentado defenderse y ha cometido grandes errores. Lo ha hecho con un vergonzoso “y tú más”, esperando que nuevos casos de corrupción de un partido que ya fue condenado por corrupción inicien su recorrido judicial en las próximas semanas. No tiene capacidad para reunir los apoyos necesarios para afrontar una moción de confianza. No ha sido capaz de tomar ninguna medida relevante para ganar algo de credibilidad. El escenario político en España es entre corruptos o corruptos: la España podrida.

Corruptos hay en todas partes y, lejos de intentar hacer partidismo con ello, lo que hay que hacer es limpieza

Pero Sánchez ha cometido un error más. Ha dado un paso más para pasar de la corrupción política a la corrupción moral y ha entonado una especie de “para que vengan otros corruptos, mejor nos quedamos nosotros, que al menos somos de izquierdas”. A esta especie de superioridad moral también se sumó Gabriel Rufián diciendo “las izquierdas no roban”, como si quienes roban fueran las ideologías y no las personas. Corruptos hay en todas partes y, lejos de intentar hacer partidismo con ello, lo que hay que hacer es limpieza. Más allá de los eslóganes, lo más adecuado para describir la situación actual en España es decir que hay personas corruptas tanto en la derecha como en la izquierda, y que no hay ninguna diferencia en cómo han reaccionado los partidos cuando la corrupción ha sido descubierta. Dentro de la España podrida hay dos elementos más que no pueden pasarse por alto: las empresas corruptoras y la sociedad. A nivel empresarial parece algo sistémico, y a nivel social la incapacidad de la gente para indignarse es muy significativa.

Frente a la España podrida, el independentismo ha reaccionado tácticamente. A mí no me ha acabado de convencer. Que el portavoz de Esquerra Republicana, a la hora de reaccionar, se incluya dentro del grupo de la izquierda española, quizá explica demasiadas cosas. La prudencia de Junts —conscientes de que hay muchas negociaciones avanzadas y mucho en juego—, aunque comprensible, es demasiado arriesgada. Es precisamente ante situaciones como esta, donde el populismo encuentra terreno fértil para crecer, cuando hay que actuar con determinación. No puede parecer que, ante dos partidos corruptos, el PSOE sea la mejor opción. Primero, porque ante dos corruptos ninguno es buena opción; y segundo, porque ahora el PSOE es mejor porque necesita los votos del independentismo, no nos engañemos. Lo que es favorable es la situación. Tener los votos clave para condicionar la gobernabilidad de España. Tener los votos clave para que no prospere una moción de censura. Tener los votos clave para que no prospere una moción de confianza sin contrapartidas. Eso es lo positivo.

Sánchez lo está haciendo todo mal. Empieza a estar amortizado. Abrazarse a él sería un error. No hay ningún motivo para hundirse con él. Hay que conservar una situación —que como mucho puede durar dos años más— para obtener rédito. Para decidir. La debilidad del PSOE es total. Hay que aprovechar la situación, pero no se puede sostener a Sánchez. No se puede no reaccionar ante la corrupción; hay demasiado en juego. España está podrida, y elegir entre el corrupto menos malo saldrá caro. Provocar unas elecciones que probablemente ganaría la derecha y la extrema derecha es una mala opción, pero abrazarse a Sánchez también lo es. Se puede mantener la situación, pero hay que exigir cambios importantes. El sustituto de Sánchez lo debe decidir el independentismo.