Lo sabemos desde 1985. El primero en denunciar el expolio fiscal de Cataluña fue Ramon Trias Fargas, diputado de CiU en el Congreso español en aquel tiempo. Lo escribió en el libro Narració d'una asfixia premeditada. Les finances de la Generalitat de Catalunya, reeditado por la Editorial Afers en 2011, a instancias de un servidor, justo cuando se estaba cociendo la revuelta soberanista que determinaría la década siguiente. La tesis del libro era tan simple como demostrada. Que el Estado aplica un “ahogo” financiero “premeditado” sobre Cataluña, y al mismo tiempo “aprovecha” el concepto de “solidaridad” para asociar a los catalanes con la idea de “privilegio” y con la avara povertà di Catalogna. Una típica invectiva del españolismo extraída de un verso del canto VIII del Paradiso, aunque Dante no se refería a la Cataluña peninsular, sino que hacía referencia a Sicilia, dominada, desde el 30 de marzo de 1282, por los reyes de la Corona de Aragón. El libro de Trias Fargas debería ser una lectura obligatoria en las facultades de economía de Cataluña y del mundo, al igual que la Divina Comedia en las facultades de letras, si alguien con un poco de perspicacia hubiera promovido su traducción al inglés. A veces los dirigentes políticos no saben ver ni promover lo que es sencillo y barato. Son tan poco creativos que dan pena. Ya sé que no vamos a solucionarlo solo con denunciarlo.

Lo que sucede es que la semana pasada volví a reflexionar sobre el libro de Trias Fargas cuando me topé con la noticia de que la mayoría de las patronales catalanas —excepto Fomento del Trabajo, por supuesto— y un grupo de cámaras de comercio hacían público un manifiesto en el que reiteraban lo que ya sabemos desde hace tiempo. La infrafinanciación de Cataluña, el exceso de solidaridad financiera de Cataluña con el resto de las autonomías y la falta de inversión del Estado en Cataluña están estrangulando la economía catalana y perjudicando su prosperidad. El manifiesto, elaborado a partir de un informe del colectivo Economistas por el Bienestar, fue presentado por el ex-decano del Colegio de Economistas Joan B. Casas, quien en su juventud había estado militando en el PSAN, el partido de la izquierda independentista de los años setenta del siglo XX. El documento subraya que “Cataluña debe tener capacidad para recaudar y decidir sobre el destino de los recursos que genera con el objetivo de potenciar la competitividad de su economía y situar su bienestar y el progreso de sus ciudadanos al nivel de su esfuerzo, sin eludir la colaboración razonable en el equilibrio y la solidaridad territorial”. Esto ya lo sabíamos, lo reitero. Desde 1978, fecha en la que se debatió el anteproyecto de Estatuto de Autonomía en la Asamblea de Parlamentarios. Entonces las izquierdas (PSC y PSUC) y las derechas (AP, UCD, UDCA y UC-DCC) rechazaron el concierto económico, con la firme oposición de Ramon Trias Fargas, precisamente. La propuesta de CDC fue rechazada por 26 votos en contra, 7 a favor (CDC) y 3 abstenciones (ERC y Xirinacs).

Cuando Jaume Giró era aún consejero de Economía y Hacienda del gobierno de coalición entre Junts y Esquerra, la mayoría del 52 % que ya no existe, encargó otro informe sobre el déficit fiscal a una comisión de expertos semejante. Esa comisión la encabezaron el catedrático y ex consejero del Banco de España, Guillem, López Casasnovas, y la secretaria de Hacienda, Marta Espasa, quien sigue ocupando el mismo cargo con la consejera actual de Esquerra, Natàlia Mas. Según sus cálculos, en 2019 el déficit era de 20.196 millones de euros, lo que equivale a un 8,5 % del producto interior bruto catalán (PIB). Los datos mostraban un empeoramiento del déficit fiscal catalán respecto de las últimas balanzas fiscales, del año 2016, cuando el déficit era de 17.049 millones y equivalía a un 8 % del PIB. El manifiesto de la semana pasada repite los mismos datos. Pero añade otro aspecto muy importante: “con los fondos actuales del modelo de financiación común, Cataluña no mejoraría su financiación y mantendría el mismo nivel de déficit fiscal”. Si las cosas siguen así, estamos abocados al empeoramiento.

La única salida es que Catalunya se separe de España. El inconveniente es que los partidos independentistas fracasaron en 2017 y ahora no saben qué ofrecer. Se pelean por las migajas del poder autonómico mientras el PSC, desde la oposición va marcándoles el ritmo y se consolida como alternativa

Como señaló muy acertadamente el ex-decano Casas, es evidente que la infrafinanciación —y por extensión el déficit fiscal— es difícil de solucionar si no se consigue “el control de los recursos propios”. Vuelta a 2012, al inicio del Procés. Incluso retrocedemos hasta el Estatuto de la Transición, que se aprobó en 1979. Supongo que Fomento no ha firmado el manifiesto porque Sánchez Llibre, como buen representante del autonomismo nacionalista que no supo resolver la cuestión del expolio, conoce a dónde lleva el diagnóstico de los expertos. Solo hay una solución: que Cataluña se separe de España. La única opción es la independencia, por supuesto. El inconveniente es que los partidos independentistas fracasaron en 2017 y ahora no saben qué ofrecer. Se pelean por las migajas del poder autonómico mientras el PSC, desde la oposición, van marcándoles el ritmo y se consolida como alternativa. Los líderes de Junts que aseguraban que desde la oposición no se podía hacer nada, y que por esa razón están destruyendo su partido a pasos acelerados, para vengarse con expedientes contra los irredentos que les hicieron perder la mesada, deberían ir a clases de repaso con Salvador Illa. Desde fuera del Govern, el PSC ha impuesto a Esquerra lo que ellos no supieron defender mientras estaban dentro. No obstante, esto no significa que yo esté de acuerdo con las condiciones establecidas por el PSC para aprobar los presupuestos, especialmente porque me parecen obsoletas e irracionales, propias de una derecha conservadora.

Érase una vez… un caracol, una ratita que barría la escalera, los Pitufos, los tres cerditos, Caperucita, un lobo y siete cabritas, Teo y Pippi Calzaslargas, Cenicienta, un flautista, Blancanieves y muchos otros personajes que aparecen en los cuentos para niños y niñas… Lo que quiero decir con esto es que la fábula del déficit fiscal nos ha sido explicada una y otra vez. La presidenta de la Cámara de Comercio de Barcelona, Mònica Roca, ha indicado que los promotores del manifiesto están de acuerdo en el diagnóstico y en denunciar las deficiencias del sistema de financiación actual, pero no en cuanto a la solución. Este es el inconveniente. El diagnóstico lo tenemos hecho hace años. Es tan conocido como las propuestas de reforma de la administración que nadie tiene el espíritu reformista que se necesita para ponerlas en marcha. Se trata de una experiencia similar a la de contemplar el cuadro de La lamentación de Cristo de Andrea Mantegna, de 1480, en el que el pintor renacentista supo reflejar de una manera rotunda, seguramente como nadie antes, el carácter definitivo de la muerte. Cuarenta y cinco años atrás, Trias Fargas ya diagnosticó de qué mal acabaría muriendo Cataluña. La única solución posible entre el diagnóstico y la acción es cambiar de rumbo y buscar un líder y un partido que sean capaces de reunir al independentismo y ofrecer esperanza por encima de los intereses partidistas. Someterse a una cirugía estética para imitar el pasado es suicida.