Las cosas más importantes que he hecho o que he aprendido han salido de mi necesidad de sacarme de encima los miedos que de pequeño heredé de los mayores sin querer. Lo he pensado estos días mientras veía como nuestros chicos se rompían la cara con la policía. Me parece que no aspiran a hacer la independencia, sino que sobre todo intentan salvarse de la porquería de educación que han recibido. 

En Catalunya te educan para ser un cordero o una hiena, es decir, para vivir bajo el signo del miedo, en las zonas más sórdidas y vulnerables de la cadena trófica. Basta con reseguir la trayectoria de las vedets del proceso para entender por qué los chicos salen a la calle a jugarse el físico. ¿Quién querría ser, de mayor, como Mas, como Junqueras, o como Iceta, o como alguno de los referentes artísticos o intelectuales que promociona TV3?

Peter Pan no maduraba porque en el país de fantasía donde vivía no encontraba referentes y no quería convertirse en un pirata. Si rascas en la superficie de las personas enseguida ves que todo el mundo lleva, guardada más o menos adentro, una idea de ambiciosa de sí mismo. Esta idea, en Catalunya, a la gente se le estropea deprisa porque todo conspira para escarnecer o moralizar los anhelos de grandeza y de trascendencia.

Las chicas son educadas en el miedo de ser menospreciadas e incluso violadas; los hombres aprenden desde muy pequeños a sentirse culpables de sus instintos. El pensamiento se pasa por un filtro de intereses que adultera las ideas buenas y promueve visiones del mundo artificiales y contraintuitivas, que apenas sirven para mantener las apariencias un rato. En Catalunya, más que vivir, las personas sobreviven y todavía, encima, todo el mundo da lecciones de felicidad.

Los chicos, pues, van a las barricadas para intentar no volverse adictos a los miedos y a las derrotas de sus padres y sus abuelos. No solo se sublevan contra España. Me parece que también hacen la guerra contra la parte de ellos mismos que no ha superado la Catalunya del lacito. No son nihilistas, como creen algunos filósofos, ni tiene ninguna importancia si saldrá algo aprovechable a nivel político, de su valiente lucha.

Es posible que algunos se desengañen de la política, como muchos de mis amigos de juventud que gritaban Nicaragua Sandinista y me llamaban burgués. Pero las tanganas de los últimos días no serán del todo estériles. Habrá chicos que sacarán el impulso que necesitan para deshacerse de las limitaciones que nos intentan imponer los charlatanes que trabajan para España y para entender que los miedos que no atacan el cuerpo acaban atacando a la inteligencia. 

Al final, si hay tantos catalanes que se sienten mucho más cerca de los chicos que de la policía es porque todo el mundo puede intuir que hay un mundo, más real y más civilizado, en el cual es mucho peor ser Artur Mas que no perder un ojo o un testículo luchando por tu país y por tu idea de justicia.