“La ley no es más que una tapadera para las crueles instituciones que crean en su nombre.”

Jakob Wassermann

Hay dos equivocaciones míticas de las que difícilmente se va a deshacer Sánchez. Cosas del relato, no te desprendes de sus hallazgos ni con agua hirviendo. Una, desde luego, fue la de “Hemos vencido al virus, hemos doblegado la curva” y la otra, sin duda: “¿De quién depende la Fiscalía?, pues eso”. Madre mía, ¡qué pifia! No va a haber frase con la que le den más veces en la cabeza a él y a su entorno. El presidente del Gobierno ha tenido que aprender después lo complejas que son en realidad las cosas.

Hay mucha alma tan cándida como la de Sánchez. Estos días en Catalunya he oído voces que han metido en un morral un montón de cosas que han hecho fiscales muy diversos y para decirnos que todo es una conjura que demuestra como la Fiscalía del malvado gobierno socialista se ocupa en hacer la pascua a los catalanes a base de bien. Si todo fuera tan sencillo, yo me tendría que jubilar. ¿Para qué pasarse años intentando desentrañar las complejas corrientes de poder que circulan en todos los estratos institucionales para poder explicárselas si todo se resume en ese absurdo pincel grueso?

Todo es mucho más sutil y complicado. Creo que hasta Sánchez se está dando cuenta, a veces a palos. ¡Hay que ser muy simple para atribuirle todo lo que no nos guste a Dolores Delgado y además a las instrucciones del Gobierno! En serio, hay que hilar más fino si se quiere saber de verdad de dónde vienen los tiros y a qué responden.

La situación dentro de la Fiscalía dista de ser la de un balneario de aguas termales. No lo es dentro de ningún organismo en el que se trabaje con el poder

La querella por desobediencia interpuesta por la Fiscalía contra Roger Torrent, y los miembros de la Mesa Josep Costa, Eusebi Campdepadrós y Adriana Delgado, no puede analizarse como una decisión política, porque no es tal decisión, sino un imperativo. Siento decirle a Budó que no se trata de “un aviso a navegantes”, que el aviso ya se lo fue dando, con nombres y apellidos y de forma individual el Tribunal Constitucional a cada uno y que fue el Tribunal Constitucional el que ordenó deducir testimonio. Deducir testimonio es abrir una investigación. La Fiscalía no podía hacer otra cosa. Tenía la obligación de cumplir con lo que el Constitucional había ordenado y bajo ningún concepto puede considerarse que esta sea una acción política instrumentada ni desde el Gobierno ni desde la Fiscalía General. Pueden decir lo que quieran, claro, pero no es verdad.

Cuestión diferente es debatir si la reforma que convirtió a un órgano constitucional como el TC en un órgano que podía “ejecutar” sus decisiones —algo que es propio de la jurisdicción ordinaria, cuyo papel es juzgar y ejecutar lo juzgado— fue apropiada o si, por el contrario, con ese cambio en 2015 lo que hizo Rajoy fue esconderse tras las togas del TC y, de paso, darles esa pátina de última instancia jurisdiccional que tantos de sus miembros procedentes de la judicatura añoraban. Es lícito y apropiado cuestionarse si es posible en democracia prohibir a un Parlamento debatir sobre la cuestión que sea. Es esa una polémica que es lícito suscitar, porque es pertinente, grave y de fondo y su recorrido nos puede llevar de nuevo a Europa. Por contra, pretender que todo esto es una maniobra de la malvada bruja Delgado es de una banalidad asombrosa.

También a la susodicha Delgado, como mítica ejecutora de los planes del Gobierno, he oído estos días atribuirle la orden para recurrir el tercer grado de los presos y hasta, según leo por aquí, la de pedirle a Hasél cinco años de cárcel por alguno de sus entuertos. Sólo poniéndonos al nivel de Sánchez en aquella infausta entrevista —“¿De quién depende la Fiscalía?, pues eso”— podemos aceptar tal discurso. Es mucho más complejo. Dentro de la Fiscalía hay fiscales de muy diversas tendencias, pero con predominio de los conservadores y los muy conservadores. Todos ellos, comprenderán la ironía, adoran a la fiscal Delgado y por eso le consultan cada paso que dan o ejecutan sus órdenes hasta sin hablar con ella, por pura telepatía. No seamos ingenuos. Desde la llegada de Dolores Delgado a la Fiscalía General apenas ha realizado un puñado de nombramientos para las jefaturas autonómicas o especiales y eso significa que la mayor parte de los fiscales jefes no tienen por qué tenerla como santa en su peana.

Son muchos los enemigos internos que la fiscal general tiene y bastantes de ellos están distribuidos en diferentes áreas de responsabilidad. Ella no hará un movimiento en falso para dar instrucciones o meter baza donde no pueda o no deba y ellos no darán un paso para preguntarle por lo que no quieran que les responda

La segunda cuestión que hay que calibrar es que en la Fiscalía la información fluye de abajo hacia arriba y no a la inversa, es decir, que son los fiscales encargados de cada asunto en los territorios los que lo comunican a sus superiores y así, si lo estiman oportuno, hasta llegar a la cúspide. La mayor parte de las cuestiones no llegan al palacete de Fortuny. Ese es, evidentemente, el caso de la petición de pena para Hasél en Lleida, de eso Delgado se enterará por las noticias, si le da tiempo a leerlas.

Tampoco los fiscales del TSJC habrán hecho ninguna consulta, ni tienen por qué, para recurrir un tercer grado que llevan recurriendo desde el primer momento, con el beneplácito del Supremo, y que van a seguir recurriendo hasta que vuelva allí. Ninguna sorpresa ni ninguna conspiración especial. Precisamente en las cuestiones del procés, la fiscal general del Estado ya dejó claro que se abstendría, así como de cualquier otra que tuviera relación con su anterior cargo dentro del Gobierno. Si a ella se le olvidara, no se preocupen, ahí tiene como perro de presa a la conservadora Asociación de Fiscales, que no pierde oportunidad de mirar a ver si comete un desliz para afeárselo o para que le cueste el puesto.

La situación dentro de la Fiscalía dista de ser la de un balneario de aguas termales. No lo es dentro de ningún organismo en el que se trabaje con el poder. Son muchos los enemigos internos que la fiscal general tiene y bastantes de ellos están distribuidos en diferentes áreas de responsabilidad. Ella no hará un movimiento en falso para dar instrucciones o meter baza donde no pueda o no deba y ellos no darán un paso para preguntarle por lo que no quieran que les responda. No se dejen engañar por los que la presentan como un ente mítico, único, unívoco, siempre malvado y con un poder incontestado. Por eso creo que voy a seguir siendo útil para desenmarañar todos los entresijos y los tejemanejes, tanto para poder poner el grito en el cielo cuando se produzcan hechos que lo merezcan como para reconocer cuando no es preciso.

Sin embargo, hay otras cosas en las que conviene no perder comba. Puestos a enredar les digo: no pierdan de vista a Marchena. No hay quien se trague que ha guardado sus ambiciones en el bolsillo y que ahora mira todo esto de la renovación del Consejo practicando el silbo gomero. Demasiado poco se habla de él como para que no haya que pensar que algo se cuece en su torno. Sigan atentos.