Estelle Rosemary Ramey es una endocrinóloga norteamericana conocida por haberse plantado ante el cirujano y político Edgar Berman, que defendía que las mujeres no eran aptas para ocupar cargos públicos de cierto nivel porque tenían "furiosos desequilibrios hormonales". La polémica con Berman la abrió Patsy Mink, cuando en la Convención Demócrata de 1970 preguntó por qué no había mujeres en altos cargos. La respuesta fue demoledora, Bergman utilizó este argumento para defender que las mujeres no pueden mandar: "Las violentas tormentas de desequilibrios hormonales mensuales hacen impropias a las mujeres para acceder a altos cargos". Y la guinda de su explicación fue: "¿Se imaginan a una presidenta menopáusica tomando la decisión de Bahía Cochinos en Cuba? En igualdad de condiciones, yo prefiero que un hombre como John Kennedy tome decisiones en una crisis, antes que una mujer de su misma edad". Ramey no estaba en la convención, pero hizo una carta y la envió a diarios donde exponía su perplejidad y sorpresa por descubrir que las hormonas ováricas eran tóxicas para las células cerebrales. Además, indicó que precisamente Kennedy tenía la enfermedad de Addison, con graves desórdenes hormonales e implicación brusca en el carácter, y que nadie pensó que Kennedy fuera inapropiado o incapaz para tomar decisiones en aquel histórico momento.

Estelle Ramey es la persona que intuyó que la igualdad llegaría cuando en el poder hubiera mujeres con pocas luces, tal como pasa con los hombres que hay gobernando

Esta gran mujer, Ramey, que había nacido el 23 de agosto de 1917, provenía de una familia de inmigrantes judíos de Brooklyn en la que el padre muere cuando ella es adolescente y la madre, analfabeta, la anima a estudiar, como sus hermanos. Estelle Rosemary era una estudiante brillante de matemáticas y biología que pasó de curso más de una vez por ser una alumna aventajada y que acabó doctorándose en Fisiología en la Universidad de Chicago, donde fue la primera mujer profesora. Tuvo mucha paciencia durante su carrera con académicos que no la querían, y finalmente fue una universidad gobernada por jesuitas, la de Georgetown, la que en 1966, en momento de ebullición de derechos, le dio una oportunidad. Ganó la titularidad y fue la primera profesora del Departamento de Fisiología y Biofísica y se quedó hasta la jubilación en las aulas y laboratorios. Uno de sus descubrimientos fue entender por qué las mujeres viven más que los hombres (entre 7 y 9 años más) correlacionando hormonas sexuales y longevidad.

Gracias a personas como Estelle hoy el feminismo es más evidente. Ella es la persona que intuyó que la igualdad llegaría cuando en el poder hubiera mujeres con pocas luces, tal como pasa con los hombres que hay gobernando. Estelle no utilizó la fe de sus padres (judía) para llegar a ninguna conclusión vital. Sus estudios bioquímicos y médicos eran suficientes, para ella. Mujeres como Estelle son luz y sentido común en un mundo que las excluyó (perdió una opción en una plaza de profesora universitaria porque le dijeron que tenía que ir a casa a cuidar el marido). Mujeres como Estelle son un estímulo para niñas que quieran ser científicas. Mujeres como Estelle son un faro en política ante argumentos insolentes que utilizan indicadores biológicos para menospreciar la capacidad mental de gobernar de mujeres políticas.