"Es un hecho que el hombre tiene que controlar la ciencia y chequear ocasionalmente el avance de la tecnología" 
T. H. Huxley

Días extraños estos en los que se aplaude sin cuestionamientos que en un hospital público de Barcelona, el Clínic, se haya sometido a dos mujeres a operaciones de alto riesgo, se haya esterilizado para siempre a una de ellas de 36 años, y todo para conseguir cumplir el deseo de una de sentir a un bebé en su vientre porque, según ha declarado, la adopción es larga y te niega esa experiencia. No sé si lo ha dicho ya alguien, pero como poco el trasplante de útero de mujer viva tiene gravísimos problemas éticos y pone sobre la mesa cuestiones como el riesgo-beneficio de las intervenciones médicas y la utilización de recursos públicos para satisfacer egos y deseos. Hay que cuestionarse el aplauso y tener un debate serio sobre un experimento que puede abocarnos a graves problemas. Eso sí, no cabe duda de que hoy hay una mujer con sus ganas colmadas y un grupo de profesionales con la medalla de la hazaña de ser los primeros prendida.

No soy la única que ve problemático, o incluso aberrante, lo que se ha tratado en muchos medios como acontecimiento digno de celebración y aplauso. Miren, no. Aquí hay mucha tela que cortar. Partamos de la base de que no existe el derecho a la maternidad ni el derecho a gestar. Existe un derecho fundamental a poder hacerlo libremente siempre que sea posible, no un derecho a hacer lo imposible o lo improbable o lo peligroso para ver cumplido un ansia. En gestar o no gestar no te va la vida. No se trata de un trasplante que busque la supervivencia de nadie; se trata de un trasplante con riesgo para dos personas, con un objetivo meramente aspiracional.

Los profesionales del Hospital Clínic acudieron en su día, hace más de dos años, con su proyecto experimental a la Comisión Permanente de Trasplantes —en la que se integran las comunidades autónomas y la Organización Nacional de Trasplantes— y no se les aprobó en primera instancia porque se trataba de un trasplante de persona viva —especialmente restringidos y protegidos—, de mujer en edad fértil, y con graves dudas en la relación riesgo-beneficio que siempre ponderan los comités de bioética. Los investigadores dicen que usar el útero de cualquier mujer fallecida donante multiorgánica les complica la cuestión, puesto que los órganos son extraídos en función de su relevancia vital para los receptores —corazón, pulmones, etc., hasta páncreas u otros— y el útero sería recogido en último lugar, por lo que podría estar en peores condiciones. Esto, a mi parecer, solo refuerza la idea de que un trasplante de útero no es en absoluto necesario para la vida.

Tampoco se aceptó la sugerencia de que se utilizara para la donación a mujeres perimenopáusicas, como una forma de asegurar que el ciclo de fertilidad no puede ser revertido, es decir, que se vacía a mujeres que no podrían gestar ya. No, se ha vaciado a una mujer de 36 años que, a pesar de haber manifestado que no quiere tener más hijos dado que ha procreado ya una vez, todos sabemos que podría cambiar de opinión por variadas circunstancias. Aun con todo, siguieron adelante, con la aprobación de los organismos catalanes, de los que estaría bien saber cómo sortearon las evidentes dudas que plantea esta cuestión.

Los úteros de las mujeres. Trasplantados, alquilados y mañana ¿vendidos en países pobres o con menos control?

Así que ahí tenemos en la mesa de operaciones —¡once horas!— a una joven que corre un grave riesgo y que quedará estéril y de por vida con las consecuencias derivadas de una histerectomía que no necesitaba para nada. En otra mesa tenemos a su hermana que se somete a una arriesgada operación —¡cuatro horas más otras por la retirada!— que tomará después inmunosupresores, que recibirá embriones implantados —la primera vez abortó, hubo una segunda— hasta alumbrar por cesárea a un bebé de bajo peso, 1.100 gramos, y del que se desconocen los efectos que la medicación utilizada puedan acarrearle. Después una nueva operación, un nuevo riesgo, para retirarle esa matriz que le es ajena y que, supongo, acaba en la basura biológica. "La infertilidad hace sufrir a mucha gente" dicen los doctores que han llevado a cabo la hazaña ¿Es el sufrimiento por no poder llevar a cabo un hecho no vital suficiente para compensar todos los riesgos? ¿Están seguros de que no habrá otros sufrimientos iguales o peores posteriores a su intervención?

Los úteros de las mujeres. Trasplantados, alquilados y mañana ¿vendidos en países pobres o con menos control? Tal y como diu un experto en derecho reproductivo, miembro de varias ponencias legales: "sigo manteniendo que el útero tiene una calificación jurídica de cosa —con toda la singularidad y especificidad— no puede enajenarse y entiendo que tampoco donarse, son negocios jurídicos fuera del comercio".  Con ello hace referencia al artículo 1.272 del Código Civil. Res extra commercium. Y es que la medicina del deseo, tanto de pacientes como de médicos, puede llevarnos a abismos difíciles de remontar y que llevan aparejada una instrumentalización evidente del ser humano. Algo que ve palmariamente cualquiera que no se deje engatusar por la emocionalidad que se ha buscado en el anuncio: ¡una madre satisfecha, un nuevo ser sobre la tierra, unos médicos orgullosos! De momento la tasa comprobada de fallos de la técnica es del 79%, pero ya verán cuando consigan mejorarla. Es obvio que acabaremos viendo cuerpos masculinos intentando gestar de esta forma. Otro negocio.

Por último, consideremos el enorme esfuerzo económico y científico realizado para este solo caso por un centro público barcelonés. Este esfuerzo ha comprometido una cantidad estratosférica de medios económicos y humanos de origen público. Las listas de espera en Catalunya para una histerectomía necesaria son de 160 días y han aumentado un 26% en el último año. El deseo de esa madre era inmensamente caro y lo hemos pagado entre todos.

No entiendo cómo se ha producido un aplauso casi unánime. En mi opinión solo ha sido un desatino que presagia otros.