Se ha puesto en marcha la campaña electoral. Durante quince días, asistiremos al ritual de solicitar el voto de la ciudadanía con promesas que luego no se cumplirán, o bien apelando al miedo de que ganen el PP y Vox. Dado que la convocatoria es española, en Catalunya los partidos estatales desean establecer el marco mental de que la confrontación se centra en una supuesta izquierda y una derecha que requerirá la extrema derecha para lograr el éxito. Como se ha demostrado con la elección de Jaume Collboni como alcalde de Barcelona, en Catalunya la disputa no es esta. La línea divisoria es siempre, al menos desde hace una década, independientemente del tipo de elección, entre los españolistas y los independentistas. La coalición entre PSC, En Comú Podem (Sumar) y PP que desbancó a Trias, se repetirá en la Diputación de Barcelona sin que pase nada. Por el contrario, al establishment catalán, si no lo aplaude, le parecerá bien la existencia de una coalición que españoliza la política catalana con gran satisfacción de Madrid. Que las papeletas de Sumar - En Comú Podem lleven la cara de Yolanda Díaz, la líder de un populismo auspiciado por el PSOE para domesticar a Unidas Podemos, es como si el PSUC hubiera decidido poner la cara de Santiago Carrillo en vez del logotipo del partido de los comunistas de Catalunya. El PSUC no obvió el logotipo de las cuatro barras con la hoz y el martillo seguido de las siglas, ni en las elecciones de los 1980, en las que el cabeza de lista era un independiente, Josep Benet. La deriva españolista del espacio que afirma ser el legítimo representante del PSUC es cada vez más inquietante.

Dado que no existe ninguna alternativa real que pueda sustituir a los partidos independentistas que todavía sostienen que la prioridad es enfrentarse a Madrid sin convertirse en la muleta del PSOE o del PP, no hay ninguna otra opción que ir a votar Junts o a la CUP

Ahora que estamos en campaña, parece que Gabriel Rufián tiene prisa por desmarcarse de Sumar y de la izquierda española a la que se ha sometido desde 2017. Es por eso que fichan a exconvergents recalentados. Creer que conseguir los indultos de nueve encausados (entre cuatro mil) es una gran victoria de esta estrategia, es tan absurdo como creer que ganar determinados pleitos judiciales nos hará libres. Los desastrosos resultados electorales en las elecciones municipales del 28 de mayo impulsan a Rufián a establecer distancias, pero no tantas como para replantearse los pactos con el PSC en toda Catalunya. La animadversión entre Junts y Esquerra es tan absurda e irresponsable que ambos partidos han servido el poder al PSC en bandeja. Quince días de campaña no solucionarán los errores cometidos durante diez años. Ningún independentista debería caer en la trampa que nos han preparado el PSOE y Sumar. La prioridad del independentismo no radica en la movilización, tal como ha manifestado el presidente Aragonès, en contra de una “oleada reaccionaria” liderada por el Partido Popular y Vox. Si es necesario votar, que no dudo de que debemos hacerlo, es porque la prioridad es derrotar al PSC y Sumar - En Comú Podem, que en Catalunya representan al españolismo. En Catalunya, PP y Vox son una minoría. La izquierda españolista ha combatido al independentismo a brazo partido. ¿A caso han olvidado los discursos incendiarios de Coscubiela y Rabell (actualmente concejal del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona) de 2017? Las arengas unionistas de estos dos diputados de lo que hoy representa Sumar fueron aplaudidas a rabiar por Ciudadanos y el PSC de Iceta. El planteamiento de Esquerra es totalmente erróneo y si fuera mayoritario entre los independentistas, entonces sería más conveniente no ir a votar. En el País Valencià y en las Islas Baleares este planteamiento ha dejado huérfano al electorado valencianista y mallorquinista. Una pena. En Catalunya, en cambio, si triunfan las tesis de los que quieren castigar a todos los partidos independentistas por igual, el resultado puede llegar a ser el mismo: un desastre. Dado que no existe ninguna alternativa real que pueda sustituir a los partidos independentistas que todavía sostienen que la prioridad es enfrentarse a Madrid sin convertirse en la muleta del PSOE o del PP, no hay ninguna otra opción que ir a votar Junts o a la CUP. Elijan ustedes, según sus preferencias. La radicalidad de una propuesta queda demostrada cuando alcanza el objetivo perseguido. El don de la oportunidad es fundamental.

El PSOE fue el aliado necesario del PP para aplicar el 155 en Catalunya y perseguir judicialmente no solo a los líderes del procés, sino también a los jóvenes independentistas que salieron a la calle para hacerles frente. Su sueño es que Puigdemont sea extradito y encerrarlo en prisión, como quien repite la acción de las tropas borbónicas cuando mostraron la cabeza degollada del general Moragues en el Portal de Mar para demostrar quién mandaba. Los partidos españolistas quieren esto, porque el escarnio contra Puigdemont es el símbolo de que, por fin, el independentismo habrá sido derrotado. A los sepultureros de los partidos independentistas, los abstencionistas, les parece bien este caos general, ya que de este modo creen tener la oportunidad de iniciar un tipo de resurrección mágica, basada en una crítica feroz a todo. Una crítica que, en vez de animar, desanima aún más a un electorado independentista que está descontento, en una proporción similar, con los aventureros y con los que antes tenían prisa y que posteriormente se rindieron todavía más de prisa. La crisis de liderazgo en Catalunya es tan evidente que las elecciones del próximo 23-J pueden confirmar un cambio de tendencia que posibilitará la pérdida definitiva de la mayoría parlamentaria independentista, aunque en la actualidad ya no sirva para nada, ni siquiera para estabilizar al débil gobierno de Pere Aragonès.

Abstenerse en estas elecciones es contribuir a la victoria del españolismo, en la versión teóricamente amable. Defender la libertad de Catalunya es derrotar al PSC y Sumar

El miedo es el recurso que utiliza el españolismo para desactivar al independentismo y propiciar que Catalunya caiga en un estado de excepción permanente. Después de la represión de 2017, el miedo ayudó a someter el independentismo y a anular las conquistas del 1-0. El españolismo de izquierda usa el miedo al PP y a Vox para anular el independentismo y derrotarlo electoralmente. No todos los partidos independentistas caen en la trampa y esto es lo que debería saber apreciar un elector responsable. Abstenerse en estas elecciones es contribuir a la victoria del españolismo, en la versión teóricamente amable. Defender la libertad de Catalunya es derrotar al PSC y Sumar. A pesar de que el independentismo vuela con plomo en el ala, todos los titulares de los medios de comunicación destacarían la victoria del independentismo como la persistente fortaleza del único movimiento de rebeldía que ha sido capaz de desestabilizar al estado. Muy por encima, por supuesto, del 15M.