El vicepresident Oriol Junqueras no se va a sentar hoy en el  Parlamento Europeo porque el Tribunal Supremo manda más que el Tribunal de Justicia de la UE -que se guardó muy mucho de decirle al juez Manuel Marchena lo que tenía que hacer pese a que reconoció la inmunidad retroactiva del líder de ERC-; manda más, incluso, que David Sassoli, presidente de la Eurocámara, quien, así como incluso habilitó una taquilla para el líder republicano a raíz de la resolución del TJUE, le retiró el escaño después de ser informado por la Junta Electoral Central española, y, de nuevo, el Supremo, de la condena que cumple.

En cambio, ese mismo Parlamento de Estrasburgo va a abrir hoy sus puertas al president exiliado Carles Puigdemont i al conseller Toni Comín. Lo que, únicamente se explica por el hecho de que, a diferencia del caso de Junqueras, el Supremo no puede ejercer mando alguno sobre ellos porque no ha podido juzgarlos (y condenarlos). Y si hilamos más fino aún, no fue la justicia europea strictu sensu, sino la del land alemán de Schleswig-Holstein y la de Bélgica, la que ha decidido que continúen en libertad, como el resto de exiliados -en el caso de la consellera Clara Ponsatí, la justicia escocesa-.

Así que fue la decisión de Puigdemont y Comín de ponerse en manos de otras justicias de Europa lo que les va a permitir ejercer con plenitud sus derechos políticos en la Eurocámara. Los que hasta hace pocos días se hacían los ofendidos porque gracias al reconocimiento de la inmunidad de Junqueras, Puigdemont y Comín iban a poder ser eurodiputados, tendrán que reconocer ahora que gracias a los exiliados, el conflicto Catalunya-España y la situación de los presos y presas políticas en un Estado de la UE, va a irrumpir como un ciclón, finalmente, en el centro de la agenda comunitaria.

Gracias a Puigdemont y Comín, a su decisión de exiliarse, Junqueras va a estar presente, muy presente en las sesiones del Parlamento Europeo

Gracias a Puigdemont i Comín, a su decisión de exiliarse, de darle la espalda a la justicia española, a esa justicia que impide al líder de ERC ejercer como eurodiputado, Junqueras va a estar presente, muy presente, en las sesiones que a partir de hoy va a celebrar la Eurocámara. A partir de ahí, las dos fuerzas que comparten el Govern y el liderazgo del movimiento independentista, JxCat y ERC, ERC y JxCat, deberían revisar su estrategia de confrontación. El nuevo escenario prácticamente les obliga a ello, incluso si se convocan pronto nuevas elecciones al Parlament.

A la recomposición de la unidad independentista debería contribuir la situación del president Quim Torra, quien, guste o no, simboliza en este momento el legítimo derecho de las instituciones catalanas, las gobierne quien las gobierne, a defender su integridad frente a otros poderes, en este caso de la presidencia de la Generalitat ante una instancia administrativa como es la JEC. Son los objetivos o luchas compartidas, utilizando la expresión de Jordi Cuixart, los que permiten ampliar la base más allá de los propios y los convencidos; cuanto menos, bastante más que los legítimos aunque, por definición, parciales intereses de partido en la extenuante lucha por la hegemonía del independentismo.

A partir de hoy, mal que le pese a la caverna política y mediática, Puigdemont ya no es un "prófugo" sino un eurodiputado con todas las de la ley salvo aquí

A la vez, la ventana de oportunidad que proporciona el espacio europeo como foro de denuncia y debate del conflicto político que el Gobierno español reconoce y como espacio de neutralidad para encauzarlo no debería ser desaprovechada. Pedro Sánchez, investido gracias a los votos de una parte del independentismo, ERC, sabe que, sin Puigdemont, y aunque esté Torra, la prometida mesa de diálogo con el Govern se queda corta, está coja. Y sucede que, a partir de hoy, mal que le pese a la caverna política y mediática, Puigdemont ya no es un “prófugo” sino un eurodiputado con todas las de la ley salvo aquí. El otro día dijo Oriol Junqueras en RAC1 que Pedro Sánchez tiene el gobierno pero no el poder. El presidente Pedro Sánchez debería atreverse a abrir también una línea caliente de diálogo con el eurodiputado Puigdemont. Además de inflacionar de carteras el Consejo de Ministros para diluir a Pablo Iglesias, esa sería otra manera de demostrar quién manda. Y de practicar la "desjudicialización" del conflicto. ¿O acaso se lo impide algún juez de esos que, como dice el ex juez Santi Vidal, son los que de verdad mandan en España?