Las elecciones celebradas hoy hace ocho días se han saldado en Catalunya con una victoria radiante de ERC. En la parada electoral de los republicanos del municipio donde vivo, este sábado todo eran sonrisas de oreja en oreja, por contraste con la prudencia, y las dudas, de las semanas anteriores. Normal. Desde los años treinta del siglo pasado, ERC nunca había ganado unas elecciones generales españolas en Catalunya. El millón de votos alcanzado por los de Oriol Junqueras -que ha tenido que hacer campaña desde la prisión y el Tribunal Supremo, como otros candidatos de ERC y de JxCat procesados por el 1-O- han teñido literalmente de amarillo el mapa de Catalunya. Catalunya le ha dicho a Inés (Arrimadas) que podrá arrancar los lazos pero quedarán los corazones y la decencia. ERC ha sido la primera fuerza en todas las comarcas salvo en 7, en las que ha emergido el rojo del PSC: Barcelonès, Vallès Occidental, Baix Llobregat, Baix Penedès, Garraf, Tarragonès y Val d'Aran. Junts per Catalunya (JxCat), la formación de los presidentes Carles Puigdemont y Quim Torra, ha retenido 7 de los 8 diputados de la extinta Convergència, pero ha sido claramente arrinconada por ERC, convertida en partido de referencia en las elecciones españolas. Es cierto que ERC ya había hecho el sorpasso a CDC las del 2015 y la repetición del 2016, que ganaron los comunes; pero la relación de 9 a 8 escaños ha sido superada con creces a favor de los republicanos con un contundente marcador de 15 a 7. ERC ha doblado a JxCat en número de diputados y votos. La victoria es incontestable. Pero la batalla por la hegemonía del independentismo todavía está abierta. Las siguientes estaciones son las elecciones municipales y europeas del 26 de mayo. Las próximas elecciones al Parlament -sean cuando sean- acabarán de determinar si el cambio de paradigma, el desplazamiento de la hegemonía del independentismo desde el mundo postconvergente al republicano, es un hecho.

Catalunya le ha dicho a Inés (Arrimadas) que podrá arrancar los lazos pero quedarán los corazones y la decencia

En la parada electoral de ERC del municipio donde vivo están convencidos que la apuesta de Junqueras por "sumar, sumar y sumar", toda una vuelta de rosca al pujoliano "sumar y no restar", ya es imparable. El viento sopla a favor de los republicanos pero, además, en su resultado histórico del 28-A confluyen factores estructurales que apuntan al cambio de paradigma. Es un hecho que Catalunya -como Euskadi- suele votar diferente en las elecciones españolas. Entre 1977 y el 2011, repartió los apoyos entre los socialistas, que siempre ganaban fueran o no gobierno en Madrid, y CiU, decisiva en la gobernabilidad del Estado tanto con la UCD como con el PSOE y el PP. Este cierto equilibrio se rompió en el 2008, cuando el riesgo de que Zapatero perdiera la Moncloa tiñó el mapa catalán de rojo PSC de par en par -CiU sólo aguantó en 6 comarcas-. No obstante, la tortilla dio la vuelta en el 2011: el mapa viró hacia el azul de CiU -con la única excepción de 5 comarcas- como respuesta a la mayoría absoluta del PP de Rajoy. ERC ha hecho virar ahora casi punto por punto del azul al amarillo aquel mapa de hace 8 años y Catalunya -y Euskadi- han vuelto a votar diferente que el resto del Estado.

Sánchez debe en muy buena parte su victoria a la movilización de la izquierda y el independentismo catalán

Si en el 2011 el voto a CiU tenía que servir para frenar la mayoría absoluta del PP y pasar cuentas por las mesas petitorias contra el Estatut, el 2019 ERC ha sido la opción considerada más útil por el electorado para desactivar el temido trifachito y forzar a Pedro Sánchez a negociar una solución al conflicto. El primer objetivo, si bien ERC lo tiene que compartir con el PSC, que ha visto resucitar una parte considerable de su voto después de años y años de retroceso, se ha alcanzado. ERC (1.015.535 votos) y el PSC (958.343) suman casi 2 millones de votos de los 13,2 conseguidos en todo el Estado por las formaciones de izquierda y centro-izquierda, que se han impuesto por 1,6 millones a la derecha y la derecha extrema (11,6 millones de votos en total). Dicho de otra manera, sin el millón de votos que han subido ERC y el PSC -no es el caso de En Comú Podem, que ha perdido cerca de 240.000 papeletas-, la izquierda española habría quedado por debajo de la derecha y la extrema derecha. Si a eso se suma el ridículo del trifachito en Catalunya -estancamiento de Cs, batacazo sideral del PP e irrelevancia de Vox- habrá que concluir que Sánchez debe en muy buena parte su victoria a la movilización de la izquierda y el independentismo catalán.

El desastre del PP de Pablo Casado, el resultado insuficiente de Albert Rivera y la irrupción limitada de Vox no tienen que hacer perder de vista que el conjunto de la derecha española ha crecido en votos, de 11.137.929 en 11.276.920. Es el incremento de la participación del electorado de izquierdas, que ha hecho subir su cómputo global de 11,6 a 13,2 millones de votos, y el castigo de la ley de Hondt a la división en tres opciones del mismo espacio electoral -la derecha sólo ha ganado en Navarra, donde PP, Cs y UPN han ido en una lista unitaria- lo que ha decidido el resultado estatal. En realidad, hay tanta derecha radical y extrema en España como la había antes del 28-A.

Si ERC se convierte simplemente en la CDC de izquierdas que CDC nunca quiso ser podría ser que JxCat se convirtiera en la ERC y nada más que ERC nunca ha acabado de ser

La incógnita es cuál será la respuesta de Sánchez al mensaje del electorado catalán. Y si ERC, señalada como nueva fuerza útil para cambiar las cosas en el escenario político español, para llevar al líder del PSOE a una mesa de diálogo resolutivo, lo hará posible. O bien, si, como CiU el 2011, en plena resaca del golpe contra el Estatuto, y como pudo comprobar Artur Mas el año siguiente con la demanda del pacto fiscal que Mariano Rajoy ignoró, se encontrará las puertas de la Moncloa cerradas a cal y canto. De cómo reaccionen los de Junqueras a la más que probable materialización del no es no de Sánchez al referéndum -el otro factor clave del triunfo del líder del PSOE sobre la derecha desencadenada- dependerá que tome forma el cambio de paradigma en la política catalana y sabremos de qué paradigma se trata. Lisa y llanamente, si volvemos, con una ERC haciendo de nueva CDC pero de izquierdas, a los esquemas de la pura y dura transición, o bien se trata de todo el contrario. En el puesto electoral de los republicanos del pueblo donde vivo me dicen que el primero no pasará. Y me recuerdan que las bases del partido no lo permitieron en su día. Pero me despido pensando que si ERC se convierte simplemente en la CDC de izquierdas, una cosa que CDC nunca quiso ser, podría ser que JxCat se convirtiera en ERC y nada más, una cosa que ERC nunca ha acabado de ser. Lo cual no se sabe si en estos tiempos que corren es un riesgo o una oportunidad.