Junts debe saber que las negociaciones —y no solo las negociaciones, sino cada movimiento— será retransmitido e interpretado en directo, y que muchas personas parten, con razón, del escepticismo más profundo. Y no se puede ofender, ante eso. De ninguna de las maneras. Luego, esta razón, algunos la pierden cuando hablas con ellos durante cinco minutos, porque te das cuenta de que más que criticar actitudes acaban poniendo condiciones a la realidad. Y eso es imposible: puedes poner condiciones a los políticos, a los discursos, a los pactos, a los resultados, pero no a la realidad. Creo que este tipo de escepticismo es, sin embargo, muy comprensible: la decepción del 2017 es tan fuerte que ha creado una profunda desconfianza, ya no hacia las personas, sino incluso hacia la más evidente realidad. El problema es que estamos hablando de la realidad: esta ya no requiere confianza o desconfianza, sino conocerla para, en todo caso, poder cambiarla. Por eso, por la gran decepción que se arrastra y por la voluntad de activar una nueva revuelta lo antes posible, comprendo (sin compartirlas) la mayoría de actitudes abstencionistas. Otras actitudes responden a una notoria y consciente voluntad manipuladora, pero es que incluso eso es lícito. Solo que les funcionaría mejor, siempre, si no fuera tan evidente.

La realidad empíricamente demostrable es que un pacto serio con España es imposible

La realidad dice —como comentábamos anteriormente— que en este momento de las negociaciones no hay capacidad para realizar acción de gobierno (el gobierno español no existe) ni legislativa (a no ser que, como nos informan, ya se está elaborando un proyecto de ley de amnistía). Sí podría aparecer, cómo no, la lista de cosas que se han negociado o que se intentan negociar, al estilo Majestic: creo que de aquí surge la queja del público, y es que si tú vas obteniendo contrapartidas que se limitan exclusivamente al uso de las lenguas en el Congreso, a la solicitud de oficialidad del catalán en Europa o a la cesión de cuatro diputados para obtener un grupo parlamentario propio, parece que toda la negociación esté versando sobre eso. Se me antoja más que evidente que la negociación no está versando sobre esto, y que por ello, precisamente, todavía no vemos nada que se parezca a un pacto de investidura. Una de dos: o bien existe un pacto ya cerrado, pero aún no quieren sacarlo a la luz (en todo caso, con cuentagotas, lo que tiene sus peligros y sus ventajas), o bien todavía no hay ningún pacto e incluso el PP mantiene opciones de cambiar el guion previsto para la próxima legislatura. O bien vamos a una repetición electoral, por supuesto. Yo, por lo que escucho, me inclino más por las opciones segunda o tercera. Pero lo importante, si de verdad nos interesa la realidad, es que evidentemente no se está hablando solo sobre esto. Y más allá de la realidad, en cuanto a mi opinión: pienso que poder tener grupo propio en el Congreso es hoy por hoy lo mínimo que se le debe pedir a alguien que se supone que quiere ser tu interlocutor en las negociaciones, y que quiere convertirse en —ni más ni menos— presidente del gobierno de España. Incluso el PP les cedería los diputados, si fuera necesario. Me parece una evidencia, incluso un detalle formal, que no merece mayor valoración. Ni debemos perder más tiempo, ni ningún político debería perder más tiempo, en eso. Este no es ni mucho menos el tema.

Sobre el tema. Si nosotros no debemos poner condiciones a la realidad, Junts tampoco debería hacerlo. La realidad empíricamente demostrable es que un pacto serio con España es imposible, hemos comprobado de la forma más física que es un estado irreformable (una especie de Rubiales que siempre acaba destapándose) y, por lo tanto, solo esperamos de él que algún día sepa mostrarnos la puerta de salida. Nada más. Y, si no sabe, la puerta nos la tendremos que hacer de nuevo nosotros. A esta realidad empírica tampoco se le pueden poner condiciones, porque existe de forma palpable, y todos los partidos políticos deben respetarla, comprenderla y ofrecer una salida a ella. No se lamenten si la gente se pone nerviosa, porque la gente sabe lo que quiere y ha visto lo que ha visto. En muchos casos, en efecto, no saben cómo hacerlo: pero saben el qué, y lo tienen tan arraigado que a menudo no quieren perder el tiempo con otras discusiones. Junts tiene la oportunidad de demostrar que sus próximos pasos, por incómodos que sean, tienen que ver con el cómo. No con el mientras tanto: con el cómo. Con ofrecer herramientas visiblemente útiles para poder desmontar de forma eficaz esta prisión colectiva. ERC perdió esa percepción, ya sea en imagen o en convicción propia, y le está costando muy caro. Como decíamos, todo se escrutará en directo y habrá que explicar muy (y muy) bien que no se ha perdido de vista el qué. Básicamente, porque sería también perder de vista la realidad. Poner condiciones a la realidad no funciona, ni en una dirección ni en la otra.