El cine no es solo entretenimiento. Es, cuando se hace con conciencia y valentía, un arma de transformación social. Un instrumento capaz de romper silencios, dar voz a los que nadie escucha y movilizar a la ciudadanía hacia la acción. Y cuando hablamos de cine documental comprometido, hablamos de una responsabilidad ética de primer orden: la de contar la verdad, la de no mirar hacia otro lado, la de hacer del audiovisual una herramienta de dignidad y memoria histórica.
Esta semana tuve el privilegio de entrevistar a José Luis Rancaño, director del documental Riadas, que acaba de alcanzar el primer puesto en Amazon Prime Video sin un solo euro de publicidad. Solo con la verdad. Solo con el boca a boca de una ciudadanía que ya no cree en el relato oficial y que busca, desesperadamente, respuestas honestas. La entrevista está disponible en beatalegon.tv, y os animo a verla porque es un ejemplo de lo que el cine puede lograr cuando decide ponerse del lado de las víctimas.
Riadas es un acercamiento brutal, honesto y transparente a la tragedia de la DANA que azotó Valencia el 29 de octubre de 2024. Más de doscientas víctimas mortales, miles de heridos, cientos de miles de personas afectadas y una gestión política que, como bien denuncia Rancaño, convirtió una catástrofe natural en una catástrofe gestionada. El documental recorre las zonas más devastadas, da voz a las víctimas y a los voluntarios que acudieron cuando las instituciones brillaban por su ausencia. Y lo hace con una fotografía brutalmente bella; con una banda sonora que te parte el alma, compuesta por Eneko Vadillo Pérez, y con una honestidad que incomoda, que señala, que no mira hacia otro lado. Este es el cine que necesitamos. Este es el cine que debemos apoyar. Riadas no es una producción comercial. Es un documental sin ánimo de lucro, hecho desde la independencia total, sin subvenciones públicas ni intereses corporativos. Y eso, en estos tiempos, es un acto de valentía. Porque el cine comprometido no busca complacer. Busca incomodar, cuestionar, poner el dedo en la llaga. Y debe hacerlo con la máxima calidad artística posible, porque el respeto hacia los protagonistas de las historias que cuenta exige rigor profesional. Por eso es tan importante que la ciudadanía vea Riadas. Porque cada visualización es un acto de resistencia informativa. Porque cada vez que elegimos consumir contenidos que nos dicen la verdad, estamos debilitando el monopolio de la propaganda y fortaleciendo el periodismo ciudadano. Y porque, como dice Rancaño, hacer este trabajo era una obligación moral con nuestros compatriotas.
El poder del Suncine y la red del cine comprometido
Esta reflexión sobre Riadas cobra aún más sentido cuando la ponemos en el contexto de lo que está ocurriendo ahora mismo en Barcelona. El festival Suncine, que está teniendo lugar en estos días, es una muestra perfecta de lo que el cine ambiental y comprometido puede hacer. Fundado en 1993 por Claudio Lauria y dirigido desde 2005 por Jaume Gil, el Suncine es el festival de cine del medio ambiente más antiguo del mundo en su género. Durante más de tres décadas, estos dos hombres han trabajado incansablemente para crear una red mundial de cine comprometido, una plataforma que da visibilidad a las historias que los grandes medios no cuentan. Y lo han logrado. El Suncine ha pasado de tener menos de cien producciones en su primera edición a recibir más de tres mil en la actualidad. Ha creado alianzas con festivales de todo el mundo, con organizaciones como Naciones Unidas, con productoras como la de Leonardo DiCaprio. Ha premiado a personalidades como Robert Redford, Jane Goodall, Martin Sheen. Y, lo más importante, ha llegado a rozar el medio millón de espectadores, demostrando que la ciudadanía sí quiere consumir contenidos que le abran los ojos, que la incomoden, que la muevan a la acción. La edición actual del Suncine, la número 32, que se desarrolla del 30 de octubre al 23 de noviembre, es una muestra impresionante de lo que el cine puede hacer cuando se compromete con la vida en todas sus formas. Sesenta y cuatro películas centradas en la crisis climática, la biodiversidad, los derechos humanos y los desafíos ecosociales. Documentales que van desde Kaza. El último refugio de elefantes, de Xavier Aldekoa, que inauguró el festival con un aforo completo en CaixaForum Barcelona, hasta Yanuni, dirigida por Richard Ladkani y producida por Leonardo DiCaprio. Yanuni es un documental especialmente potente. Sigue el viaje extraordinario de Juma Xipaia, una líder indígena de la Amazonia brasileña que ha sobrevivido a seis intentos de asesinato mientras lucha contra mineros ilegales, acaparadores de tierras y corporaciones multinacionales que amenazan su territorio ancestral. Es una historia de resistencia, de amor, de justicia climática. Y, como dice la propia Juma, no es solo su historia. Es la historia de muchas mujeres, de muchos jóvenes, de muchos pueblos que luchan por el derecho a vivir, no solo a resistir, en su territorio.
La responsabilidad de la audiencia
Pero aquí viene lo fundamental: estos documentales solo pueden cambiar el mundo si la ciudadanía los ve. Si los compartimos. Si hablamos de ellos. Si los llevamos a las aulas, a los centros sociales, a nuestras casas. Porque el cine documental comprometido no busca solo informar. Busca inspirar a la acción. Busca que, después de ver estas historias, salgamos de la sala o apaguemos la pantalla con la certeza de que podemos hacer algo. De que debemos hacer algo. Y es que los documentales tienen una capacidad única para capturar la realidad, para dar voz a aquellos que a menudo son marginados o ignorados. Al presentar ejemplos de individuos y grupos que han logrado cambios significativos, nos demuestran que el poder de una sola persona o una pequeña comunidad puede marcar una diferencia real en el mundo. Nos motivan a buscar soluciones, a unirnos a movimientos sociales, a tomar medidas concretas para abordar los desafíos que enfrentamos como sociedad. Por eso es tan importante que festivales como el Suncine no se queden solo en las salas de cine. La buena noticia es que toda la programación del Suncine está accesible de forma gratuita a través de CaixaForum+, SUNCINE+ en Play Renfe, y plataformas como Betevé y 3Cat. Esto permite que el festival llegue a todo el territorio español y más allá. Y lo que es aún más relevante: el Suncine tiene una sección específica llamada Cada aula, un cine, una filmoteca digital gratuita dirigida a centros educativos.
Como señalan diversos estudios pedagógicos, el cine tiene la capacidad de trabajar los derechos humanos, de fomentar la empatía, de despertar el sentido crítico de los estudiantes
El cine en las aulas: Suncine y Fescigu
Esta es una de las aportaciones más importantes del Suncine: entender que el cine documental comprometido debe llegar a las nuevas generaciones, debe formar parte de la educación, debe convertirse en una herramienta didáctica de transformación social. Porque, como señalan diversos estudios pedagógicos, el cine tiene la capacidad de trabajar los derechos humanos, de fomentar la empatía, de despertar el sentido crítico de los estudiantes. El cine puede ser un elemento que favorezca una mayor vinculación que otras herramientas pedagógicas, especialmente cuando trabajamos con población en edad escolar que ha crecido consumiendo productos audiovisuales de manera continua. Usar documentales en el aula permite introducir a los estudiantes a problemáticas como la desigualdad, la discriminación, la crisis climática, no solo desde la teoría, sino desde la emoción, desde la experiencia de aquellos que viven estas realidades. Y en este sentido, no podemos olvidar la labor de otro festival fundamental: el Fescigu (Festival de Cine Comprometido de Guadalajara), que acaba de celebrar su 23ª edición del 8 al 11 de octubre en Azuqueca de Henares. El Fescigu, con su lema de este año centrado en la paz, es otro ejemplo de cómo el cine comprometido puede crear espacios de encuentro cultural, social y educativo. Al igual que el Suncine, el Fescigu trabaja con centros educativos, ofrece proyecciones gratuitas y busca generar espacios de reflexión y debate. Tanto el Suncine como el Fescigu ofrecen posibilidades extraordinarias para las aulas. Permiten que los estudiantes no solo vean documentales, sino que reflexionen sobre ellos, que debatan, que se hagan preguntas, que se vinculen emocionalmente con las historias. Y, sobre todo, que pasen de la reflexión a la acción. Que entiendan que el cambio social no es solo responsabilidad de los políticos o de las grandes organizaciones, sino que cada uno de nosotros tiene un papel que jugar.
Cine, cultura, impacto y compromiso
Volviendo a Riadas y a todo lo que estos festivales representan, queda claro que el cine documental comprometido es una herramienta fundamental en estos tiempos de desinformación y propaganda. Obras como Riadas, como Yanuni, como Kaza, nos demuestran que la verdad tiene camino, aunque los grandes medios intenten enterrarla. Que la gente ya no quiere propaganda, quiere hechos, datos, voces reales. Y nos demuestran también que el cine puede reconciliarnos con el género humano. Porque, en medio del horror de la tragedia de Valencia, Riadas nos muestra la solidaridad de miles de voluntarios que rompieron el miedo, que rompieron la censura, que se lanzaron a ayudar cuando nadie más lo hacía. Entre 45.000 y 50.000 voluntarios se movilizaron durante los primeros días tras la DANA. Esa es la España real. Esa es la humanidad que merece ser contada. Por eso os pido que veáis Riadas. Que veáis los documentales del Suncine y del Fescigu. Que los compartáis. Que los llevéis a vuestros centros educativos, a vuestros grupos de amigos, a vuestras familias. Porque cada visualización, cada conversación que generamos alrededor de estos trabajos, es un paso hacia el cambio social que necesitamos. El cine comprometido no puede quedarse solo en las pantallas. Debe inspirarnos a la acción. Debe movernos a organizarnos, a exigir responsabilidades, a construir redes de solidaridad, a no conformarnos con el relato oficial. Como dice Juma Xipaia sobre Yanuni: esta película es un megáfono que tenemos en nuestras manos para mostrar al mundo la realidad, para romper la burbuja cerrada de la comunicación, para fortalecer nuestra lucha. Así que gracias a José Luis Rancaño, a Claudio Lauria, a Jaume Gil, a Richard Ladkani, a Xavier Aldekoa, y a todos los cineastas que dedican su vida a contar las verdades que otros prefieren ocultar. Gracias a los festivales que, durante décadas, han creado espacios para que estas voces se escuchen. Y gracias a la ciudadanía que elige consumir estos contenidos, que elige la verdad por encima de la comodidad, que elige el compromiso por encima de la indiferencia. El cine puede cambiar el mundo. Pero solo si nosotros, la audiencia, decidimos que así sea.