Recuerdo con añoranza la época en la que lo que iba a romper España —siempre hay algo que va a romper España— eran el Estatut y la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Se ve que ambas cosas no podían ser.  Diuen, diuen, diuen que Alfredo Pérez Rubalcaba dijo a los políticos catalanes que negociaban el Estatut que "la OPA vale medio Estatut". O sea, que rebajaran contenidos. Esperanza Aguirre llegó a afirmar que era "una mala noticia para la Comunidad de Madrid que la sede de una de las grandes empresas españolas se traslade fuera del territorio nacional". Jaime Mayor Oreja, entonces en el Parlamento europeo, dijo que la OPA era "una pieza más de la negociación del Estatut". Incluso llegó a afirmarse que todo formaba parte del malvado Pacto del Tinell. Todo esto lo conoce muy bien José Montilla, entonces ministro de Industria y primer secretario del PSC y, posteriormente, presidente de la Generalitat. Ya se sabe cómo acabó eso. El Madrid político y económico, con el presidente de Endesa, Manuel Pizarro, blandiendo la Constitución, boicoteó todo lo que pudo la OPA de Gas Natural con el argumento de que Endesa no podía ser catalana. Pudo ser alemana y acabaría en manos de la italiana Enel, que, lógicamente, le ha sacado todo el jugo que ha podido, y que ha acabado poniendo bajo control italiano activos de interés que la compañía tenía en Latinoamérica.

Los petroestados ganan poder curiosamente en sectores estratégicos privatizados en España en las últimas décadas

Ha llovido tanto desde entonces que ahora quienes entran en sectores estratégicos ya no son ni los catalanes, ni los alemanes, ni los italianos. Son los petrodólares. El grupo saudí STC, propiedad del gobierno de ese país, se ha hecho con el control del 9,9% de Telefónica por 2.100 millones de euros. Telefónica, que cotiza en bolsa y fue privatizada en los años 90, tiene especial incidencia en sectores como el de la ciberseguridad, la política de defensa, la telefonía y los medios de comunicación. Pero, ah, los árabes no rompen España. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha hecho equilibrismos para asegurar que "se protegerán los intereses estratégicos de España" y a la vez no enviar un mensaje de que las inversiones extranjeras no son bienvenidas. Arabia Saudí en Telefónica. Qatar en Iberdrola o Iberia. Emiratos Árabes en Enagás. Los petroestados ganan poder curiosamente en sectores estratégicos privatizados en España en las últimas décadas.

En fin, el mundo de 2023 no es el mundo de 2005. Salvo, eso sí, para dos personas para las que el mundo es el mismo que el de 1978, y a quienes lo único que les preocupa es que España se rompa. Esta vez por una amnistía. Felipe González y Alfonso Guerra. Alfonso Guerra y Felipe González. Los primeros en liquidar los monopolios públicos siguen inmutables, incapaces de adaptarse a la realidad, convertidos en dos personajes conservadores, si es que no lo han sido siempre. Tanto que, a su lado, Montilla —que, como hemos visto, conoce el Madrid del poder— es un auténtico aberzale. “Es curioso que cuando Felipe habla no es precisamente para echar una mano. Me hubiera gustado verle durante la campaña”. ¡Pam!. Lástima que el de Iznájar, conocido entre algunos antiguos colaboradores como "el mudito", se haya hecho suyo lo de "fets, no paraules". Si hablara más, tendría unas memorias interesantes.