Una de las series que miro más a menudo últimamente es Casual. Los protagonistas principales son una divorciada y un soltero que, a pesar de ser hermanos, podrían ser de padres diferentes. Él es un hombre antisocial, pequeño y rubio, que vive de las rentas que le mujer una web de citas. Ella es una mujer alta y morena, con ganas de socializarse, que vive traumatizada porque el marido la abandonó por una mujer más joven.

La mujer, que se acerca a los cuarenta años y vive refugiada en casa del hermano, tiene una hija adolescente muy lista y desganada que tampoco acaba de encontrar su lugar en el mundo. Hace unos capítulos dejó el instituto harta de ver, a la luz de los discursos biempensantes de los profesores, la mala leche que pueden llegar a tener los chicos sin problemas.

De entrada, su tío intentó que estudiase en casa, pero finalmente los hermanos encontraron una asociación independiente de padres y ahora estudia con un grupo de chicos "especiales". En este círculo ha conocido un negrito con cáncer terminal que se folla en las horas libres. Empezaron haciendo un trío de despido con una amiga que resultó ser lesbiana, pero ya veo que si el chico se cura lo dejará o tendrán un descalabro.

La serie tiene escenas de una intensidad grotesca. Hace un rato, mientras pensaba en el artículo, nuestra adolescente se tumbaba con el novio moribundo dentro de un ataúd de exposición, en una funeraria. Hace unos cuantos capítulos su madre se tiró la primera novia estable que su hermano tenía en diez años, en la boda de los padres, que son una pareja de viejos hippies partidarios del amor libre.

La madre es psicóloga y tiene un cliente que está locamente enamorado de una mujer que lo maltrata. El único amigo de su hermano es un amigo negro que es inglés y que se comporta de una forma tan polite y tan civilizada que casi dirías que empuja a todas las mujeres que se liga a engañarle por aburrimiento. La casa tiene un jacuzzi donde por descontado pasan cosas.

Hasta ahora miraba la serie como la típica tontería que se utiliza para relajarse, igual que a veces lamo un polo de horchata después de cenar, o que miraba Roseanne cuando el estado del bienestar parecía indestructible y hacía los deberes delante de la tele para tener la sensación que no me esforzaba con gilipolleces. Curiosamente ha sido la campaña que algunos diarios han hecho para pintar al presidente Torra como un xenófobo peligroso, las que me han hecho pensar sobre las intenciones de los guionistas.

Enric Juliana, que también ha querido filosofar sobre el contenido de los artículos del nuevo presidente, recomendaba a los políticos catalanes que leyeran el Fouché de Stefan Zweig para entender la esencia de la modernidad. Dame un texto cualquiera, incluso una carta de amor, decía el psicópata más sórdido de la Revolución Francesa, y te destruiré a su autor.

Precisamente me da la impresión que, en el mundo de Casual, Fouché tendría que utilizar otros métodos. Como se ha visto con los líderes del proceso, y como se vio en la carrera electoral entre Trump e Hillary Clinton, hoy es más fácil destruir a alguien a través de su hipocresía que a través de las cosas que dice o hace de corazón, de manera genuina.

Con el consumismo y las guerras, el siglo XX corrompió tanto el alma de los hombres que los discursos, los prejuicios y las instituciones tradicionales se han convertido en decorados de cartón piedra que confunden más que orientan. En Casual ves que la crisis de la nación, de la familia, del matrimonio, de la educación o de los ritos funerarios tiene mucho que ver con la dificultad de las personas con darles trascendencia más allá de las pretensiones y los miedos heredados del siglo XX.

Los diarios pueden intentar hacer pasar textos de cariz literario por un programa político o intelectual. Incluso pueden hacer ver que es igual escribir desde una lengua reprimida que desde una lengua represora. Pero los españoles no tendrán capacidad para vivir de forma eficiente en el siglo XXI, como si fuéramos en el siglo XX. Para no poder, ni siquiera podrán censurar la libertad de expresión de los catalanes como hicieron durante siglos para empequeñecerlos el alma y el mundo.

En las épocas de caos, todo tiende a resbalar hacia el ensayo-error. Las palabras bonitas sirven de bien poco y lo que cuenta es la lucha de cada hombre para salvar su alma, para no abandonarse a los cantos de sirenas de lo que se supone que tiene que decir o tiene que hacer.

En el último capítulo que he visto de Casual, la psicóloga se plantea de volver con el marido, cansada de no encajar en ningún sitio. La hija, que también vive desorientada pero no está envenenada por los miedos del mundo que está muriendo, le pregunta por qué quiere volver con él, después de que lo haya dejado por otra.

La madre le responde que su padre no es perfecto pero que quizás ella tampoco se esforzó lo suficiente, y que casada era mínimamente feliz. Entonces, la hija, que viene de decirle que la gracia de follarse a un moribundo es que te aseguras un amor eterno, le responde incrédulo: "Va madre, si te oía llorar por las noches encerrada en el lavabo".

Lo que quiero decir es que la verdad no necesita mártires, sólo gente que la defienda con alegría, aunque sea dura. Los hechos son los hechos y siempre vienen a rescatarnos, si tenemos bastante coraje para no dejarnos llevar por los fantasmas, sobre todo cuando las palabras y los ideales están tan sobados que ya no sabemos ni qué puñeta quieren decir.

Al final, ahora que Puigdemont dice que quiere "desescalar", la polémica que han generado los artículos del presidente Torra quizás serán lo más interesante de la legislatura.