Un refrán dice: "El que tuvo, retuvo". Como todos los dichos populares, tiene una parte cierta, pero otra falsa; por lo tanto, tienen más de mentira que de realidad. Tamames, al ser el ariete de una moción en la cual no cree ni él ni quien lo propone, es una buena muestra.

Desbordado por la solemne formalidad del despliegue parlamentario previsto para la moción de censura, aunque sea un espectáculo más propio del Empastre y el Bombero Torero que de la política que pueda ser considerada como tal; Tamames, por si no fuera poca su fanfarronada de presentar lo que ha denominado una ponencia, ni tan solo se ha molestado a responder, uno por uno, a los grupos que lo han interpelado. Salvo la brevísima protesta por la extensión de la respuesta del presidente del Gobierno —pasando por alto la palinodia introductoria de su espónsor, Abascal—, debe pensar desde su caduca soberbia que a palabras necias, oídos sordos.

La propuesta de gobierno, que debe integrar el núcleo de la moción de censura, ha sido una línea: la convocatoria avanzada de elecciones. Este es el programa que, si ganara, Tamames llevaría a cabo, formulación que no llegó a expresar. Todo un programa de gobierno. Y encima, creíble.

La intervención casposa de Tamames se puede resumir en la banda sonora falangista de los desfiles franquistas: ¡España, España, España!

La caspa ha presidido la intervención del economista que tanto habíamos admirado y estudiado. Su intervención casposa se puede resumir en la banda sonora falangista de los desfiles franquistas: ¡España, España, España! Es decir, la España inventada, novelada, ahistórica, sin ciudadanos, ni democrática ni de progreso, con la unidad de España —el siempre mal leído artículo 2 de la Constitución—, el castellano y la bandera. Todo supremacismo sin concesión a lo que él —y su tropa— tilda de nacionalista —como si los casposos no fueran ultranacionalistas irracionales—. En efecto, como propuesta para regenerar la situación actual, tienen la brillante idea de dejar sin representación parlamentaria a los que no piensan como ellos, alegando que los que Tamames y los suyos llaman nacionalistas están superrepresentados, cuando la realidad, como una vez más han demostrado radialmente falso el peneuveista Esteban y el republicano Rufián, es reducirlos vía ley electoral.

Es un discurso reaccionario, porque su discurso socioeconómico va más allá del neoliberalismo. Radica en el liberalismo pre Rerum Novarum, de León XIII (1891!). Ningún derecho a los trabajadores: empezando por decapitar el derecho a la negociación colectiva, al salario mínimo o a unas pensiones mínimamente dignas. Solo beneficios dignos, es decir, enormes, empresariales, los únicos sujetos dignos de protección en su concepción. Ni tampoco, en la clave más reaccionaria posible, ha hablado —¡no promocionado!— de los derechos debidos a las mujeres, negándoles los derechos de ciudadanía, empezando por los relativos a su propio cuerpo. Ni hablar de la emergencia climática, que es una tontería progre, como lo son todos los derechos sociales y democráticos, derechos que amplían el arsenal de los derechos de la ciudadanía. Pura progresía despreciable al lado de los derechos de los amos del cortijo.

Y es totalitaria la ponencia (sic) de Tamames en la medida en que niega el derecho a los ciudadanos, que se expresan políticamente a través de los partidos, a participar, gracias a las confirmaciones gubernamentales, también los denigrados gobiernos Frankenstein. Es totalitaria su propuesta porque atenta directamente contra el pluralismo político. Para el candidato, ubicado ahora en la extremísima derecha ultra, solo tienen derecho a participar en la gobernanza aquellos que pasen por la vicaría de los suyos, de los amos tradicionales que han dirigido el cotarro, que era totalmente suyo, claro está, con jornaleros que el único derecho que tienen reconocido es el de cerrar el pico.

Así pues, una moción fake por casposa, reaccionaria y totalitaria