De los acontecimientos del mes de octubre, extraigo estas consideraciones:

1. El punto final de octubre (la proclamación no defendida) fue el resultado de múltiples vectores políticos. Los más inmediatos: la diversidad de objetivos de los diferentes sectores soberanistas. Esta multiplicidad, poco explicitada (por las razones que expuse en los artículos anteriores), acabó desarticulando la estrategia que todos los soberanistas compartieron (hacer un referéndum) ante un contrario que conocía y conoce las diferencias y debilidades del catalanismo.

2. En todo caso, hay que dejar bien claro (ahora, en la campaña, y en todos los balances futuros que se hagan de la política catalana de estos últimos años) un hecho central: el vector fundamental, es decir, el responsable último de un mes de octubre tan traumático fue el conjunto del unionismo (incluidas las posiciones de los "equidistantes") por su oposición frontal a reconocer (y en el caso de los "equidistantes", incapacidad absoluta a hacer posible) la demanda favorable a hacer un referéndum de cuatro de cada cinco catalanes y a resolver las diferencias políticas existentes en Catalunya de forma civilizada, pacífica y democrática.

3. Los partidos del 155 hacen campaña blandiendo el espantajo del caos y de las pérdidas irreparables que produjo el 27-O. El nivel orwelliano de desinformación en lo que exponen a la población es extraordinario —equivalente a lo que hemos visto practicar por parte de trumpistas y brexiteros—. No hubo caos. La proclamación vino precedida de una tensión psicológica importante (sobre todo entre el soberanismo) pero nunca de ninguna violencia, anarquía o disturbios en la calle —salvo, precisamente, de la coacción aplicada por las fuerzas policiales estatales y de los incidentes provocados por ultras españolistas—. De la misma manera, no ha habido ninguna consecuencia económica negativa relevante, como indican los datos de producción y consumo que empiezan a aparecer, confirmadas por el mismo Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda. El único impacto, el cambio de direcciones sociales, que ha tenido lugar proviene, precisamente, de las presiones del Estado.

Ha habido pérdidas políticas y humanas considerables. Sin embargo, todas, absolutamente todas, han recaído sobre todos aquellos que participaron en el referéndum del 1-O

Eso sí, sin embargo: ha habido pérdidas políticas y humanas considerables. Sin embargo, todas, absolutamente todas, han recaído sobre todos aquellos que participaron en el referéndum del 1-O. Los que se oponían no recibieron ningún golpe; no tienen ni amigos ni conocidos ni representantes en las prisiones; no sufren por la intromisión constante del Estado al Govern de Catalunya; no temen por lo que les pueda ocurrir si expresan sus opiniones libremente, entre amigos, a las redes sociales o a los diarios; no se sienten ocupados en su vida cotidiana.

Digámoslo de una manera. La mayoría soberanista jugó limpiamente y pacíficamente: se organizó para votar sin romper ni destruir nada; se manifestó sin hacer daño a nadie; esperó que sus esperanzas se convertirían en realidad; y, cuando consideró que el país podía romperse, prefirió retroceder un paso y mantuvo en el combate de la palabra y el voto. Como la madre de verdad que, ante Salomón, prefirió ceder al hijo antes de que el rey de Israel lo pudiera partir por la mitad. Y, a diferencia de la otra mujer, dispuesta a cualquier cosa para imponer su voluntad. Que lo recuerden aquellos que votaron Unió y que ahora pueden tener la tentación de votar la opción Iceta-Espadaler.

4. Resolver los conflictos (y, sobre todo, un conflicto tan esencial como el de soberanía) de forma pacífica ha pasado a ser parte constitutiva de la cultura política catalana. Hay que enfatizarlo porque eso no había sido siempre así. Hasta la Guerra Civil, Catalunya conoció un número importante de episodios revolucionarios. Hace poco más de medio siglo que el historiador Vicens Vives dedicó parte de su Noticia de Catalunya a la dimensión violenta de los catalanes.

Si sólo quedan las elecciones, estaría bien que las candidaturas independentistas utilizaran una cierta transparencia a la hora de explicar qué harán después del 21-D

5. Si la vía pacífica es la única posible y considerando que la vía del referéndum "unilateral" ha quedado amortizada por el 1-O y el 27-O, la única vía autodeterminista vuelve a ser las elecciones. Y si sólo quedan las elecciones, estaría bien que las candidaturas independentistas utilizaran una cierta transparencia (dentro de las posibilidades que dan unas elecciones absolutamente mediatizadas por la intervención del Estado) a la hora de explicar qué harán después del 21-D. Si la suma de sus votos es inferior al 50 por ciento de los votantes, entiendo que tendrán que volver a jugar con fuerza el juego de las mayorías en las Cortes españolas para acabar con el gobierno Rajoy —a cambio de la restitución del 155 y la retirada de acusaciones delictivas—. Dudo que el PSOE, que depende de las subvenciones en el sur y suroeste español como nunca y que sea autor y al mismo tiempo prisionero de un nacionalismo español desatado, se avenga. En todo caso, sin embargo, si lo hace, tendremos elecciones en primavera. (Quizás las tenemos igualmente, con el PP ansioso por sacar partido del castigo impuesto a los catalanes.) Si la suma es más del 50 por ciento, nos encontraremos, en cambio, ante la ratificación, absolutamente legítima, de la proclamación.

6. De cara a la campaña que vivimos, no hay una estrategia única para ganar. Podría haberse hecho con una lista. Ahora hay tres. Las dos fórmulas son válidas. Como pasa en un mercado con varias empresas, la multiplicidad de listas vierte naturalmente a los partidos a competir entre sí. Eso, que es positivo en elecciones normales, no lo es en momentos extraordinarios como el actual. Por otra parte, la existencia de listas separadas da una flexibilidad programática que tendría que permitir convencer a votantes diferentes. Sin embargo, esta flexibilidad hace falta utilizarla: encargándose, cada uno, de atraer al votante todavía no convencido o movilizado que se encuentra en la frontera natural de cada fuerza con los partidos unionistas. Y sobre todo, haciendo una campaña (pro)positiva: sin victimismo; explicando las posibilidades que crea la soberanía.