Vivimos en un país donde poner un matiz a una idea que tú mismo también defiendes puede comportarte un linchamiento importante. Solo apto de resistir por algunos valientes. Por tanto, ya me permitirán que reitere mi opinión sobre Rubiales: nefasta. Su comportamiento durante la final del mundial femenino de fútbol en el palco de autoridades, en el terreno de juego, en las pantallas y finalmente en la asamblea de la RFEF es totalmente lamentable, desafortunado e impropio de un directivo del siglo XXI. Un comportamiento que ha generado un problema importante en la Federación Española de Fútbol, ​​en sus directivos, en sus federaciones territoriales y, una vez en los medios, en el Gobierno, que sobre el machismo tiene agenda propia. Veremos qué sale.

No podemos olvidar que esta crisis de alcance internacional se produce a raíz de un éxito de primer nivel: ganar por primera vez en la historia un mundial de fútbol femenino. Viendo el nivel de los directivos, ¿dónde está la clave del éxito? Pues el éxito de todo esto está en el Barça. Un club que lleva un montón de años haciendo bien las cosas en el ámbito del fútbol femenino y del que sus jugadoras han sido la base de la selección española. España solo gana cuando es el Barça. Esta máxima es de aplicación al deporte masculino y femenino. Solo ganan cuando cogen a los y las del Barça. Esto debería ser un mérito y no un demérito. ¿Por qué el comportamiento nefasto de Rubiales debe afectar al Barça? Por una mentalidad esclava.

Existe una gran tendencia al aceptar la agenda española como propia. Cada vez más. Y esto es grave. La denuncia de Rubialies es una causa por la igualdad: aquí y allí. Pero se ha tratado más desde una óptica española que feminista. Y eso ha afectado al Barça. El club que mejor está haciendo las cosas en fútbol femenino; el club que ha aportado más jugadoras para conseguir el éxito. ¿El club no tiene a nadie —ni directivo ni futbolista— implicado en el asunto si se le piden responsabilidades? ¿Ser el referente europeo en fútbol femenino no es suficiente? ¿Debes entrar en las polémicas de una federación y de una selección donde la mayoría de tus socios y quizás de tus jugadoras no quisieran jugar? ¿Tarde y mal? ¿Valores comprometidos? ¿Seguro?

Existe una gran tendencia al aceptar la agenda española como propia. Cada vez más. Y esto es grave

En Catalunya existe un hombre que, sin él quererlo, ejerce un liderazgo institucional muy importante. Este hecho es mérito de él y demérito de otros muchos. Pero estamos donde estamos. Este hombre es el presidente del Barça, Joan Laporta y Estruch. Es un hombre que decidió presentarse a presidir el club en un momento en que el Barça padecía un grave riesgo de desaparecer por mala gestión económica. No hay que olvidarlo: todo el sufrimiento presente es responsabilidad de los antiguos dirigentes del club. Pues bien, este hombre, que se está saliendo con la suya, esta semana ha tomado dos decisiones importantes: denunciar a Rubiales, entendiendo qué perfil le corresponde al club, y avalar personalmente un crédito que permita tener una plantilla más competitiva.

La primera decisión, que el tiempo va a demostrar que fue correcta, ha generado muchas críticas. Sobre todo en las redes sociales, en la semana más calurosa del año —no hay que olvidarlo—. De la segunda, del aval personal, injustamente se ha hablado poco. Porque si realmente cómo he dicho —en parte por demérito de otros— ejerce un liderazgo institucional de país, este es un gran ejemplo de lo necesario: militar en lo que amas y defenderlo a fondo. Discretamente. Porque crees en ello. No por lo que dirán. ¿Piensa Cataluña confiar en alguien de una vez por todas? ¿Nuestros líderes deben vivir permanentemente un escrutinio sobre todo lo que pasa o sobre todo lo que hacen? ¿Nos basamos en el control o en la confianza a la hora de construir el futuro?

Decidamos bien las luchas que necesitamos. Escojamos bien la camiseta que defendemos.