Hoy en día, alquilar un piso o una casa es toda una odisea, y no lo digo solo por los precios desorbitados, sino también por la relación calidad-precio. Para que me entendáis: un día, muy ilusionada y todavía muy inocente, quise ir a ver una vivienda que anunciaban como «piso con encanto de dos habitaciones a un precio muy asequible». ¿Vosotros habéis visto el encanto?, porque yo todavía lo estoy buscando. Encantada me quedé yo mirando aquella madriguera de mala muerte. Aquello que ellos denominaban «piso» se parecía más a una caverna que a una vivienda: la luz del sol no entraba por ningún sitio —eso sí, había humedades por todas partes, por si te quedabas sin agua—; las habitaciones, sin ventanas —debieron pensar que así no molestaría la luz para dormir (muy considerados por su parte)—. Y no os penséis que fueran amplias, las habitaciones; he visto cajas de cerillas mucho más grandes. ¿Y qué os puedo decir del lavabo? Aquello, más que un lavabo, parecía un búnker de mierda —no se habían ni dignado a limpiarlo antes de enseñármelo—. Y «asequible», decía el anuncio, asequible es una bolsa de pipas. No sé qué entienden ellos por asequible. Para mí, que soy mileurista, 700 euros al mes es un puñetazo en el estómago. Según ellos, era una ganga, ¡se lo quitaban de las manos! (Curiosamente, todavía no lo habían alquilado) ¿Dónde hemos ido a parar? Actualmente, es más barato pedir un crédito y comprar una vivienda que alquilarla. Es así de triste. Así que me fui indignada, mascullando insultos y escupiendo al suelo en señal de desaprobación (me gusta ser dramática).

Hay dos cosas en esta vida que me dan mucha rabia —bueno, hay bastantes más, pero queda más intrigante si lo reduces a dos (es como si les dieras más valor)—. La primera es ver pueblos y ciudades llenos de casas y pisos vacíos porque a sus propietarios no les da la gana alquilarlos. Son viviendas que se van pudriendo por dentro día a día hasta desplomarse, son la imagen de la decadencia; y a mí, quieras que no, la decadencia me entristece profundamente. Prefieren dejar que las casas y los pisos se pudran antes que alquilarlos a un precio coherente y permitir que la gente viva con cierta dignidad y dé vida a estas viviendas.

Asequible es una bolsa de pipas. No sé qué entienden ellos por asequible. Para mí, que soy mileurista, 700 euros al mes es un puñetazo en el estómago

La segunda cosa que me da mucha rabia es leer los anuncios de las inmobiliarias. «Se alquila casa con encanto», si ves este anuncio, echa a correr, porque te costará un riñón pagar las reformas; «Piso con buenas vistas», eso lo que quiere decir en realidad es que tiene un patio interior con una pared de hormigón desde el cual puedes oír el sonido de las cadenas de los inodoros cada vez que alguien defeca en el resto de pisos del edificio; y «Casa rústica», tú lees esto y te imaginas que es una casa en medio de la naturaleza con jardineros atractivos cortando el césped y regando, pero la realidad es muy diferente: es una chabola de madera con carcomas en las afueras de la ciudad.

Pongámonos serios. No se puede ir engañando la gente de esta manera. Las personas tenemos sentimientos y poco dinero en el banco. No lo hacemos expresamente lo de no llegar a final de mes. Ya nos gustaría que nos saliera la pasta por las orejas, pero normalmente no es así. Estaría muy bien que pudiéramos alquilar un sitio donde vivir sin tener que dejarnos el 80% del sueldo. Ya lo sé que es pedir mucho, pero estaría bien. También existe la opción de pedir una hipoteca y estar atado a un banco el resto de tu vida y de la vida de tus nietos, pero, quieras que no, da un poco de angustia. Tenía entendido que vivir en una vivienda digna y adecuada era un derecho universal, pero quizás lo leí mal o no leí la letra pequeña (podría ser, porque tengo la vista cansada y cada vez me cuesta más leer las letras pequeñas).