Sólo han hecho falta dos días, dos, cuarenta y ocho horitas de aquellas que pasan como un resfriado de primavera, para que Pedro Sánchez acabara con las esperanzas de los ilusos independentistas que lo habían hecho presidente. El capataz socialista ha regalado dos días, como un par de gemelitos recién nacidos, a los propagandistas de la tribu para que le cantaran las bondades, y se agarraran todos al micrófono para decir aquello tan patético que ya pregonaron con Aznar cuando Zapatero llegó al gobierno de España: lo que hacía falta ahora era echar a la derecha, porque este chico, Sánchez, al menos tendrá un poco más de "talante" que Rajoy. ¡Dos días, cuarenta y ocho horas y ya tenemos a Josep Borrell de ministro de Exteriores! Pepe Borrel, el desinfectador de separatistas, el apologeta de mosén Junqueras, el paladín del jacobinismo mesetario. Pepe Borrel, investido ministro por Convergència y Esquerra. ¡Felicidades, amigos!

Tengo que reconocer que admiro por igual la capacidad de los españoles para meársenos en la cara con tanta pericia y la ingenuidad de los míos al esperar que la historia cambie y se adapte a sus intenciones angélicas. Hace pocos días, todavía había compañeros de causa que, con Sánchez investido, especulaban alegres con un gobierno español urdido para contentar las ansias dialogantes de los secesionistas. Había gente, lo creáis o no, tan creativa como para pensar que Sánchez (¡¡¡un presidente español!!!) escogería a un ministro o ministresa para que Joan Tardà, Gabriel Rufián o Carles Campuzano fueran más tranquilos a dormir a su hotelito madrileño. ¡Y va y el presidente español les endosa a Pepe Borrel, pobrecitos hijos míos! Antes de saberse ningún otro ministro o vicepresidente, casi antes de llegar a la oficina, Sánchez da una bofetada a los que lo han llevado a la Moncloa con un anti-indepe radical.

El independentismo lo ha conseguido, nuevamente: cornudos y apaleados

Lo peor de todo es que, para mantener el PP y Ciutadans a raya, acercar a los encarcelados a casa y soñar con un posible indulto, previa sentencia, nuestra esquerrovergència tendrá que verse obligada a tragarse todos los sapos de este presidente socialista, que mirad lo diferente que es de los otros que hará ministra de igualdad a Carmen Calvo, un cargo que le pega como anillo al dedo porque, si Calvo es ministra de un país europeo, eso quiere decir que lo podría ser cualquier persona bípeda. Ya me perdonaréis el escarnio, pero nuestros políticos se merecen este ridículo, merecen que sea Borell, como ministro del extranjero, su principal e ilustrado interlocutor. Ayer, republicanos y pedecàtors protestaban en Twitter por el nombramiento porque, eso sí, en la red todo el mundo tiene los cojones de bronce y es muy valiente. Todo el mundo gruñía, ciertamente, por un ministro que ha sido investido por el propio independentismo. ¡Coméoslo con patatas, guapos!

A cada nueva cesión del soberanismo, Sánchez irá creciendo como árbol que se sube al cielo. Mientras Rufián tuitee y Tardà continúe con sus sermones de pacotilla, mientras Campuzano exija al presidente que lleve a los presos a casa cuando Pascal negocia bajo mano con los españoles desde el Senado, el independentismo irá sufragando las acciones de este nuevo socialista que todavía es más peligroso y sectario que ZP. El independentismo lo ha conseguido, nuevamente: cornudos y apaleados. Merecemos que Pepe Borrel, Societat Civil Catalana, desinfectante ilustrado, sea el ministro de Exteriores con quien tengan que hablar los secesionistas. Merecemos este ridículo espantoso y merecemos a estos políticos a quienes hemos votado después de todos y cada uno de sus incumplimientos con el pueblo. Somos nosotros, no os equivoquéis, quienes hemos llevado a Borrell al ministerio. ¡Que nos aproveche!

Ciertamente, tenía razón mosén Junqueras: eso acabará "como siempre".