El procés tiene sus clásicos, que regurgitan a cada jornada post-histórica como los bises del tedioso Concierto de Fin de Año vienés, con la parroquia dando palmas emperifollada en el Musikverein o en el sofá de casa mientras se saca las legañas para aclarar la resaca. Así pasará muy pronto y de nuevo con el #PressingCUP, una cancioncilla menos bonita que la marcha del mariscal Radetzky pero igual de obstinada y hortera. Eso de asediar a los cupaires lo inauguró el rey Artur cuando decía que un grupo de anti-sistema, minoritarios y peludos, no pueden decidir quién tenía que ser todo un presidente de la Generalitat. Después vendría la asamblea del empate, cumbre del surrealismo catalán, la papelera de la historia y el viaje apremiado en automóvil de un alcalde de Girona a quien los críos del Eixample, centralistas recalcitrantes como somos, casi ni conocíamos. En Catalunya, hace demasiado tiempo, los goles llegan a la prórroga.

Vuelve el #PressingCup con la misma fuerza e idénticos argumentos pero, como nos recordó el sabio, toda cosa repetida demasiadas veces acaba convertida en farsa. Primero porque, como ya pasó después del 27-S, Convergència e Esquerra acusarán a los cupaires de frustrar la investidura del candidato republicano de consenso, que hoy es Jordi Sànchez, mañana puede ser Jordi Turull y la próxima semana Elsa Artadi (presidenciable que, dicho sea de paso, hace tres meses todavía cobraba un sueldo de este gobierno intervenido por el infame artículo 155 contra el cual hizo campaña). No por repetido, el argumento deja de ser falso; porque en un régimen parlamentario, no presidencialista, el candidato a Molt Honorable siempre tiene que ser de consenso y, por lo tanto, la responsabilidad de su elección es de los proponentes y más todavía de Junts per Catalunya como vencedora moral de las elecciones del 21-D.

Y aquí llega la trampa de toda la vida, porque descargando la responsabilidad de la investidura en la CUP, los juntistas pretenden hacer olvidar a los electores el hecho nada anecdótico que ganaron los últimos comicios con la promesa de investir a Carles Puigdemont y de restituir el gobierno que había castrado el 155, lo cual no sólo implicaba el retorno del Molt Honorable 130 en el Parlament, sino la continuación de una cierta actitud de desobediencia y confrontación con la judicatura española. Contrariamente a aquello que se había prometido, el corazón del independentismo ha decidido adoptar la estrategia tacaña de toda la vida, según la cual siempre hay que optar por aquello que Madrid o el Tribunal Constitucional acabe tumbando para agitar los nervios de la parroquia. Así se explica la elección de Jordi Sànchez y el posterior relevo de Turull, que tiene como único capital su más que probable inhabilitación.

Hablar de honrar la memoria del 1-O mientras pretendes enviar a Marta Pascal al Senado español para que vuelva a tender puentes entre Convergència y el poder madrileño es una estafa de proporciones catedralicias

En todo este contexto, y santamente a mi entender, la CUP dice que ya basta de hacer bailar la cabra para marear la audiencia; y no sólo eso, sino que exige a los líderes del independentismo una cosa tan sencilla como explicar su hoja de ruta al pueblo, un asunto que parece mucho más difícil que repartirse las sillas de un gobierno autonómico. Porque, como entiende incluso Joan Tardà, vender la moto de un despliegue republicano mientras te acercas a Xavier Domènech y Miquel Iceta para bailar la conga a las municipales del 2019 es engañar a la gente. Pues, como entiende incluso la portera del añorado Josep Lluís Núñez, hablar de honrar la memoria del 1-O mientras pretendes enviar a Marta Pascal al Senado español para que vuelva a tender puentes entre Convergència y el poder madrileño es una estafa de proporciones catedralicias. Eso no es opinión, es tener un mínimo sentido de la decencia.

A medida que la CUP sea más exigente, el #pressingCUP hervirá como la cassola en forn, y veréis cómo se acusará a diario a los cupaires de dejar la Generalitat huérfana de padre y madre y de permitir que la lengua catalana y las Homilies d’Organyà quemen en la hoguera de can Pistraus, etcétera. Dentro de bien poco, creedme, incluso se acusará a los cupaires de no querer honrar a los presos políticos negándose a investir a Jordi Sànchez. No investir al presidente del ANC es justamente hacer lo que quieren los españoles: ¡les estáis siguiendo el juego!, dirán los nuevos convergentes a los cupaires. Y muchos de vosotros, al oír eso, os enfureceréis de la misma manera que después del 27-S. Cuando os pase eso, y el #pressingCUP os turbe, recordad cuando el rey Artur declaraba hace pocos días que eso de la independencia y de decir que habíamos ganado quizás había sido un ejemplo de exageración. Se os pasará la mala leche de repente, y quizás os miraréis a los peludos con una simpatía renovada, quizás incluso con amor. De nada.